Simón Bolívar: una visión escéptica. Capítulo 2 – El mandatario

bolivarestampillacolombia1983Cuando aparece la estampa de Bolívar, la primera asociación que surge es la de un estadista garante de una república democrática y libre, amante del pluralismo y acérrimo enemigo de la tiranía. Su pensamiento político es puesto en la cúspide de un pedestal como el baluarte de los más preciados principios revolucionarios, como un conjunto de ideas tan sólidas que no admiten la menor refutación. No obstante, esta imagen del Libertador es más fruto del mito que de la realidad, la cual no debe ser sobresimplificada si queremos resolver las interrogantes que la acechan con no pocas controversias. Por eso es que las diversas piezas que armaron el rompecabezas del Bolívar como jefe de Estado, tanto en su composición como en su interacción, atañen a esta faceta del Libertador, en la cual es menester detenerse a examinar de dónde vino, cómo evolucionó, cuáles fueron sus aspectos, sus delimitaciones y sus proyecciones.

A diferencia de lo sostenido por el culto a Bolívar, las verdaderas ideas políticas del Libertador se acercaron a la democracia tanto como Plutón se acerca al Sol. Por importante que haya sido, y pese a sus similitudes, el pensamiento político de Bolívar tuvo varios perfiles que se contradijeron no sólo consigo mismos sino con nuestras propias concepciones políticas en la actualidad. Como se demostrará aquí, el prócer mantuano caraqueño tuvo, aparte de no pocos contrasentidos ideológicos, un sueño cuyo auge y caída tuvo una influencia más allá de su época; Bolívar tuvo un impacto en el cual sus conceptos del Estado y la independencia han sido la musa de mucha gente que en realidad los desconoce, los deforma o los falsifica. Sigue leyendo

Simón Bolívar: una visión escéptica. Capítulo 1 – Ideales

Estampilla_BolivarLas ideas de Simón Bolívar son típicamente tratadas como una doctrina netamente suya cuyos preceptos fueron los únicos en forjar la estructura ideológica del proceso independentista; las frases aisladas y textos como el Manifiesto de Cartagena, la Carta de Jamaica y el Discurso de Angostura son las tarjetas de presentación de un Bolívar al que se le considera como el padre del pensamiento de la emancipación patriota en Venezuela, o en su defecto como el pensador más prominente de la Hispanoamérica que a inicios del siglo XIX se vislumbraba como libre. En el culto a Bolívar se cree que la máxima autoridad intelectual de la Venezuela revolucionaria es atribuible al prócer de Caracas, quien con su sola presencia opaca al de cualquier otro personaje histórico que le haya precedido. Sigue leyendo

Simón Bolívar: una visión escéptica. Prólogo e índice de artículos

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La figura de Simón Bolívar suele ser vista como la de un hombre inmaculado de liderazgo indiscutible, lleno de victorias militares épicas, de una moral intachable y de una personalidad ejemplar, en conjunto con un pensamiento sumamente democrático y una inteligencia asombrosa expresada con discursos elocuentes; en sí, eso es lo que repite siempre la Vox populi cuando hay una conversación sobre este caraqueño. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro porque una considerable parte de lo que la gente piensa sobre Bolívar no proviene de una lectura crítica de su biografía o sus escritos, sino de frases aisladas y de un culto incuestionable por tradición a la imagen del Libertador que se ha extendido en Venezuela (que no en otras latitudes de Latinoamérica) a lo largo de los años. Este culto, como cualquier otro, genera una visión errada de la realidad, la cual es cubierta con vendas de leyendas que transforman lo humano en divino, la derrota en victoria, el trabajo de equipo en decisiones individuales, la cobardía en coraje, la ignorancia en sabiduría, la traición en patriotismo, lo inmoral en ejemplar, y el crédito colectivo en gloria unipersonal.

Dicho en otras palabras, la construcción de la imagen de Bolívar como prócer comienza por convertir todos sus defectos en virtudes, lo cual podría llamarse un sesgo cognitivo e incluso más que eso: un engaño basado en un deseo paternalista de creer en alguien que aparentemente guía los destinos del pueblo después de su muerte, en alguien que presuntamente es superior a nosotros en todos los sentidos. Este apego al Libertador, en efecto, es tan fuerte que basta con el sólo hecho de contradecir el dictamen del Bolívar impoluto para que sus fanáticos se nieguen a reconocer que él no creó ninguna doctrina sino que seguía las existentes de su época, ni siempre fue exitoso en sus actividades militares, ni su heroísmo bélico resultó ser tan épico como muchos suelen creer, ni fue democrático, ni opuso resistencia a sus ideas conservadoras, ni tomó en serio el laicismo, ni que su carácter, como el de todo ser humano, estuvo lleno de defectos. Sigue leyendo