Planeta desencantado. Capítulo 11 – Locademia de arqueología

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Hola. Tras haber indagado en tres fastidiosas partes sobre los ovnis ancestrales del Sahara, J.J. Benítez nos trae la cuarta y última que aborda el tema, la cual se llama Escribamos de nuevo la historia. En el undécimo episodio de Planeta encantado, el ufólogo español hace acopio de falacias anteriores y las vierte en un caldero pseudocientífico, en el que hierve el brebaje de patrañas cocinadas sobre el Antiguo Egipto. En este sentido, sus engaños son extremadamente predecibles, porque desacredita la gloria alcanzada por los primigenios habitantes del Nilo, en el auge de su civilización. Según él, hasta el más nimio bloque de piedra se lo deben a los extraterrestres.

Toca darle palo duro a esta pila de sandeces con la misma metodología de siempre. Para los interesados, aquí tienen la transcripción del filme.

Y para los que quieran leer fuentes acreditadas, les recomiendo las siguientes: The Oxford Encyclopedia of Ancient Egypt (2001, 3 vols.), editado por Donald B. Redford; el tomo II de la General History of Africa (1981), con edición al cuidado de G. Mokhtar; y An Introduction to the Archaeology of Ancient Egypt (2015), de Kathryn A. Bard. Sin embargo, muchísimas de las falacias que van a ver se pueden refutar hasta con la Enciclopedia Británica y la Historia Universal Salvat, que utilicé en el capítulo 2 de esta investigación.

(0:48) Quiero que se fije bien en esta imagen. Guárdela en la memoria porque volveremos sobre ella. Se trata, en efecto, de un carro al galope encontrado en la zona de Tamanrasset, al Sur de Argelia. Una pintura como otras que iremos viendo que guarda una estrecha relación con la historia que quiero contarle. Otra historia oficialmente imposible, que no será del agrado de los arqueólogos ortodoxos. Pero la verdad, como usted sabe muy bien, no es patrimonio de nadie. Sígame y juzgue por sí mismo. (1:24)

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Tiene razón: la verdad no es propiedad privada. Pero eso no le da derecho a mentir en CUATRO ocasiones consecutivas, usando como pruebas las pinturas rupestres del Tassili y demás teorías traídas de los cabellos que han sido desmentidas desde hace años. Tenga un poco de decencia, carajo.

(3:38) Keops, Kefrén, Micerinos. El símbolo de Egipto. La última de las Siete Maravillas del mundo antiguo. Y sobresaliendo como una reina, Keops, la Gran Pirámide. Una construcción incomprensible. Un desafío a la razón. Una obra que provoca vértigo. ¿Quién la levantó y sobre todo, cómo? (4:08)

Los seres humanos hicieron todo el trabajo. El método para erigir las pirámides lo veremos en un ratico.

(4:13) Keops reúne 3 millones de bloques de piedra caliza y granítica. Bloques que oscilan entre 2 y 40 toneladas de peso. Bloques tallados con tal precisión, que no permiten el paso de una hoja de papel. (4:28)

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Ver refutaciones del capítulo 2 sobre la “precisión” de los bloques de piedra en las construcciones de los incas y los rapanui. Este argumento es trillado y estúpido.

(4:30) Un monumento cuyo revestimiento original, hoy casi desaparecido, estaba formado por losas de caliza pulida de hasta 16 toneladas. Y a su lado, otro coloso: Kefrén. Casi 1.700.000 metros cúbicos de piedra. Bloques idénticos a los de Keops, con un revestimiento original de caliza pulida y granito rojo de Asuán. En su base cabrían siete campos de fútbol. (5:02)

Esta información puede ser cierta, pero en nada va al meollo del asunto. No han transcurrido ni cinco minutos y su discursito ya está resultando latoso.

(5:05) Por último, Micerinos. La más modesta pero igualmente soberbia y desconcertante. Su altura equivale a un edificio de veinte plantas. Hoy, la tecnología tendría graves dificultades para alzar y depositar esos bloques de piedra. (5:19)

Mentira. Mediante los medios tecnológicos actuales, habríamos construido las tres pirámides en tiempo récord, con mejores materiales, con mayor altura y con menos mano de obra.

Sin embargo, eso no significa que los egipcios hayan hecho un mal trabajo. Al contrario: fue una labor monumental. No en vano es la única maravilla de la Antigüedad conservada en nuestros días, y su construcción ha sido sin duda objeto de controversia entre los especialistas, aunque hay no pocos detalles que nos indican cómo lo hicieron.

La explicación viene dada amenamente en la parte 3 del documental Refutando “Alienígenas Ancestrales”, que aborda las pirámides de Egipto. Me permito sacar del mismo algunos puntos clave que nos dan datos reveladores:

  • Técnica para cortar piedra: con amoladoras, sierras de cobre (reservadas para construcciones importantes debido a su alto costo y rápido desgaste), cinceles y mazos de piedra. Uso de arena como abrasivo.
  • Transporte de los bloques: variado. Hay evidencias de trineos y cuerdas de gran grosor. Hubo piedras que no fueron arrastradas por distancias largas porque se excavó un canal que conectaba el Nilo con el emplazamiento de la obra; en otras palabras, porque fueron trasladadas en barcos.
  • Método de construcción: en debate. La teoría de las rampas no es aceptada unánimemente, porque varias de ellas eran imprácticas y obstruían la visibilidad con la cual se hacían correcciones a la pirámide mientras se construía. De hecho, se ha planteado que, por lo menos en la de Giza, se usaron rampas internas que movilizaban las piedras mediante mecanismos equivalentes a un montacargas, con un sistema de contrapesos.

Teorías van, teorías vienen; por desgracia, hay partes de este enigma que siguen sin resolverse del todo. Dejemos la polémica a los expertos, que ellos saben lo que hacen y lo que dicen. Sin embargo, la vigencia de este debate no es motivo válido para rechazar lo dicho por la arqueología y la historia.

La prueba más concluyente que nos motiva a mantener la cordura en estos dimes y diretes está en un descubrimiento reciente. Se trata del Papiro de Wadi al-Jarf, que ahora es el más antiguo del Egipto de antaño; tiene unos 4.500 años, es decir, que se remonta aproximadamente al siglo XXVI antes de nuestra era (2600-2501 a.C.), en el transcurso de la IV Dinastía (ca. 2613-2494 a.C.) y finalizando el mandato del faraón Keops (2589-2566 a.C.).

¿Quién lo escribió? Un capataz llamado Mener. ¿Qué decía? Información detallada sobre las pirámides en su última etapa de construcción tales como sus siervos, cuántos eran, qué comían, los materiales utilizados en esos monumentos arquitectónicos, su procedencia geográfica, su cantidad, el tiempo que demoraba la materia prima en llegar a la obra (como cuatro días por canales fluviales)… En fin, era como un documento de Microsoft Excel, pero egipcia y escrita en jeroglíficos. No hay la más mínima mención a la intervención de dioses o seres procedentes del espacio exterior. Sólo seres humanos.

Ya con eso se desploman todas y cada una de las afirmaciones sobre aliens ancestrales en las pirámides egipcias, comenzando por las de Benítez. Por tanto, desde este momento queda anulado cualquier argumento ufológico que apele a la presunta incapacidad de los egipcios para erigir sus colosos arquitectónicos.

(5:27) A la vista de esas mareantes cifras, el mundo se pregunta: ¿cómo lo hicieron? Para la arqueología oficial no hay duda: las pirámides de Gizeh fueron obra de los faraones. Y se levantaron hace 4.600 años. Los bloques fueron trasladados desde las vecinas canteras de Tura y Mokatan, a escasos kilómetros de El Cairo, y encajados en los respectivos monumentos mediante el uso de gigantescas rampas. Rampas, dice la arqueología, por las que miles de obreros empujaban los bloques con el auxilio de rodillos de madera. (6:07)

(6:44) Pero la célebre teoría de las rampas, divulgada en el siglo XX por el arqueólogo alemán Ludwig Borchardt, no termina de convencer a cuantos hemos tenido el privilegio de pisar la meseta de Gizeh y contemplar esos 3 millones de bloques. Y son dos las razones que ponen en entredicho la versión oficial. (7:04)

(7:17) Según los arqueólogos, la Gran Pirámide fue construida por Keops, el faraón que reinó entre los años 2590 y 2567 a.C. Basta un sencillo cálculo para comprobar que en esos 23 años de reinado, los trabajadores tuvieron que mover y elevar hasta las correspondientes hiladas un total de 357 bloques por día; 357 moles de piedra con pesos que oscilan entre 2.000 y 40.000 kilos. ¿357 gigantescos sillares en 12 horas? Es decir, ¿un bloque cada 2 minutos? Por mucha mano de obra que pudiera reunir Keops, la empresa en cuestión resulta más que dudosa. Y no sólo por el arduo problema de organización, sino sobre todo por las evidentes dificultades técnicas a la hora de izar y encajar estos monstruos de caliza, granito y mármol. (8:20)

(8:22) Los arqueólogos más conservadores se defienden escudándose en lo escrito por Herodoto en el siglo V a.C. Según el Padre de la Historia, los bloques eran levantados de grada en grada con el concurso de una serie de máquinas formadas por maderos cortos. Esto, al parecer, fue lo que le contaron los sacerdotes durante su visita a Egipto. Pero la narración del escritor griego no constituye un punto de partida sólido y fiable. En el 450 a.C., cuando Herodoto recorre el Nilo, habían transcurrido 2.000 años desde la supuesta construcción de la Gran Pirámide por Keops. (8:46)

(9:02) Herodoto no menciona las rampas, ni se atreve tampoco con el espinoso problema de los 357 bloques por día. Herodoto cuenta lo que le contaron. ¿Es esto una prueba científica para determinar cómo y cuándo se levantó la Gran Pirámide? (9:15)

No. Eso es falaz, engañoso. Nuevas investigaciones sobre la Gran Pirámide de Giza estiman que el ritmo de construcción iba, aproximadamente, a 3 bloques por minuto, lo que equivale a 180 por hora, pues las jornadas laborales rondaban las diez horas.

Si se acepta la cifra de 3 millones en esa edificación, puestos en 23 años (que otros reducen a 2 o 2,5 millones, movilizados en una década), serían unos 130.434 bloques anuales. No obstante, estos cálculos son hipotéticos y no toman en cuenta factores externos que habitualmente retrasan la obra y hacen que culmine en un tiempo mayor de lo esperado (reducción de personal, reparaciones de emergencia, inspecciones de rutina, clima, celebraciones religiosas, recortes de presupuesto, accidentes, retrasos en la importación de la materia prima, etc.).

Bien, basta de jugar con números y testimonios históricos que no vienen al cuento; ese debate no lo quiero aquí, lo regalo. El punto es que según el informe del capataz Mener, las pirámides egipcias son obra de los egipcios, y en ningún lado de su informe se reporta que hubo líos para colocar los bloques en su santo lugar. Total, lo que se estaba haciendo era un edificio con fines funerarios, no una maravilla de Age of Empires.

(9:34) Pero existe una segunda razón, de mayor calado, que hace dudar de lo establecido por la arqueología. Hace 4.600 años, cuando los arqueólogos fijan la construcción de la Gran Pirámide, el valle del Nilo, justamente, despertaba al período Neolítico. (9:52)

(10:13) En otras palabras: tanto en el Sur, en el Alto Egipto, como en las regiones del Fayún y del Delta occidental, los habitantes malvivían en chozas de juncos y adobe. Se hallaban todavía en la Edad de Piedra, con un precario desarrollo agrícola y un incipiente pastoreo. Sus herramientas eran groseras, basadas principalmente en la industria lítica. Sería tres siglos después, hacia el 2300 a.C., cuando estos pueblos entrarían en la Edad del Bronce. (10:53)

(10:54) Y surge la primera gran contradicción. Si en Egipto cambia la piedra por el bronce en el 2300 a.C. aproximadamente, ¿cómo pudieron levantar la Gran Pirámide trescientos años antes? ¿Con qué herramientas? ¿Con qué clase de conocimientos? ¿Cómo explicar semejante salto cualitativo? (11:21)

Ehm… No. Por ahí no van los tiros. La Prehistoria egipcia, según cronologías bien estudiadas como la de Ian Shaw, acabó en el 4000 a.C. y el Paleolítico entre el siglo XI a.C. y el año 7000 a.C. En el transcurso del Período Protodinástico (3100-2686 a.C.), el Antiguo Egipto se fue adentrando cada vez más en el uso de los metales, comenzando por el bronce, que identifica la edad. Lo demás es un anacronismo que se cae solito.

(11:49) Nadie en su sano juicio y con un mínimo de información puede aceptar que esta maravilla arquitectónica fuera obra de unas gentes primitivas que ni siquiera conocían la escritura. (11:58)

El Papiro de Wadi al-Jarf demuestra que esto es mentira.

(12:09) El testimonio de Herodoto, en efecto, deja mucho que desear. Hoy, cualquier arquitecto o ingeniero comprende de inmediato las graves dificultades técnicas que debieron superar los constructores de la Gran Pirámide. Las cámaras, galerías y los mal llamados conductos de ventilación exigen unos profundos conocimientos matemáticos y arquitectónicos. (12:25)

Si hay algo que prueba el Papiro de Wadi al-Jarf, es el modo en que los egipcios superaron los obstáculos tecnológicos de su tiempo. Y vaya que lo hicieron muy bien; tanto así, que gracias a Mener tenemos registros escritos de ello.

(13:00) Basta echar un vistazo a las toscas herramientas con las que, según los arqueólogos, se construyeron las pirámides, para comprender que algo falla en esta historia. Unas herramientas, además, que no existían hace 4.600 años. ¿Es que estos mazos, niveles, bolas de dolerita, escuadras, trineos de madera y regletas, sirvieron para establecer las asombrosas proporciones de la Gran Pirámide? ¿Cómo explicar, por ejemplo, que la desviación de la orientación Norte-Sur de sus caras, no supere los 3’20’’ hacia el Oeste? ¿Cómo explicar la increíble perfección de la angulación de los bloques de revestimiento? Hoy sólo podríamos alcanzarla con instrumentos ópticos. (13:52)

Mentiras y argumentos engañosos. Ver refutaciones anteriores. Si Eratóstenes midió la Tierra con un palo, ¿cómo no iban los egipcios a cortar piedras con herramientas de piedra, madera y bronce?

(13:53) ¿Cómo entender que hace 4.600 años aquellos pueblos neolíticos dispusieran ya de una medida tan perfecta como el codo? Como es sabido, sólo en la Era Espacial se ha podido comprobar que el metro estaba mal medido. Su longitud en realidad es algo más de lo que siempre habíamos creído. El metro exacto tiene una longitud de 1,047. Pues bien, dos codos egipcios equivalían exactamente a 1,047; el metro de la Era Espacial. ¿Cómo lo lograron? (14:36)

Argumento irrelevante y mentiroso. Las antiguas unidades de medida se crearon partiendo del cuerpo humano. Varias de ellas siguen en uso, como el pie (común en países anglosajones), el dedo o el palmo. En suma, el codo real egipcio equivalía a 52,3 centímetros, es decir, 523 milímetros; una cantidad que ronda la mitad de los 1.000 milímetros que componen el metro (1 metro = 100 centímetros).

(14:37) Pero las dudas y contradicciones no terminan ahí. Hasta el día de hoy, nadie ha logrado explicar satisfactoriamente el sistema de iluminación utilizado a la hora de construir las pirámides. Las tradicionales antorchas no sirven. No hay restos de hollín en techos o paredes. En cuanto a la fórmula de los espejos, reflejando la luz solar hasta lo más profundo, tampoco resiste un análisis medianamente serio. El movimiento del Sol obligaría a los constructores a una penosa labor de permanente rectificación. Esa luz sería útil, como mucho, para las salas y galerías más próximas a la entrada. (15:29)

La parte 10 del documental Refutando “Alienígenas Ancestrales” ya respondió esa pregunta con relación al Templo de Dendera, aunque los mismos razonamientos valen para las pirámides. ¿Hollín? Sí hay. ¿Electricidad? No hubo. ¿Sirve el uso de antorchas? Sí, desde siempre. ¿Con qué iluminaron el interior de las cámaras a la hora de ilustrar las paredes? Con lámparas de aceite.

(15:55) Las explicaciones de los arqueólogos tampoco convencen cuando alguien pregunta por el método utilizado para cortar los enormes bloques de granito. ¿Herramientas de cobre? Eso sería como intentar cortar una mesa de mármol con unas tijeras. (16:14)

Ver refutaciones anteriores sobre el método de cortar granito, aparte de las demás rocas que sirvieron de base para los bloques de las pirámides. Esto, sencillamente, es mentira.

(16:22) Y otro tanto sucede con el asombroso y enigmático pulido de los vasos de diorita y granito. ¿Qué clase de taladro utilizaban para que la cara interior ofrezca el mismo pulido que la exterior? ¿Cómo lo lograban si por las bocas de estos panzudos vasos no cabe siquiera la mano de un niño? (16:40)

En algunos de esos vasos, su anchura es tan evidente a la vista que ahí cabría hasta un melón. Y por lo que veo a ojo desnudo, las piezas no parecen de roca dura, sino de cerámica.

(16:41) Y otro detalle estremecedor. Al examinar el pulido de estos vasos y platos, los expertos han comprobado que a cada vuelta, la presión ejercida era quinientas veces mayor que la obtenida en la actualidad con los poderosos taladros de punta de diamante artificial. (16:52)

Suena plausible, pero no le voy a dar crédito hasta que haya una referencia acreditada que respalde esta afirmación. Acá nadie es adivino como para andar averiguando quiénes son esos “expertos” y en qué se basan esas afirmaciones. De todas formas, nada de eso prueba la intervención extraterrestre en la Antigüedad.

(16:55) Y de nuevo la gran interrogante: si muchos de estos vasos han sido fechados en el 2600 a.C., ¿quién los fabricó? ¿El hombre de la Edad de Piedra? Evidentemente, no. (17:10)

Tomando en cuenta las pruebas presentadas, estas suposiciones son completamente falsas.

(17:29) ¿Y quién fue capaz de un pulido como el que presenta el supuesto sarcófago de la pirámide de Keops? El acabado en el bloque de granito resulta imposible para un hombre del Neolítico. Mientras las esquinas aparecen absolutamente cuadradas, el índice de imperfección de la superficie del sarcófago no llega a 2 diezmilésimas de pulgada; es decir, la décima parte del espesor de un cabello humano. (18:04)

La pirámide de Keops se construyó DESPUÉS del Neolítico. El anacronismo es aberrante. Además, el cortado del sarcófago narra una anécdota singular. Sucede y pasa que su peculiar forma se debe a que el obrero estuvo serrando la roca por el ángulo que no era. Cuando se dio cuenta de su error, la emparejó sobre la marcha. Con esto puede deducirse que el trabajo lo hizo con prisa, bajo presión.

(18:05) Esa perfección en el trabajo sobre la negra y dura diorita alcanza su máxima expresión en la estatua del citado faraón Kefrén, hallada en el Templo del Valle, junto a la pirámide que lleva su nombre. El pulido de la misma es tal, que sólo cabe el silencio. Nadie sabe, nadie entiende cómo se logró semejante belleza hace 4.500 años. (18:32)

Si los egipcios hicieron las pirámides, entonces también fueron los escultores de la estatua de Kefrén (sabemos, por cierto, cuál fue el procedimiento para tallarla). Esta apelación a la ignorancia no es sino un medio para abusar de la credulidad de los espectadores.

(18:36) ¿Y cómo explicar la técnica empleada para la ejecución de estas perforaciones? Son perfectamente visibles en muchos lugares del Egipto faraónico. Aquí, en la entrada real de la pirámide de Keops, tenemos una muestra. Para la arqueología no hay misterio: estos orificios, dicen, se conseguían mediante la introducción en la piedra de un cilindro hueco que al girar cortaba el granito. Pero al examinar la espiral grabada en el interior, algo no concuerda con la versión oficial. La distancia entre línea y línea es de 2,5 milímetros. Nosotros, en la actualidad, utilizando taladros con punta de diamante artificial, sólo podemos alcanzar 0,05 milímetros por vuelta. (19:30)

(20:37) ¿Cómo desarrollaban aquellos primitivos egipcios semejante presión y fuerza con un simple cilindro hueco? (20:45)

Esta afirmación es fraudulenta porque hace referencia a “imposibles” que sólo existen en la imaginación del ufólogo español. Los egipcios hicieron eso con taladros tubulares de mano. Estaban hechos de bronce e incluso eran representados con un jeroglífico.

(21:00) Y aunque algo posterior en el tiempo, también lo descubierto en la tumba de Tutankhamón nos deja con la boca abierta. ¿Cuchillos inoxidables? ¿Sandalias y manoplas de oro? ¿Una cama ergonómica? ¿Una cama con la parte de los pies más elevada, favoreciendo así la circulación sanguínea? ¿Cómo es posible hace 3.333 años? ¿De quién lo aprendieron? (21:41)

Puede ser cierto, pero esa argucia es irrelevante e irrisoria. Una civilización que construyó las pirámides fue capaz de diseñar mobiliario y alta tecnología ―para la época, claro―.

Las camas “ergonómicas”, como las mostradas en este pseudodocumental, eran utilizadas por personas de la nobleza y tenían un reposacabezas; así lo vemos con el de la reina Hetepheres I. También tenía usos funerarios, lo cual se observa en el lecho de Mehet-Weret, que está en la tumba de Tutankamón, de acuerdo a Geraldine Pinch. Personalmente, no haría el intento de dormir ahí, no vaya a ser que me dé tortícolis.

Sin embargo, ¿qué hay de los mencionados objetos de oro? Aquí no hay nada especial. Tanto las sandalias como las manoplas, a juzgar por su material, no eran de uso cotidiano, por lo que debieron pertenecer a alguna persona muy rica o, en su defecto, debieron estar en el ajuar funerario de algún enterramiento.

Y en cuanto al cuchillo, es de risa: su uso fue exclusivamente funerario, no fue un vulgar utensilio de cocina. Primero, porque se encontró en el sepulcro de Tutankamón; y segundo, porque el mango y la funda del mismo están hechos de oro, lo que revela el estatus social del difunto. En suma, se ha descubierto que el hierro inoxidable del que está hecho fue extraído de un meteorito, lo que en buena parte explica su alta durabilidad.

Literalmente, el cuchillo de Tutankamón es un objeto de origen extraterrestre, pero no en el sentido engañoso tan típico de las falsas disquisiciones ufológicas.

(22:57) Hoy francamente son muy pocos los que creen en la versión oficial. Hace 4.600 años los pueblos que habitaban esta región no estaban en condiciones de imaginar siquiera este portento arquitectónico. Pero entonces, ¿quién levantó las pirámides? (23:08)

Al contrario: son muy pocos los que creen la versión ufológica, la cual ha sido incapaz de reconocer que los egipcios levantaron las pirámides.

(23:23) Una primera pista aparece en esta estela de piedra. Una estela depositada en la Sala 42 del Museo de El Cairo y que muy pocos turistas se detienen a contemplar. La arqueología la denomina la Estela del Inventario. Se trata casi con seguridad de una copia de otro texto mucho más antiguo. En ella se lee un párrafo demoledor que deja sin argumentos a los arqueólogos. Dice así: “El faraón Keops fundó la casa de Isis, Señora de la Pirámide, detrás de la casa de la Esfinge”. ¿Señora de la Pirámide? ¿Quiere esto decir que la Gran Pirámide ya existía cuando Keops llegó al poder? (24:10)

La Estela del Inventario no tiene credibilidad histórica porque el texto está plagado de anacronismos, errores e incoherencias. Por esta razón, los egiptólogos se la toman con cautela e incluso han pensado que se trata de una falsificación. Lo que incrementa las sospechas es que está datada en el 670 a.C., un año muy, pero muy posterior a la construcción de las pirámides; no es, pues, un documento contemporáneo a la IV Dinastía y no hay la menor prueba de que sea una copia de alguna perteneciente a esa época. Si lo fuera, no sería nada fiable, ya que ni siquiera está respaldada por evidencia arqueológica.

Desde este punto es que debemos tener extrema precaución con los documentos egipcios. En éstos, era habitual la manía de poner hechos que nunca ocurrieron y reyes que nunca gobernaron. Asimismo, las listas de monarcas sólo incluían aquellos que les parecían legítimos, por lo que omitían nombres de faraones “polizones” o, simplemente, los borraban como si nunca hubieran existido, tal como sucedió con Hatshepsut (los romanos tenían un término para eso: Damnatio memoriae).

(24:35) La segunda pista, mucho más espectacular, se encuentra a casi 3.000 kilómetros de El Cairo. Y hacia allí nos dirigimos. (24:46)

(26:07) Este papiro, o lo que queda de él, recibe el nombre de Canon de Turín. Fue descubierto en 1822 por el viajero italiano Bernardino Drovetti en la antigua ciudad egipcia de Tebas. El propio Champollion lo tradujo, concediéndole una singular importancia. Pero la arqueología ha preferido ignorarlo. Y no es de extrañar, a la vista de su contenido. (26:33)

(26:37) Esta escritura hierática procede de la época del no menos célebre Ramsés II, entre los años 1290 y 1224 a.C. Para algunos el faraón que persiguió a Moisés. En total, 160 fragmentos correspondientes a 11 hojas escritas hace 3.200 años y en las que se lee una extraña lista de reyes. Una lista de reyes egipcios imposible para la ciencia. Imposible, sí, porque de aceptar lo manifestado en este documento arqueológico, la cronología faraónica se vendría abajo. (27:22)

(27:24) ¿Y qué dice este papiro de 1,70 metros de longitud? Sencillamente que en un lejano pasado, Egipto fue gobernado por unos seres mitad hombres, mitad dioses, que recibían el nombre de Shemsu Hor; los compañeros de Horus. La lista de estos misteriosos reyes sitúa el primer gobierno en el valle del Nilo, no durante el faraón Menes, hace 5.000 años como afirma la arqueología, sino mucho más atrás en el tiempo. Concretamente hace 11.000 años. (28:04)

Hablando del diablo, y éste aparece.

El llamado Canon de Turín no ha sido ignorado ni por historiadores ni por arqueólogos; más bien, es muy conocido. Sin embargo, lo que no tiene ese documento es una alta credibilidad, porque si bien varios de sus reyes coinciden con los de Manetón (que Benítez menciona más abajo), otros no están en ningún lado del Antiguo Egipto. En otras palabras, sus nombres no están en ninguna tumba, obelisco, monumento o estela que corrobore esa información.

Además, la presencia de dioses y seres míticos gobernando el Antiguo Egipto no se debe a la presencia de alienígenas. La redacción de ese Canon en tiempos de Ramsés II nos indica claramente que el listado tuvo fines históricos, pero también propagandísticos. No olviden que los monarcas egipcios eran sagrados y por eso debían legitimar su linaje con la mentirijilla de su ascendencia divina. Idéntica costumbre tenían los incas, amén de diversas civilizaciones que no caben aquí.

Por cierto, Ramsés II no echó a los judíos de Egipto (en realidad, ningún faraón lo hizo. Ver capítulo 7 de esta investigación). Eso es bobada yanqui popularizada en sus estudios cinematográficos con películas como El príncipe de Egipto y Los diez mandamientos.

(28:06) Esta desconcertante y revolucionaria lista de reyes aparece ratificada en buena medida por otra historia igualmente despreciada por los arqueólogos. Me refiero a lo escrito por Manetón en el 240 a.C. Este sumo sacerdote recibió el encargo del faraón Tolomeo II Filadelfo de escribir la historia de Egipto desde sus comienzos. Manetón tuvo acceso a la documentación depositada en el templo de On, en Heliópolis, y cumplió el trabajo. En los escasos fragmentos que se conservan de su obra, en especial en los recopilados por Eusebio, puede leerse algo insólito que, como decía, coincide en lo básico con lo relatado en el Canon de Turín. (29:00)

(29:03) Según Manetón, antes de Menes, el primer faraón de la I Dinastía, Egipto fue gobernado por unos semidioses y también durante de miles de años. El sumo sacerdote greco-egipcio no habla de los Shemsu Hor, pero la casualidad es más que sospechosa. ¿Quiénes eran los Shemshu Hor? ¿Por qué los califican de semidioses? (29:29)

(29:50) Para los arqueólogos más conservadores, los Shemsu Hor y la información suministrada por Manetón son pura fantasía. Y aparentemente tienen razón. Si Egipto fue gobernado hace 11.000 años, ¿dónde están las pruebas y los vestigios arqueológicos que deberían delatar a esas culturas? ¿O están ahí? ¿No será que la arqueología no los quiere ver? (30:19)

El razonamiento utilizado con el Canon de Turín se repite con Manetón: su Historia de Egipto tiene valor histórico, hasta aquellos fragmentos en los que contenta al faraón diciéndole lo que quería oír. Más o menos lo que hacen hoy en día los hagiógrafos de los próceres independentistas latinoamericanos.

Las presuntas evidencias arqueológicas a favor de estas patrañas las examinaremos enseguida.

(30:30) El presente descubrimiento se debe al investigador español Manuel Delgado. Él fue el primero en percatarse de lo que guarda el Nuevo Museo Nubio. Todo un hallazgo que ofrecemos en primicia y que una vez más nos hace dudar de la cronología oficial. (30:49)

(30:50) Este huevo de avestruz fue descubierto en la Tumba 96 del Cementerio 102 en Nubia por el arqueólogo inglés Cecil Mallaby Firth. El hallazgo tuvo lugar en 1907, pero dada su naturaleza fue silenciado. Alguien dibujó sobre él y lo depositó junto al cadáver. Evidentemente se trataba de un objeto muy querido por el difunto. En una de las superficies pueden apreciarse los dibujos de un avestruz y algunas plantas. En la opuesta… ¡oh, sorpresa! Otra escena imposible. El curso del río Nilo y las siluetas de unas construcciones muy familiares: las tres pirámides de la meseta de Gizeh. (31:28)

(31:30) El hallazgo de este huevo de avestruz no tendría mayor importancia de no ser por un pequeño gran detalle. Según los investigadores, los restos humanos de la citaba Tumba 96 se remontan a la cultura Nagada I. Es decir, alrededor de 7.000 años. 7.000 años. Algo, en efecto, no cuadra. (31:55)

(31:56) Si la arqueología afirma que las pirámides de Gizeh fueron levantadas hace 4.600 años, ¿cómo es que aparecen dibujadas en una sepultura de hace 7.000? (32:08)

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No, no es que el descubrimiento haya sido “silenciado”, ¡es que nadie lo toma en serio! Lo que dice el señor Manuel José Delgado no es una acertada deducción, sino una tergiversación de lo que está en el huevo, la cual no ha sido avalada por expertos egiptólogos y arqueólogos, sino por páginas web de ufología. Las aparentes “pirámides” en la pintura del huevo de avestruz más bien son triángulos con rayas horizontales.

(32:10) Pero las pruebas que apuntan a un pasado mucho más remoto de lo que pretende la egiptología no terminan ahí. En 1991 volvió a encenderse la polémica. Esta vez, el protagonista fue Abu el-Hol, el Padre del Terror; nombre dado por los naturales de la región a la mítica Esfinge. (32:35)

(32:49) La Esfinge. Otro monumento emblemático de Egipto construido según la arqueología por el faraón Kefrén hace 4.500 años. (32:59)

(33:24) Lo que hoy podemos contemplar tiene escasa relación con la estampa original. En el pasado se hallaba totalmente pintada: el cuerpo de león en rojo y el tocado de la cabeza en azul, con rayas horizontales en amarillo. Portaba una barba postiza y por delante de esa barba aparecía una estatua a tamaño natural. Durante la invasión de los mamelucos, la Esfinge fue cañoneada y la nariz destrozada. (33:49)

(33:52) ¿4.500 años? ¿Por qué la arqueología sitúa la construcción de la Esfinge en esa época? En primer lugar, por el parecido del rostro con algunas de las estatuas de Kefrén. Y además por el hecho de hallarse muy próxima al templo funerario de dicho faraón. Aunque parezca increíble, eso es todo. (34:09)

(34:21) Y en 1991, como decía, los arqueólogos fueron arrinconados de nuevo contra las cuerdas. Un equipo de la Universidad de Boston, dirigido por el geólogo Robert Schoch, dio a conocer un estudio que retrasaba la construcción de la Esfinge en varios miles de años. Mediante la utilización de ondas sonoras y micrófonos especiales, los geólogos norteamericanos exploraron las rocas que forman parte de la Esfinge. El resultado fue asombroso. La zona delantera del monumento y parte de las paredes del foso que le rodea presentan una erosión de dos metros de profundidad provocada por las lluvias. (35:06)

(35:07) En la época de Kefrén, supuesto constructor de la Esfinge, esta región era un desierto. La única explicación a esa erosión acuática hay que buscarla en un clima especialmente húmedo, entre el 5000 y el 7000 a.C. (32:25)

(36:00) Al hablar del “gran jardín”, pudimos comprobar cómo todo el Norte de África, hace unos 12.000 años aproximadamente, se vio sometido a un dramático cambio climático. En otras palabras, la Universidad de Boston acertó. (36:14)

(36:23) Fue a partir de esa época, hace ahora unos 8.000 años, cuando los monzones perdieron fuerza y el Sahara entró en un lento pero progresivo proceso de desertización. Y fue justamente hace 4.500 años cuando la arqueología fija el momento de la construcción de la Esfinge, cuando estas tierras fueron definitivamente abandonadas por las lluvias. Kefrén, por tanto, no pudo levantar la Esfinge. Como mucho, quizá la restauró. El Padre del Terror estaba aquí desde mucho antes. La huella de las torrenciales lluvias registradas en el llamado Gran Húmedo Holocénico es incuestionable. (37:03)

Esa tesis fue refutada y se han revisado otras explicaciones posibles al fenómeno. En suma, se ignora que el viento también tiene un rol fundamental en la erosión de la roca de la esfinge, lo cual la haría lucir más antigua de lo que realmente es.

Cabe destacar que la datación de la esfinge no desmiente la datación de las pirámides, en particular la de Giza, que por el solo hecho de ser coetánea al Papiro de Wadi al-Jarf compromete enormemente la posición de Benítez y sus “expertos”.

(37:06) Y algo similar vino a suceder con el investigador Robert Bauval. Veinte años antes, este ingeniero egipcio se atrevió a difundir una hipótesis que conmocionó a los seguidores y amantes del Egipto faraónico. Para Bauval, las pirámides de Gizeh no son construcciones aisladas. Las tres forman parte de un plan unificado minuciosamente diseñado. Y para irritación de los arqueólogos más conservadores, formuló una teoría que volvía a poner en tela de juicio la ya desacreditada cronología oficial. La tesis de Bauval es conocida como la “Correlación de Orión”, es decir: el asombroso parecido en la disposición de Keops, Kefrén y Micerinos respecto a las tres estrellas que forman el Cinturón de Orión. Basta trazar una línea entre las tres pirámides y otra entre las estrellas del Cinturón para observar que sendas ubicaciones son casi idénticas. Casi idénticas, sí, pero no iguales. (38:15)

La teoría de Bauval no ha gozado de mucha credibilidad entre los expertos porque es demasiado fantasiosa. He visto que esa proposición circula mucho en publicaciones de New Age, astrología y ufología.

A lo sumo, la realidad sería mucho más prosaica. Es posible que haya habido alguna alineación, pero no habría tenido las connotaciones esotéricas ni la datación que sostiene Benítez. Según se ha investigado, la conexión entre Orión y las pirámides nada tiene que ver con los extraterrestres, sino a que los arquitectos egipcios usaban las estrellas como puntos de referencia para supervisar, en la noche, la construcción de estos edificios, y asegurarse que no hubiera desviaciones (en el día, les habría bastado con el Sol). Asimismo, se ha sugerido que esa observación astronómica ronda el año 2467 a.C., aunque a juzgar por los datos presentados tuvo que haber ocurrido un siglo antes.

Y eso es todo. Suponer que estas construcciones egipcias datan aproximadamente del 8.000 a.C. es contradecir el Papiro de Wadi al-Jarf, que es del siglo XXVI a.C. Por tanto, la idea de Bauval, aunque es interesante, es demasiado buena como para ser verdad.

(38:16) El ángulo de las pirámides es de 172º y el de las estrellas de Orión, en la actualidad, de 181. Bauval se percató de esta pequeña diferencia y tuvo una genial intuición. Con la ayuda de las computadoras retrocedió en la historia y descubrió que la alineación de las estrellas del Cinturón de Orión coincidía con la de las pirámides hace 12.500 años. ¿No son demasiadas coincidencias? Por un lado la geología demuestra que la Esfinge tuvo que ser construida en pleno Gran Húmedo, es decir, hace más de 9.000 años. Por otro el Papiro de Turín y Manetón aseguran que unos semidioses gobernaron el valle del Nilo hace 11.000 o 12.000 años, quizá más. También el huevo de avestruz hallado en la Tumba 96, en Nubia, nos dice que las pirámides existían ya hace 7.000 años. Y la tesis de Bauval pone punto final, insistiendo de nuevo en esa misteriosa fecha: 12.500 años. (39:15)

Según los hechos expuestos, todo eso es una patraña.

(39:22) Si tres indicios constituyen una prueba, qué podemos pensar cuando al menos se contabilizan cinco. Cinco indicios, sí, de momento. (39:34)

De los cinco indicios, cinco son fraudes. El quinto de ellos, teorizado por Bauval, es una brutal tergiversación de la astronomía egipcia en la Antigüedad. Así, los goles a favor del ufólogo español se reducen a cero.

(40:25) No. Las pruebas que contradicen la versión de la arqueología oficial no han concluido. ¿Recuerda usted esta pintura? Fue descubierta en el Tassili argelino. Según los arqueólogos tiene una antigüedad aproximada de 5.500 años. Probablemente mucho más. Se trata, en mi opinión, de un carro egipcio. ¿Pero cómo es posible? ¿Un carro egipcio a 2.500 kilómetros del Nilo? (40:55)

(41:00) ¿Un carro egipcio antes de que existiera Egipto? Si la arqueología dice que el primer faraón, de la I Dinastía, empezó a reinar 4.920 años antes del presente, ¿cómo explicamos esta pintura datada mucho antes? (41:19)

(41:20) No fue la única. En mis investigaciones por el Sahara pude descubrir cientos de ellas. En 1982, una síntesis de los trabajos de Henri Lhote sacaba a la luz un total de 600 carros pintados o grabados. A estos hay que sumar otros 400, distribuidos por Mauritania, Marruecos, Argelia, Libia, Mali y Níger. Más de 1.000 carros pintados o grabados a 2.000, 3.000 y 5.000 kilómetros del Nilo. Qué extraño; carros y conductores típicamente egipcios. Perfiles, tocados y vestiduras son elocuentes. ¿Carros y personajes egipcios en el corazón del Sahara? (42:13)

(42:14) Cuando interrogué a los arqueólogos, la mayoría se encogió de hombros. A decir verdad, estas pinturas no son cómodas. Algunas han sido fechadas en una época en la que, según la arqueología, carros y caballos no habían hecho acto de presencia en Egipto. Otras, como las del Tassili o el Fezzan libio, son mucho más escandalosas. Los análisis de las sustancias orgánicas contenidas en los pigmentos han sido desconcertantes: 6.000, 8.000 y hasta 9.000 años de antigüedad. (42:56)

(42:59) ¿Carros y conductores egipcios hace 9.000 años? Y casi sin querer, a la vista de estos documentos pictóricos, la memoria vuelve a poner en pie los hallazgos de la Universidad de Boston, el Papiro de Turín, la historia narrada por Manetón, las pirámides pintadas en el huevo de avestruz o el descubrimiento de Bauval. (43:22)

(43:24) Naturalmente, para la arqueología estas pinturas y grabados no tienen sentido. El caballo y los carros, dicen, entraron en Egipto hacia el 1700 a.C. Y lo hicieron con la invasión de los hicsos, un pueblo procedente de la Alta Siria, que gobernó la mitad oriental del Delta. Nuevo y grave error de la arqueología. El caballo y los carros, como demuestran estas pinturas y grabados, ya existían en el Sahara mucho antes de la XIII Dinastía. Otra cuestión es no que no quieran reconocerlo. Y es comprensible. Si los egipcios y su cultura proceden del Sahara, ¿en qué queda la supuesta hegemonía del Egipto faraónico? (44:16)

(45:06) Pero las imposibles pinturas egipcias en el Sahara, a 2.500 kilómetros del Nilo, no se limitan a carros al galope. Otras, para desconcierto e irritación de la arqueología, presentan escenas muy diferentes. Ofrendas. Personajes adornados con el ureus, la serpiente sagrada sobre las cabezas. Barcas igualmente egipcias. Vestimentas similares a las que lucen faraones y sacerdotes. Individuos de perfil, al más puro estilo egipcio. Pinturas todas ellas muy anteriores al Egipto faraónico. (45:56)

(46:03) ¿Barcas egipcias en pleno desierto? Si estas pinturas, como aseguran los confusos y confundidos arqueólogos, fueran tan sólo el testimonio de la influencia de la XVIII Dinastía en esta remota parte del Sahara, ¿cuál sería el sentido de las mismas? En esa época, durante la XVIII Dinastía, hace 3.500 años, esta zona era un desierto idéntico al que ahora vemos. ¿Barcas en un infierno de piedra y arena? ¿Y por qué ignoran la datación? Si estas pinturas se remontan a 9.000 años, entonces las barcas sí están justificadas. En esa época, como se recordará, el Sahara era un jardín con ríos tan anchos y caudalosos como el actual Amazonas. (46:47)

Todas estas afirmaciones atolondradas se hacen eco de los anacronismos, fraudes, tergiversaciones, falsificaciones, errores, sesgos, falacias y mentiras que he venido denunciando en los capítulos 8, 9 y 10 de esta investigación. Que haya citado por enésima vez al farsante de Lhote y las pinturas del Tassili es el colmo. Por tanto, ese tremendo cúmulo de argucias queda anulado y no tiene la menor validez probatoria.

(46:50) Pero las extrañas coincidencias van más allá. En esta tumba, a lo largo de más de 120 metros, hace 3.100 años, Ramsés III mandó pintar lo que se conoce como el Libro de las Puertas, una especie de cartografía del más allá, una síntesis de la religión del inframundo. La religión del río infernal. La religión que partió del Sahara y que posteriormente, con las migraciones, apareció entre los guanches, los íberos y los etruscos. ¿Casualidad? (47:31)

Tergiversación. Las descripciones del inframundo egipcio no están solamente en el Libro de las Puertas, sino en otros más, como el famoso Libro de los Muertos y el Libro del Amduat. Las concepciones religiosas de este “más allá” son distintas a las de la cultura guanche, íbera y etrusca; por tanto, esa comparación es engañosa (ya la desmentí en el capítulo 10).

(47:33) ¿Y qué decir de los cientos de representaciones de la vaca sagrada Hathor, del buey Apis, o del carnero Amón, todos egipcios con el disco solar entre los cuernos? ¿Cómo explicar que estas mismas imágenes podamos encontrarlas en las pinturas y grabados rupestres de Marruecos, Libia o Argelia? Grabados y pinturas, no lo olvidemos, de 9.000, 10.000 y 12.000 años de antigüedad, es decir, muy anteriores a los bóvidos egipcios. Para el que lo quiera ver, está muy claro. (48:06)

No se descarta que el Nilo haya recibido inmigrantes de las regiones occidentales del Sahara tras desertizarse, ni que los protobereberes hayan tenido algún contacto con los egipcios, pero no debe pasarse por alto que sus primeros habitantes tuvieron que haber provenido de las zonas surorientales, que están mucho más cerca.

De igual forma, tampoco debe olvidarse que Egipto tuvo Prehistoria, con sus escenas de cacería, etcétera. Para que tengan idea de su antigüedad, había pintura rupestre con figuras bovinas en el Paleolítico Tardío, cuyo comienzo está datado entre el 24.000 y el 30.000 antes del presente (ca. 22.000-28.000 a.C.), es decir, mucho antes del Período del Cazador en el Tassili.

Cualquier otra cosa se desploma sin que yo le dé empujones. Basta con soplar para que se caiga este castillo de naipes. Aún si la pintura del Tassili fuera anterior a las pinturas de bóvidos en el Egipto faraónico, ¿qué? Hay que estar muy mal de la vista como para no ser capaz de notar las enormes divergencias en la iconografía bovina de ambas culturas. La imagen de Hathor para nada se parece a la del Bubalus antiquus.

(48:07) El dios Sol o Amón-Ra de los egipcios, el Achamán de los guanches, o el Baal Hammon de los fenicios, tienen un origen común: el profundo y olvidado Sahara. (48:13)

Correlation is not causation, dicen los angloparlantes. Inti, dios venerado en la mitología inca, también era solar. ¿Vino del Sahara? No. Ahí se cae la tramoya.

(48:17) Puede que Herodoto y Diodoro de Sicilia tuvieran razón. Egipto, el Egipto faraónico, fue obra de los dioses. Ha llegado el momento de ser valiente. Para mí, hace 9.000 o 10.000 años, quizá más, alguien no humano descendió en el gran jardín, en el Sahara azul, y puso en marcha una gran cultura. Una civilización intuida en una lengua, una religión y unas costumbres comunes. Esos seres, esos dioses de cabezas redondas pintados en Tassili, podían proceder de Orión. Y ellos, o sus descendientes, levantaron estas magníficas e imposibles construcciones. (49:18)

Las evidencias mostradas arriba, así como en los tres capítulos anteriores de esta indagación escéptica, han demostrado que estas afirmaciones son 100% falsas.

(49:45) ¿Cree usted que se trata de un sueño? Schopenhauer decía que toda verdad, al nacer, es ridiculizada y perseguida. Demos tiempo al tiempo. Algún día, el hombre se verá obligado a escribir de nuevo la historia. (49:57)

Un refrán popular dice que la mentira tiene piernas cortas. En lo que a su montaje ufológico respecta, señor Benítez, no se tome la molestia de esperar a que el tiempo le dé la razón, porque no la tiene. Su única verdad es una falsedad que cometió un error básico, pero tan garrafal, que arruinó todo su pseudodocumental: contar la historia de las pirámides desde la IV Dinastía, como quien narra la historia del automóvil desde el 2017.

¿Que la pirámide de Giza es el culmen de la arquitectura egipcia? Por supuesto que sí. Pero el diseño de su forma no salió de la nada ni fue insuflado por seres superiores, sino que fue un perfeccionamiento por ensayo y error; esto de por sí prueba el incontestable carácter humano de estas estructuras funerarias, las cuales pasaron por etapas de continuo desarrollo. Todo partió con las mastabas, como la de al-Fir’aun, en Saqqara. Después fue refinando su forma en construcciones como la pirámide escalonada de Imhotep y la acodada de Seneferu. A la postre, esta evolución tuvo su cenit con la de Keops, apenas imitada por la de Menkaure.

Parece que el ufólogo español se ha fumado una lumpia con el Tassili argelino. Desde que habló del anillo de plata, no dejó de crearnos una desquiciada aventura que se extendió en cuatro aburridísimas partes que debieron reducirse, cuando mucho, a dos. El tema se centró en la presunta relación de los bereberes con varias culturas foráneas. Con excepción de la guanche, en la que sí hay evidencias científicamente contrastadas, las civilizaciones mediterráneas y la Egipcia tienen orígenes muy bien conocidos por los especialistas. La historia, que no se reescribe sino que se corrige con hechos demostrables, tiene todavía vacíos por llenar, pero ese no es un argumento válido para montarse una locademia de arqueología que venda una versión distorsionada del pasado africano.

Chao. Nos vemos en la próxima entrada.

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Capítulo 1 – ¿Cuál huella?

Capítulo 2 – La isla bonita

Capítulo 3 – Hache dos o

Capítulo 4 – Yisus Craist

Capítulo 5 – Secreto de uno, de ninguno

Capítulo 6 – Dios es tracalero

Capítulo 7 – Una “cajita feliz”

Capítulo 8 – Palito-Cerito-Palito

Capítulo 9 – Sahara vivo

Capítulo 10 – Sahara muerto

Capítulo 12 – Mirlo fantasma

Capítulo 13 – Las metras alienígenas

Capítulo 14 – ¿De dónde vino el fraude?

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2 comentarios en “Planeta desencantado. Capítulo 11 – Locademia de arqueología

  1. Lo que Dib benitez dijo de que los egipcios no pudieron construir las piramides porque vivian en la «edad de piedra», suena muy parecido a lo que dicen los conspiranoicos negacionistas de la llegada a la luna, en que afirman que haber ido a la luna era imposible, porque segun estos «eggspectos» los aviones y toda la aeronautica era «primitiva» y el supuesto tamaño de las computadoras que tenian en esa epoca. O que toda esa tecnologia estaba en «pañales»

    Como que si no hubieran hecho otros monumentos: como stonehenge. Y hablando de piedra. Parece que los unicos que estaban en la edad de piedra eran los ets de Dib, porque este «documental» da a uno la impresión de que tenian tecnologia de los picapiedras: no conocian otro material que la roca para construir las piramides. ¿para que se gastaron tanta tecnologia para recorrer años luz?… para tan solo dejar vestigios con ¡Piedra!

    Saludos

    • Buenas, Ricardo, gracias por comentar. Esas observaciones que haces son exactas, no hallo argumentos mejores que esos. Además, complementan muy bien las refutaciones que he desarrollado en toda esta entrada.

      Ah, la cuestión del alunizaje con el Apolo 11 es para el capítulo 12 de esta serie. No te la pierdas. No es apta para conspiranoicos.

      Saludos.

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