¡Hola, amigos! Tenía tiempo inactivo en el blog, pero poco a poco voy retomando la normalidad, en la medida que me es posible. Pero dejémonos de charlas y vamos al epicentro de la cuestión: la séptima entrega de Planeta encantado, que se titula Una caja de madera y oro. Esta es, de hecho, la tercera que se dedica a la religión, por lo que nuevamente hay que tener muchísimo cuidado con las afirmaciones de J.J. Benítez, quien todo este tiempo ha hecho proselitismo de su fe urantista, con pizcas de ummoísmo. Bastante nos ha mentido el ufólogo español, y no creo que en esta ocasión haya decidido redimirse de sus pecados.
En este episodio utilizaré fuentes de más fácil lectura (con especial énfasis en el Volumen I de la Guía de la Biblia de Isaac Asimov, y también en la Encyclopedia of Ancient Egypt de Margaret R. Bunson) y procuraré ser más breve, porque Benítez una vez más no dejó material para fotocapturas interesantes. Por tanto, me limitaré a lo que dice la transcripción del pseudodocumental, de la que haré una selección de fragmentos que hablan directamente del tema, que es el Arca de la Alianza.
(0:20) Y dijo Yavé a Moisés: “sube hasta mí, al Monte, quédate allí y te daré las tablas de piedra. La Ley y los Mandamientos que tengo escritos para su instrucción”. Y subió Moisés al Monte, y la nube cubrió el Monte, la gloria de Yavé descansó sobre el Sinaí y la nube lo cubrió por seis días. Moisés entró dentro de la nube y permaneció en el Monte cuarenta días y cuarenta noches. (0:52)
Según el libro del Éxodo (24:12-18).
(2:57) Y Yavé habló a Moisés y le dijo: “harás un Arca de madera de acacia de dos codos y medio de largo, codo y medio de ancho y codo y medio de alto. La revestirás de oro puro, por dentro y por fuera la revestirás. Harás también varales de madera de acacia que revestirás de oro, y los pasarás por las anillas de los costados del Arca para transportarla. Los varales deben quedar en las anillas del Arca y no se sacarán de allí, y en el Arca pondrás el testimonio que yo te voy a dar”. La península del Sinaí: más de 62.000 kilómetros cuadrados estratégicamente situados entre África y Asia, un desierto sofocante habitado por 200.000 personas (la mayoría beduinos) y gobernado por la cadena montañosa del Sinaí, el desierto del Éxodo; un vasto complejo granítico en el que se alcanzan 50º y 60º C durante el día y hasta 20º bajo cero durante la noche. Un macizo desnudo, antaño poblado por el leopardo y por el que serpentean los caminos más antiguos del mundo. (3:57)
Éxodo (25:10-16). Pasaré por alto los datos geográficos y demográficos del Sinaí, que pueden ser ciertos, aunque no dan más veracidad a lo que dice Benítez.
No van ni diez minutos de filme y ya estoy bostezando.
(3:59) Aquí, en la llamada Montaña de Dios, en este lugar emblemático para judíos y cristianos, nace la historia del Arca de la Alianza, un objeto cuya pista se ha perdido y que sin embargo continúa levantando polémica. Un objeto santo que llegaría a provocar más de un millón de muertos. Una historia repleta de dudas, leyendas y contradicciones. Sabemos muy poco de ella, pero lo que conocemos es tan fantástico como terrorífico. No pretendo desvelar su misterio; ¿quién podría hacerlo? Me limitaré a contar lo más sobresaliente de aquella increíble aventura. (4:42)
¿Polémica? ¿Historia? ¿Misterio? Ja, ja, ja, ja, ja… Eso quisiera Benítez, porque la verdad sobre este entresijo es que los relatos del Éxodo y del Arca de la Alianza son patrañas, al menos en su mayor parte. Así de simple lo digo, y trataré de explicar el por qué.
La Biblia, en el Antiguo Testamento (más específicamente en cuatro de sus libros: Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio), narra la huida de los israelitas de Egipto y su llegada a la Tierra Prometida. Sin embargo, esta diáspora no tiene fundamento de ninguna clase y la historia que aparece en las dizque Sagradas Escrituras se compuso con rasgos que son más característicos de un mito fundacional que de un texto historiográficamente creíble. De hecho, se ha sugerido que partes del texto están inspiradas en la literatura cananea y mesopotámica.
En síntesis: según los estudios realizados hasta la fecha, no hubo peripecias bíblicas de los “refugiados” israelitas. Como relato de ficción es fenomenal, pero como una relación documentada de la historia antigua no lo es. Simplemente es un texto de contenido y significado religioso, sin sustento en la realidad.
(5:09) Tras sacar al pueblo hebreo de Egipto, Moisés lo conduce por el desierto. En las cercanías del Sinaí, Bethsalel y sus artesanos construyen el Arca. Y Moisés guarda en ella los Diez Mandamientos, las tablas de piedra de la Ley. Y empiezan los prodigios. (5:20)
(5:41) Durante cuarenta años, los hebreos deambulan por las cañadas, los macizos de granito rojo de la gran península sinaítica. El Arca permanece con ellos oculta bajo la tienda de la reunión. Una extraña y singular nube la cubre, y cuando esa nube se pone en movimiento el pueblo levanta el campamento y la sigue. De día brillaba al Sol y de noche era roja como el fuego. (6:04)
(6:10) Y el Arca, asegura la tradición rabínica, tenía incluso la virtud de volar. Y así lo hacía cuando Moisés lo solicitaba. (6:18)
(6:28) Tras cuarenta años en este desierto, Moisés prosigue su camino hacia el Norte, alcanzando finalmente el monte Nebo, en la costa nororiental del Mar Muerto. Desde allí contempla la Tierra Prometida y al parecer muere. Contaba 120 años de edad. Hasta el día de hoy nadie sabe dónde fue sepultado. (6:49)
Ver refutación anterior. Esto es historiográfica y arqueológicamente falso, al menos en lo que concierne a la versión de la Biblia, que tendría credibilidad si los registros egipcios dieran fe de los israelitas en tierras faraónicas y de su esclavización (lo contrario debe decirse de los asirios y los babilonios. Aquí sí hay pruebas de que los mataron y sometieron). Se ha buscado hasta debajo de las piedras, pero no se ha encontrado rastro alguno de emigraciones masivas que hayan cruzado el Mar Rojo desde el Norte de África hasta Asia Menor.
Sin embargo, lo más parecido a ese exilio de los israelitas fue la expulsión de los hicsos. Lo que debe precisarse al respecto es que los hicsos controlaron el Delta del Nilo hasta que fueron derrotados por los egipcios (aproximadamente entre el año 1570 y 1550 a.C.), quienes los obligaron a replegarse hasta Siria. La composición del Éxodo, por su parte, no se pulió hasta bien pasado el siglo VII a.C., por lo que hubo un amplio margen de tiempo para que la tradición oral surtiera sus efectos, es decir, para que escribiera la versión de la historia que mejor le convenía.
En el Éxodo, por consiguiente, los israelitas demonizan a los egipcios por agravios que nunca les hicieron, olvidando adrede que los habitantes de Asia Menor (verbigracia los cananeos) estaban en la morada del faraón como inmigrantes que se beneficiaron del imperio regado por las aguas del Nilo. Los que estaban en cautiverio eran prisioneros de guerra reducidos a la esclavitud.
Lo demás cae por su propio peso.
(7:22) Josué, el nuevo caudillo, escuchó la voz de Yavé, y siguiendo sus órdenes condujo al pueblo hasta las orillas del Jordán. El Arca fue alzada sobre los hombros de los sacerdotes y marchó a la cabeza de los hebreos, y al tocar las aguas el río se detuvo. Y dice el libro de Josué: “las aguas que bajaban de arriba se detuvieron y formaron un solo bloque a gran distancia, mientras que las que bajaban hacia el mar de la sal se separaron por completo, y el pueblo pasó frente a Jericó. Los sacerdotes que llevaban el Arca de la Alianza de Yavé se estuvieron aquí firme, en seco, en medio del Jordán, mientras que todo Israel pasaba en seco hasta que toda la gente acabó de pasar el Jordán”. Y cuenta la Biblia que por delante del pueblo cruzaron unos 40.000 guerreros armados dispuestos al combate y hacia la llanura de Jericó, y me pregunto: ¿cuánto pudo durar el milagro? Según los especialistas, amén de sus 40.000 guerreros, el grueso de las doce tribus de Israel podía oscilar entre 250.000 y 500.000 almas, sin contar rebaños, carros y animales en general. (8:41)
(8:43) ¿Qué clase de artefacto era el Arca? ¿Cómo pudo inmovilizar un cauce con un volumen aproximado de 500 metros cúbicos por minuto? (8:52)
(9:02) Algunos exégetas tratan de explicar el prodigio afirmando que el corte de las aguas fue provocado por un seísmo que taponó el río con los bloques de marga existentes en la zona de Adam. El razonamiento no es convincente, ya que según el libro de Josué las aguas volvieron a correr cuando el Arca salió del cauce. Y con toda razón, al conocer la extraordinaria noticia, reyes y súbditos de la vieja Palestina se estremecieron. Y Yavé consiguió un doble efecto: impresionar una vez más a su pueblo y minar la moral de los cananeos, los legítimos propietarios de una tierra que estaba a punto de ser expoliada. (9:46)
La escena de Josué (3:7-17) es una reminiscencia del Éxodo (14:21-31), por lo que resulta evidente el elemento poético de la repetición. Las interrogantes sobre su duración, el número estimado de personas que intervinieron en este evento y los milagros del Arca de la Alianza son irrelevantes por ser puras especulaciones sin asidero lógico; tratar de contestarlas es como sentarse a divagar en la inmortalidad del cangrejo.
(10:00) Días más tarde, el Arca de la Alianza actuaría de nuevo. Eso al menos es lo que se deduce del capítulo 6 del libro de Josué. Yavé volvió a dirigirse a Josué y le dijo: “mira: yo pongo en tus manos a Jericó y a su rey. Vosotros, valientes guerreros, todos los hombres de guerra, rodearéis la ciudad dando una vuelta alrededor. Así harás durante seis días. Siete sacerdotes llevarán las siete trompetas de cuerno de carnero delante del Arca. El séptimo día daréis la vuelta a la ciudad siete veces, y los sacerdotes tocarán las trompetas. Cuando el cuerno de carnero suene, cuando oigáis la voz de la trompeta, todo el mundo prorrumpirá en un gran clamoreo, y el muro de la ciudad se vendrá abajo, y el pueblo se lanzará al asalto”. (11:08)
(11:20) Y así fue. Los altos y robustos muros cayeron, y miles de personas, incluyendo niños, mujeres y ancianos, fueron pasadas a cuchillo. Y el pueblo hebreo, una vez más, quedó sobrecogido ante el mortífero poder del Arca. (11:37)
Según Josué (6:2-21). En el mismo libro, una prostituta fue la única sobreviviente de la matanza (Jos. 6:25), tras la cual el héroe israelita maldijo la ciudad (Jos. 6:26), que en efecto existió, aunque la historicidad de la batalla es prácticamente nula. Jericó tuvo murallas, pero parecía más un poblachón en ruinas que una fortaleza; además, la urbe fue atacada por los egipcios y permaneció abandonada durante la época en que supuestamente ocurrió el enfrentamiento con los cananeos.
(11:40) Y durante algo más que un siglo, el Arca de la Alianza quedaría en el olvido. Fue hacia el año 1000 a.C., cuando la misteriosa caja de madera y oro entra de nuevo en escena. ¡Y de qué forma! Los filisteos, el mítico pueblo llegado del mar y que en aquel tiempo ocupaban las costas de Israel, desafiaron al rey David. Las batallas se sucedieron, y en una de ellas, ante la gravedad de la situación, los hebreos, recordando las antiguas hazañas del Arca, optaron por sacarla del santuario de Siloé, donde había permanecido largo tiempo. Esta vez, sin embargo, los designios de Yavé eran otros. El ejército israelita fue derrotado, y ante el asombro de todos, la temida Arca cayó en poder de los filisteos. Y el pueblo hebreo vivió uno de los momentos más trágicos de su historia. (12:30)
(12:32) Pero el Arca no había perdido su poder, y los filisteos supieron de su fuerza destructiva. Las ciudades de Asdod, Gat y Ekrón resultarían asoladas por sendas plagas de ratas y tumores. Siete meses duró la tragedia, y los filisteos, comprendiendo, tomaron la decisión de deshacerse del Arca. La colocaron sobre un carro y los bueyes, sin conductor, tiraron de ella, y el Arca fue a detenerse en Bet-Semés, un pueblo hebreo. Pero el sanguinario Yavé no había dicho la última palabra. La alegría de los hebreos duraría poco. El Arca fue depositada sobre una gran piedra. Y una noche, movidos por la curiosidad, algunos de los jóvenes burlaron la vigilancia y abrieron el Arca, y miraron en su interior. Yavé, entonces, desató su cólera y un fuego implacable terminó con la vida de los habitantes de Bet-Semés. En total, 50.070 víctimas. (13:44)
Según el libro 1º de Samuel (4:1-11, 5:1-12, 6:1-19). No hay evidencias más allá de la Biblia que demuestren la existencia de esta masacre en Bet-Semés; cuando mucho, exégesis rabínicas basadas en interpretaciones. En suma, las traducciones difieren en la cantidad de muertos en Bet-Semés; algunas prefieren la exorbitante e inverosímil cifra de 50.070, pero otras se decantan por sólo 70, mientras que una de ellas habla confusamente de “setenta varones y cincuenta mil hombres” (de los cincuenta mil, ¿setenta eran varones? Que alguien me aclare la duda, por favor, porque no entiendo).
(13:45) En 1930, una expedición arqueológica dirigida por Robertson y Plo-Guy descubriría en Bet-Semés miles de esqueletos calcinados. Cuando visitamos las ruinas, hubo algo que me llamó la atención: muchas de las piedras aparecían extrañamente carbonizadas. Los escasos supervivientes de Bet-Semés, al igual que sucediera con los filisteos, no consintieron que el Arca siguiera en sus tierras. Y fue trasladada a las colinas de Quiryat-Yearim; hasta que un día, hacia el 928 a.C., el joven rey David decidió designar a Jerusalén como la capital de Judá. Y quiso que el Arca de la Alianza estuviera presente en la recién estrenada capital del reino. Y las desgracias siguieron acompañando al Arca. (14:47)
Osamentas y piedras quemadas las hay por doquier. Sin embargo, atribuir la causa a un arma de destrucción masiva es irresponsable, pues ignora que la ciudad pudo haber sido incendiada montones de veces durante años, y que incluso los cadáveres pudieron haber sido incinerados para evitar la propagación de pestes.
¿La verdad? Sabrá Pepe. La Biblia (1 Sam. 6:19) sólo dice que Dios hirió de muerte a los fisgones del Arca de la Alianza, mas no dice cómo. Lo que se desprenda de ahí es mera interpretación, exégesis y especulación.
(14:49) Esta vez ocurrió en el traslado desde las colinas de Quiryat-Yearim. A un lado, vigilante, caminaba Uza, uno de los hebreos que la había guardado durante esos veinte años. De pronto, al llegar a la era de Nakom, lo accidentado del terreno puso en peligro la estabilidad de la carreta y del Arca. Y Uza, tratando de evitar el vuelco, extendió la mano, sujetándola. El libro segundo de Samuel es contundente: “entonces, la ira de Yavé se encendió contra Uza; allí mismo le hirió Dios por este atrevimiento y murió allí junto al Arca de Dios”. (15:35)
(15:40) No es difícil imaginar la irritación del rey David al ver caer al voluntarioso Uza. ¿Qué mal había hecho? Y David suspendió el traslado a Jerusalén. Tres meses después, los rabinos informaron al rey; la familia que fue designada para guardar la mortífera Arca había prosperado espectacularmente. Sólo entonces fue recibida en Jerusalén. (16:09)
Según el libro 1º de Crónicas (13:5-14). El David bíblico posiblemente existió como personaje histórico, aunque Jerusalén era en esos años un poblado pequeño, por lo que el Reino de Israel era, más bien, un modesto principado.
(16:25) Y ahí comienza la última y decisiva etapa del Arca de la Alianza, la más oscura y enigmática. A David le sucedió su segundo hijo, el no menos mítico Salomón. Corría el año 961 a.C. El Arca seguía oculta bajo una tienda. Sólo el sumo sacerdote podía llegar hasta ella, y una vez al año; y siempre envuelto en una nube de incienso. Y cuentan las crónicas que Salomón fue bendecido por el Arca. Compuso 1.000 cánticos y fue el autor de 3.000 proverbios. Hablaba con los árboles, con los peces, con las aves y con las bestias. Y su poder sobre la naturaleza fue tal, que el nombre de Salomón sería utilizado como talismán. (17:15)
(17:20) Pero la sabiduría no fue la única bendición. Salomón ingresaba cada año 666 talentos de oro, es decir, algo más de 9 millones de dólares. Su flota y comercio se extendieron en todas direcciones, llegando incluso a las remotas tierras de la India y China. Y agradecido, construyó para el Arca un lujoso y deslumbrante templo; el primer templo de Israel. Una vez terminado, Yavé se apareció a Salomón haciéndole una clara y trascendental advertencia: si seguía sus mandatos y preceptos todo iría bien, pero si él o sus hijos volvían el rostro hacia otros dioses, aquel templo sería destruido e Israel quedaría como escarnio de todos los pueblos. (18:14)
(18:47) Fue durante la construcción del templo, cuando Salomón solicitó ayuda a los grandes mercaderes del mundo conocido. Tamrin fue uno de ellos, y acudió a la llamada del gran rey con un importante cargamento de zafiros, ébano e incienso. Tamrin contempló la obra de Salomón y quedó impresionado. Y al regresar, trasladó a su reina las singulares dotes y el poder que adornaban a Salomón. Esa reina era Makeda, la bella etíope que gobernaba el reino de Saba. (19:26)
Los siguientes eventos están referenciados en la Biblia: ubicación del Arca bajo una tienda (2 Sam. 6:17, 11:11), grandeza y sapiencia de Salomón (1 Re. 4:29-33, 10:14-29), segunda aparición de Dios a dicho monarca (1 Re. 9:4-9) y construcción del templo (1 Re. 5-7).
Queda pendiente la historicidad de Salomón. Es probable que haya existido, como David, pero las afirmaciones sobre su estrambótico reino son endebles por la falta de evidencia sólida. En sí, las excavaciones arqueológicas han mostrado que su reino tuvo un desarrollo económico y arquitectónico inferior al de los imperios rivales en Asia Menor.
(19:34) La reina de Saba no lo dudó. Su país era rico en especias y resinas aromáticas, como el incienso y la mirra, y quiso fortalecer las relaciones comerciales con el poderoso vecino del Norte. Esa en realidad fue la razón principal que movió a la joven virgen a viajar hasta Jerusalén. Un viaje de 2.500 kilómetros, un dato que dice mucho sobre el coraje y la fuerte personalidad de la reina de Saba. Makeda también quedó deslumbrada. Y esa misma leyenda tomada de la Gloria de los Reyes, el libro que narra la épica nacional etíope, nos dice que al final de su estancia en Jerusalén, Makeda fue seducida por el mujeriego Salomón. Y Makeda parte hacia Saba sin saber que está embarazada. (20:27)
Ciertamente, en el relato bíblico Salomón y la Reina de Saba se conocieron, aunque la mención a la soberana etíope apenas ocupa trece versículos, sin entrar en mayores detalles (1 Re. 10:1-13). Tiempo después, Dios castigó a Salomón, mas no por haber sido el donjuán de Israel, sino por haberse vuelto idólatra debido a la influencia de sus esposas, concubinas y amantes (1 Re. 11:1-25).
De la Reina de Saba no se conocen más que leyendas popularizadas en la tradición etíope, sin registros históricos que demuestren la existencia de esta mujer, la visita de su embajada a Israel y la paternidad hebrea de su hijo Menelik. Aunque en este mundo de locos, todo es posible, considerando que la distancia entre Saba e Israel es relativamente corta (el dominio de Makeda abarcaba lo que es hoy Etiopía y Yemen).
Pero de la posibilidad a la realidad hay un gran trecho. El Kebra Nagast se escribió en el siglo XIV de nuestra era, así que hubo muchos años para que se acomodara la literatura oral al formato escrito, con una versión “definitiva” de los “hechos” que transcurrieron en sus 117 capítulos. Me tomé la molestia de hojear la traducción al inglés de E.A. Wallis Budge (que usaré como referencia más abajo) y pueden constatarse las manipulaciones deliberadas de ese libro “sagrado” que fascina a los rastafaris.
(20:31) Antes de abandonar Jerusalén, Salomón le hace entrega de un anillo y le dice: “si tuvieras un hijo mío, envíamelo. Si porta este anillo, sabré que yo soy su padre”. El niño creció y, al llegar a los 18 años, Makeda lo envía ante Salomón. Y Salomón le da un nuevo nombre: David, en memoria de su abuelo. (20:54)
Según el Kebra Nagast, capítulo 31. El capítulo 39 dice que el nombre de este hijo se lo dieron dos sacerdotes cuando lo coronaron rey de Etiopía, no su padre Salomón.
(20:56) Y llega el día de la despedida. Salomón decide que el hijo de Makeda sea escoltado hasta Saba por un millar de jóvenes, hijos de los principales dignatarios de Israel. La orden de Salomón no gusta a los israelitas, y según la leyenda etíope sucede un hecho desconcertante. Uno de los jóvenes elegidos para acompañar al hijo de la reina de Saba maquina un plan para vengarse de Salomón. El tal Azarías, hijo de Zadok, el sumo sacerdote, se las ingenia para robar el Arca de la Alianza, dejando en su lugar una réplica. Y la comitiva se pone en marcha; pero algo extraño sucede. Y según el libro sagrado de los etíopes, según reza en la Gloria de los Reyes, el poder del Arca cubrió de nuevo a los caminantes. Sin saber cómo, hombres y carretas fueron elevados en el aire, y transportados así hasta el vecino Egipto. Y planeando como el águila sobre el viento, la expedición gana las orillas del Nilo en un solo día; un trayecto que exigía trece jornadas. (22:10)
(22:11) A su paso por Egipto, los ídolos son derribados. (22:14)
Según el Kebra Nagast, del capítulo 45 al 48, aparte del 52, 53 y 59.
(22:33) Finalmente, el poder del Arca los deposita en el corazón del reino de Saba. (22:37)
He de suponer que debieron hacerlo, aunque no recuerdo que el Kebra Nagast hable de este acontecimiento. Imagino que debe ser alguna versión de la tradición etíope.
(24:02) Los cristianos etíopes se aferran a la leyenda y aseguran que el Arca, una vez en el reino de Saba, fue escondida en un viejo monasterio, en la orilla oriental del lago Tana. (24:11)
(25:34) La noticia nos fue confirmada por Abba Bayé, el viejo guardián del monasterio. (25:39)
(26:26) Y aquí permaneció durante 1.100 años, hasta que el rey Ezana se convirtió al cristianismo, en el 303 de nuestra era. Entonces, aseguró Abba, el Arca fue trasladada a la ciudad de Aksum, la capital del reino de Makeda. (26:45)
Puede ser posible, pero no hay registro histórico fiable de estos eventos.
(27:34) Y digo bien: una bella e imposible leyenda. Imposible, porque de ser cierta la maquinación de los jóvenes judíos, la Biblia a buen seguro la hubiera registrado. El robo del Arca de la Alianza, como sucedió en el caso de los filisteos, habría llenado de amargura al pueblo hebreo, y Salomón hubiera perseguido a los profanadores hasta el fin del mundo. (28:00)
Correcto. Ahondemos un poco más el por qué.
De acuerdo al capítulo 50 del Kebra Nagast, la tristeza de los hebreos se produjo por la partida de David (Menelik I, para los etíopes). No obstante, el capítulo 56 del mismo libro dice que Salomón se dio cuenta del robo del Arca al abrir las puertas del templo y observar que en el pedestal había una imitación. El lamento del monarca israelita se desenvuelve con más pesar en el capítulo 60.
La Biblia, empero, contradice el folclor etíope. En varios de sus pasajes, las Sagradas Escrituras sugieren que el Arca original aún existía después de morir Salomón y que ésta todavía estaba en Israel; en sí, se produjo el descubrimiento de las tablas con los diez mandamientos (Cfr. 2 Re. 21:8-18 y 2 Cr. 34:14-21). Asimismo, hay menciones póstumas del Arca, en diversidad de circunstancias y testigos (2 Cr. 35:3, 2 Mac. 2:1-8, Jr. 3:16-17 y Ap. 11:19).
Y hasta ahí lo dejo. Porque refutar la Biblia con el Kebra Nagast es como refutar la Torá con el Corán, o todos los anteriores con el Bhagavad Gita.
(29:38) La investigación, por supuesto, no fue sencilla. Los propios etíopes aparecen divididos a la hora de fijar el itinerario que siguió el Arca desde su hipotética llegada al reino de Saba. Para algunos, la joven reina Makeda, al recibir a su hijo y a los 1.000 dignatarios judíos, eligió una fortaleza que llevaba su nombre para guardar y custodiar el preciado tesoro. Ese lugar era conocido como Dabra Makeda. Y la reina, según la Gloria de los Reyes, protegió el Arca con 300 soldados. (30:16)
Bueno, según el capítulo 85 del Kebra Nagast, sí.
(30:39) Pero existe incluso una tercera versión. Para otros etíopes, nada más pisar Saba, el Arca de la Alianza fue trasladada a las montañas de Tigray, en la frontera con la actual Eritrea. Y allí, en una ermita excavada en las paredes rocosas del monte Fashi, permanecería hasta el siglo IV de nuestra era, cuando el citado rey Ezana la condujo a la capital del reino, Aksum. (31:05)
(31:9) Según esta versión, en la región de Tigray sobrevivieron los descendientes de aquellos 1.000 jóvenes israelitas que escoltaron el Arca robada y al joven hijo de Makeda. Son los falashas, los judíos negros, una supuesta tribu perdida en África. Unos etíopes que conservan buena parte del ritual y de los preceptos de Moisés. Unas gentes que se autodenominan Beta Israel, “la casa de Israel”. Un pueblo que acepta y cree en el traslado del Arca hasta Saba. (32:54)
(33:03) Y así nos lo confirmaron. Para ellos no hay la menor duda; el Arca y las Tablas están en Etiopía. (33:10)
(33:43) En 1531, la supuesta Arca cambia nuevamente de emplazamiento. Las tropas musulmanas de Ibrahim, alias “el zurdo”, atacan Aksum, y los etíopes cristianos la sacan de la ciudad, escondiéndola en la pequeña isla de Tulu-Gugo, en el lago Ziway. (34:00)
(35:35) Ciento treinta años después, el Arca retorna de nuevo a Aksum. Y allí continúa, según los etíopes. (35:43)
De conformidad con los argumentos que se expondrán más adelante, eso es probablemente falso. Que la tradición etíope y sus sacerdotes digan lo que quieran, pero si niegan la carga de la prueba con relación a la presencia del Arca de la Alianza en su país, están fregados.
¡Ah, esperen! ¡Pero si es que los etíopes no son los únicos que dicen eso! En diversas partes del globo, más de uno jura firmemente que el Arca de la Alianza está en su país. Para unos, está en Israel, mientras que para otros está en África Meridional, Francia, Italia, el Reino Unido, Irlanda, Egipto ¡e incluso en los Estados Unidos!
¡Jajajajajajajajajajaja! ¿Pueden creerlo? ¡Es una locura! ¡Y en Etiopía hay una réplica del Arca en cada iglesia!
(35:54) Fue inútil; en toda nuestra aventura por Etiopía no conseguimos una sola pista sólida y fiable. El Arca, dicen, está aquí. Pero nadie la ha visto. Todo son conjeturas, sospechas. Todo es fe; una fe, eso sí, capaz de levantar iglesias como las de Lalibela. (36:12)
(39:22) Y ha sido justamente esa fe la que ha mantenido a Etiopía frente al hambre, las guerras y la desolación. (39:29)
En África, la fe mueve montañas de pobreza, desnutrición y muerte. Vaya utilidad la del Arca, ¿no te jode?
(40:39) Sin embargo, el pensamiento y las miradas de 30 millones de etíopes que profesan el cristianismo, casi la mitad de la población, están puestos en una pequeña capilla de esta ciudad: Santa María de Sión, el templo más sagrado y en el que según la tradición se guarda el Arca de la Alianza. Un Arca que nadie puede ver. Un Arca custodiada día y noche por un monje: el Abba Tekelu, que no permite que se le fotografíe. (41:21)
¡Pamplinas! Eso dicen en muchas partes de Etiopía y del mundo.
(41:23) Hablamos con Abba Mekonen, custodio de los tesoros de Santa María de Sión, pero fue inútil. Aquí, según él, se encuentra la verdadera Arca, la que fue robada al rey Salomón. ¿Ver el Arca? Negó con la cabeza y exclamó: “ni siquiera Haile Selassie, el emperador, pudo verla. Si usted lo hiciera, si llegara a contemplarla, añadió, desaparecería, se volvería invisible, en el mejor de los casos quedaría ciego o paralítico”. (41:57)
Si usted lo hiciera, probaría que los sacerdotes etíopes son unos estafadores. Pero como bien sabemos, usted es un periodista del misterio al que le conviene vivir de la credulidad ajena.
He aquí, damas y caballeros, la diferencia elemental entre la ciencia y la religión. Mientras la ciencia exige el aporte de pruebas sólidas de las afirmaciones, la religión pide que éstas no se den, o que se den evidencias falsas. Para la fe, cualquier excusa vale.
(42:02) El guardián del Arca es igualmente sagrado. Nadie debe filmarle. Planeta encantado, sin embargo, lo consiguió. (42:15)
(43:07) Y después de tres días de paciente espera, nuestras cámaras lograron sorprenderlo junto a la reja que cierra el pequeño santuario. Estas son las únicas imágenes existentes en el mundo del Abba Tekelu, el mítico guardián del Arca de la Alianza. (43:25)
Vaya primicia. Mamarro de viaje a Etiopía, filmar a un anciano que no quería ser filmado… ¿Y todo para qué? ¿Para luego desechar la versión africana del Antiguo Testamento?
(44:11) Es preciso ser sincero. Los etíopes no lo aceptan; pero ahí, en la capilla que tengo a mi espalda, jamás estuvo el Arca de la Alianza, al menos la auténtica. Tanto la historia como el sentido común lo niegan, se trataría en todo caso de un bello sueño, un deseo imposible. (44:33)
Ni ahí, ni en ningún lugar, salvo que demuestren fehacientemente lo contrario.
(44:35) Insistir no tenía sentido. Abba Tekelu es un hombre especialmente entrenado para este tipo de visitas y preguntas. Tiene 74 años y lleva 4 como guardián del Arca, y así continuará hasta el día de su muerte. Jamás se aleja de la capilla, hacerlo sería el peor de los sacrilegios. Abba Tekelu es el único mortal que puede ver el Arca. Y fue a lo largo de la investigación cuando descubrí algo que aclaró mis ideas en esta oscura y delicada historia. (45:12)
Vamos, Benítez: si usted hubiera hecho esa investigación antes, no hubiera perdido su tiempo y su dinero en un viaje que no tenía sentido. Pero queda claro que con tal de hacer su pseudodocumental vendehumo, se habría ido hasta la Cochinchina.
(45:13) La fe de los etíopes en el Arca y en el hecho de que fue robada y trasladada al reino de Saba se sustenta en un libro; el ya referido Kebra Nagast o la Gloria de los Reyes. Lo que no saben, o no quieren saber los cristianos etíopes, es que esa épica nacional fue adulterada intencionadamente. Todos los historiadores coinciden: el libro en cuestión fue armado por un tal Yesak, un monje del siglo XIV. Se hizo eco de las leyendas y escritos que rogaban sobre la visita de Makeda a Jerusalén y falseó la realidad, fundamentando así el supuesto origen sagrado de los emperadores etíopes. Un linaje nacido del mismísimo Salomón, un linaje justificado por la sangre, por la unción de Salomón al hijo de Makeda y por la presencia en Etiopía del Arca de la Alianza. De esta forma la nación etíope aparecía como la legítima heredera de Israel. (46:19)
Correcto. Por tratarse de un texto religioso, lo más seguro es que tuvo colaboradores. También cabe destacar que ese linaje imperial aparecía en el Artículo 2 de la Constitución etíope de 1955.
(46:22) Yesak falseó los hechos. La reina de Saba visitó a Salomón, eso es correcto. Y es posible que tuviera un hijo con el gran rey hebreo; y es verosímil, incluso, que ese hijo se trasladara a Jerusalén y que fuera educado en los preceptos de Yavé, regresando a Saba con una nutrida escolta judía. Lo que no es creíble, es que cuatro jovencitos pudieran penetrar en el Sancta Sanctorum del templo y robar el Arca. En aquel tiempo, de los 18.000 sacerdotes y levitas que atendían el culto, alrededor de 300 permanecían permanentemente en el interior del templo, sin contar el servicio de vigilancia exterior. Nadie, judío o gentil, hubiera podido llegar siquiera a las escalinatas que conducían al Santo de los Santos. (47:15)
Eso es plausible, pero como se alertó anteriormente, nada de eso es cierto a menos que haya evidencia incontestable de tales sucesos.
No quisiera proseguir sin relatar una curiosidad. El capítulo 48 del Kebra Nagast dice que el Arca de la Alianza fue robada por Azarías mediante la ayuda de un ángel de Dios. Azarías mandó hacer la réplica del Arca, fue al templo y encontró que sus puertas estaban abiertas de par en par. El latrocinio de Azarías se hizo en un parpadeo sin hallar resistencia.
Vale. Dicho esto, ¿no extraña acaso que Benítez acredita las tradiciones ancestrales, con sus explicaciones místico-religiosas, sólo cuando le importa?
(47:17) ¿Qué fue entonces lo que pudo suceder? Cabe la posibilidad de que Salomón obsequiara al hijo de Makeda con una copia del Arca. Y esa réplica, en efecto, llegó a Saba. Eso fue todo. El resto es leyenda y, como decía, manipulación pura y dura. La presencia del Arca en Etiopía, en suma, no resiste el menor análisis histórico. (47:43)
Tal vez haya una explicación mejor, aunque es más prosaica, la cual infiero del capítulo 28 del Kebra Nagast; ahí sucede y acontece que Makeda se convirtió al monoteísmo hebreo. Quitando los elementos fantásticos del relato y la dudosa historicidad de la reina, nos queda que en la visita oficial a Israel hubo etíopes conversos al judaísmo, los cuales volvieron a su patria Saba, con su nueva fe, con el objeto de predicarla. La rápida expansión de esta doctrina tuvo que haberse dado con la influencia de neófitos africanos pertenecientes a la nobleza y al clero. El resto, por supuesto, es fabulación.
(47:50) Pero el invento etíope termina de venirse abajo cuando la Biblia vuelve a mencionar el Arca, casi cuatrocientos años después de la muerte de Salomón. En el libro segundo de los Macabeos, se rompe el largo silencio y el autor Jasón de Cirene explica cómo la sagrada caja de acacia y oro es puesta a salvo de la invasión persa por el profeta Jeremías. ¿Qué había ocurrido? ¿Qué fue de la terrorífica Arca tras la muerte de Salomón en el año 922 a.C.? (48:22)
(48:28) Son varias las hipótesis, aunque la clave para mí hay que buscarla en la ya referida y trascendental advertencia de Yavé a Salomón: “si vosotros y vuestros hijos os volvéis de detrás de mí y no guardáis los mandamientos, yo arrancaré a Israel de la superficie de la tierra”. Y el mujeriego Salomón olvidó las palabras de Yavé. Y cuenta el libro primero de los Reyes que llegada a la ancianidad, el sabio y poderoso rey se dejó tentar por sus mujeres, adorando a los ídolos y construyendo incluso un altar a Kemós, una de las divinidades de Moab. Y el implacable Yavé cumplió su amenaza. (49:16)
De acuerdo a la tradición judeocristiana, justamente en los libros bíblicos que dice Benítez. Las referencias a los mismos han sido señaladas con antelación.
(49:18) Tras la muerte de Salomón todo fue confusión, guerras y dolor. Una situación caótica que culminaría con el asedio de Jerusalén por las tropas de Nabucodonosor II en la primavera del 587 a.C. La ciudad santa fue tomada y el templo arrasado, y 830 familias judías fueron deportadas a Babilonia. Y surge la gran pregunta: si la terrorífica Arca de la Alianza había sido utilizada a lo largo de la historia para combatir a los enemigos de Israel, ¿por qué no fue empleada contra la invasión persa? (49:54)
La diferencia entre Nabucodonosor II y el Arca es que Nabucodonosor II existió.
(50:00) Sólo cabe una respuesta. El Arca no estaba en el Santo de los Santos. Alguien, muy oportunamente, se la había llevado. (50:09)
Si tomamos literalmente lo que dice el Apocalipsis (op. cit.), entonces deberíamos suponer que está en el cielo, con papá Dios, esperando su exhibición en el Juicio Final, cuando la raza humana sea borrada de la faz de la Tierra. ¡Muajajajajajajaja!
(50:20) Para unos el santo y sagrado emblema de Israel pudo ser escondido por Salomón en las grutas o laberintos existentes, bajo la roca que hoy protege la cúpula de la mezquita de Omar. Para otros expertos, basándose en el mencionado libro segundo de los Macabeos, fue Jeremías quien tras recibir una revelación divina, entra en el templo y conduce el Arca hasta el monte Nebo, escondiéndola en una gruta y evitando así que cayera en manos de los persas. (50:49)
(50:50) ¿Sigue oculta en las entrañas del monte Nebo? ¿La devolvió Jeremías o sus sucesores a la ciudad de Jerusalén? Si fue así, ¿la ocultaron de nuevo bajo la gran roca? Esta es la tesis defendida hoy por buena parte de los sabios y rabinos judíos, y ésta justamente la razón más importante y secreta por la que Jerusalén jamás será devuelta a los palestinos. (51:16)
Ver refutaciones sobre el Arca en el mapamundi. Esta especulación es una idiotez.
(51:19) Y usted se preguntará con razón: ¿sigue el Arca en este lugar después de 2.500 años? Permítame que le lea un breve pasaje del libro de Ezequiel, capítulo 20, versículos 18 y 19. Dice así: “la gloria de Yavé salió de sobre el umbral de la casa y se posó sobre los querubines. Los querubines desplegaron sus alas y se elevaron del suelo ante mis ojos y las ruedas con ellos”. (51:45)
Pequeño error: es el capítulo 10 del libro de Ezequiel, no el 20. Sin embargo, tanto la cita como los versículos sí son correctos. Aún así, es de tontos usar la Biblia como argumento de autoridad.
(51:48) ¿No será, como dice el profeta Ezequiel, que la terrorífica Arca fue sacada del templo por el propio Yavé? ¿No será que la misteriosa caja de madera y oro abandonó la Tierra hace 2.500 años? ¿No será que el Arca, como Yavé, sólo son un recuerdo al que se aferran las religiones y los fanáticos? ¿No será que el tiempo del sanguinario Yavé ha pasado? (52:15)
Cuando leo noticias de Oriente Medio, me da la impresión de que esa época del Dios asesino apenas acaba de comenzar. Más aún sabiendo que hay un falseamiento de la historia, el cual ha sido realizado por la Biblia y, peor todavía, por el Kebra Nagast. Si lo han hecho ambos libros, no ha sido por más motivo que el de recoger su folclor y utilizarlo para justificar que su pueblo es el pueblo de Dios, pisoteando a cualquiera que se les cruce en el camino. No les interesa si alguien sufre por culpa de esas doctrinas; lo que quieren es que la iglesia mantenga su poder sobre las masas incultas, más aún en países subdesarrollados.
Y este periodista español del misterio, en efecto, aprovecha esta coyuntura para seguir con sus desvergonzados y subrepticios mensajes ufovangélicos.
Al final del filme, es decir después de haber derramado saliva con su verborrea de magufo bíblico, se muestra una animación a la que di fotocaptura, y cuyo símbolo de círculos concéntricos coincide con aquel del Libro de Urantia. Creo superfluo todo comentario, puesto que hablé mucho de la propaganda religiosa de Benítez en los capítulos 3, 4 y 6, y sobre todo porque lo que está a la vista no necesita anteojos. Más claro, ni el agua.
Revisando todo este pseudodocumental, me percato de lo innecesario que es tratar de contrastar punto por punto lo expuesto por Benítez. Esto se debe a que estamos lidiando con mitos enraizados en la tradición judeocristiana, los cuales se escudan con su versión clásica, que es la Biblia, y con su variante africana, que es el Kebra Nagast. En ambos hay algunos aspectos que son razonables, como el contacto entre israelitas y etíopes, si bien tienen escaso o nulo fundamento historiográfico y arqueológico. Muchísimos de los acontecimientos que son narrados en estas religiones no sucedieron, y si sucedieron no tuvieron las dimensiones épicas de su literatura. Por tanto, averiguar lo que fue el Arca de la Alianza y su paradero es como buscar las siete Esferas del Dragón.
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Capítulo 5 – Secreto de uno, de ninguno
Capítulo 6 – Dios es tracalero
Capítulo 8 – Palito-Cerito-Palito
Capítulo 11 – Locademia de arqueología
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