Planeta desencantado. Capítulo 6 – Dios es tracalero

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¡Eh, saludos mi gente! Ojalá que la estén pasando bomba y espero que en esta ocasión no sientan algo distinto, pues les tengo lo que había prometido hace dos capítulos atrás, cuando hablaba del señor Yisus Craist, el hombre dizque hijo de Jehová. Siéntense, pónganse cómodos, porque en la mesa se servirá un asunto bien polémico que por fortuna no es un misterio insoluble, pues hay pruebas en las que la sexta entrega de Planeta encantado (cuyo título es Un as en la manga de Dios) queda expuesta por su nivel de sinvergüenzura y apego por la magufería, oficio sin honor al que se dedica J.J. Benítez. En esta ocasión, el caza-ovnis español no viene a recitar sus cantinelas de aliens ancestrales ni sus versiones alternativas de la historia, sino a demostrar que el Sudario de Turín no es un fraude.

Pero como ustedes saben, si he venido aquí es para probar que Benítez es un artífice de los engaños y que este filme en particular no será la excepción. Lo haré a través de la metodología con la que ya estamos familiarizados, así que no le doy más vueltas al tema y mejor voy a entrar en materia de una buena vez. Recuerden ante todo que pueden leer la transcripción completa de dicho seudodocumental en este enlace.

[Nota preliminar: no acepto en esta entrada el eterno debate sobre la historicidad de Jesús ni sobre la existencia de Dios. Lo que analizaré de aquí en adelante corresponderá a los argumentos de Benítez en favor de la Sábana Santa, nada más. En consecuencia, ignoraré y eliminaré cualquier comentario que no se atenga a esta advertencia. Quedan avisados por igual creyentes, agnósticos y ateos.]

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OK, Benítez, empezamos con el pie izquierdo. La animación del Jesús resucitado no sería problema de no ser porque la información cronológica que provee remite al Libro de Urantia. Es prácticamente un copi-pegue de (2020.4) 189:1.1 del documento 189, sin modificaciones de importancia.

Argumento denegado.

(3:12) Y al poco de morir, en efecto, algo singular y extraordinario acaeció en la sepultura. En aquel lienzo, nadie sabe cómo, quedó dibujada la imagen de un hombre muerto. Esa espectacular imagen recibe el nombre de Síndone o Sábana Santa. Sin duda, uno de los grandes misterios a los que se enfrenta la ciencia. (3:39)

Bájale el tonito triunfalista, magufín, que el pedazo de trapo ese no es tan misterioso como lo pintan.

(4:28) Tras aquel enigmático y trascendental suceso, que los creyentes en Jesús de Nazaret identifican con la Resurrección, el lienzo de lino desaparece. Y se ve envuelto en toda clase de leyendas y rumores. Eusebio de Cesarea, por ejemplo, insinúa que la Sábana fue sacada de Jerusalén antes del asedio por las legiones romanas de Tito. (4:55)

(5:26) Y los discípulos del Maestro pudieron ocultarla en la ciudad de Pella, al Este del Jordán. Los Evangelios apócrifos, en cambio, señalan otro destino. Y narran la historia de un rey sirio, Abgar, enfermo de lepra, que al saber de los prodigios de Jesús, le ruega que lo cure. (5:46)

(5:50) En una más que supuesta carta, Jesús responde anunciándole que una vez cumplida su misión enviará a Edessa,  la actual ciudad turca de Urfa, a uno de sus discípulos para sanarle. Y la tradición asegura que Abgar, al envolverse en la Sábana Santa, quedó curado. (6:09)

(6:31) Al margen de estas leyendas, lo que parece más probable es que el lienzo terminara saliendo de Jerusalén por simples razones de seguridad. Como es sabido, la Ley Mosaica prohíbe el contacto con cadáveres o con restos funerarios. Este era el caso de la Sábana Santa. En opinión de muchos exégetas, los discípulos de Jesús, al hacerse con el lienzo mortuorio, se vieron en la necesidad de trasladarlo lejos de Israel, ocultándolo en las nacientes comunidades cristianas de Asia Menor. Y Edessa fue el lugar elegido, quién sabe si por la protección del mítico rey Abgar. (7:19)

(7:30) Esa misma leyenda asegura que uno de los hijos de Abgar V, al hacerse con el poder, retornó al paganismo, persiguiendo a los cristianos de Edessa. Y la Sábana fue escondida en el interior de la muralla, sobre la puerta occidental. Después, durante siglos, silencio. Y en el año 525, al fin, una nueva pista. Cuentan las crónicas que en esa fecha Eulalio, obispo de Edessa, tuvo un sueño. Y en él una mujer le señaló el lugar donde se hallaba escondida la Sábana. Al retirar los ladrillos de la muralla, el obispo, en efecto, encontró el lienzo. Desde entonces, la imagen del hombre muerto fue expuesta y venerada en Edessa. Y no se sabe exactamente por qué, pero sólo fue mostrada la cabeza. Esta imagen recibiría el nombre de mandylion, una imagen que inspiró sin duda a infinidad de artistas bizantinos y medievales. (8:46)

(8:51) Y durante cuatrocientos años el lienzo permaneció en Edessa, pero su fama llegó hasta los confines de la cristiandad. Y en el año 944, el supersticioso emperador de Bizancio, Romano Lecapeno, tomó la decisión de apoderarse del mandylion; suponía que así, con la Sábana en su poder, obtendría la protección divina. Y un poderoso ejército rodeó Edessa. La sagrada reliquia una vez más sería causa de muerte y sufrimiento. Finalmente, Edessa se rindió y el mandylion entró triunfante en Constantinopla. Era el 16 de agosto del 944. (9:31)

(9:35) Allí, en la iglesia de Santa María de Blanquernas, fue expuesta a los fieles todos los viernes. Robert de Clari, soldado y cronista de la mal llamada Cuarta Cruzada, dejó testimonio de ello: “había en Constantinopla, entre otros, un monasterio que se llamaba Nuestra Señora Santa María de Blanquernas, donde se conservaban las síndones en que Nuestro Señor fue envuelto, que cada viernes se mostraba vertical, de modo que se podía ver bien la figura de Nuestro Señor”. (10:03)

(10:08) Y de nuevo la guerra y el fanatismo religioso silenciaron el ya arduo peregrinaje de la Sábana. En la noche del 9 al 10 de abril de 1204, los cristianos atacan Constantinopla. La ciudad arde, y la Síndone desaparece. No existen documentos que certifiquen su nuevo destino y los nuevos propietarios, pero todos señalan los caballeros templarios como los custodios del lienzo, al menos durante un siglo. (10:45)

(10:50) No es ningún secreto que la orden del temple se funda, entre otras razones, para tratar de reconquistar Tierra Santa, y sobre todo para poner a salvo determinados símbolos y objetos religiosos. Entre los más importantes el cáliz de la Última Cena, el Arca de la Alianza y sobre todo la Sábana Santa. (11:15)

(11:41) Los caballeros templarios disponían de una información privilegiada, y a lo largo de la conquista de los santos lugares peinaron Jerusalén y los subterráneos de la Ciudad Santa, en especial los túneles y cámaras secretos de lo que fue el primero y segundo templos de Salomón. ¿Encontraron lo que buscaban? En mi opinión, nunca hallaron el Santo Grial o el Arca, pero sí la Sábana Santa. (12:14)

(12:21) Se sabe que las múltiples reliquias reunidas por los templarios permanecen en la fortaleza de San Juan de Acre, en la costa Norte del actual Israel, hasta 1291. Desde allí viajan a Chipre, Marsella, Besançon y París. ¿Pudo la Sábana Santa seguir ese itinerario? Es muy probable. Uno de los indicios que apunta a los templarios como los secretos propietarios de la Síndone durante 145 años es la acusación por parte de la Santa Sede de venerar a un extraño rostro al que llamaban Bafumet; un rostro sospechosamente parecido al de la Sábana Santa. Ésta, entre otras, sería la causa de la persecución y encarcelamiento de la poderosa orden templaria. En la noche del 6 de octubre de 1307, pocas horas antes de la caída de la cúpula templaria, un carro abandona la fortaleza del temple en las afueras de París. El hombre que lo conduce se protege con una sábana. Los soldados de Felipe IV el Hermoso registran la carga de paja, pero no encuentran nada. Y la Síndone que protege al conductor es puesta a buen recaudo. (13:35)

(13:40) Siete años después, en 1314, Jacques de Molay, Gran Maestre de la orden templaria, y Godofredo de Charny, su lugarteniente y comendador de Normandía, son quemados vivos en una pequeña isla del Sena. La Sábana Santa sigue sin aparecer. Pero sería por poco tiempo. En 1349, 42 años después de la caída del temple, por orden del papa Clemente V y del suceso del carro, otro Godofredo de Charny, señor de Lirey, saca a la luz el lienzo con la imagen del hombre muerto. Parece claro que ambos Godofredos de Charny eran parientes. ¿Pudo quedar la Sábana en poder del segundo señor de Lirey? Es lógico, ya que la Síndone se encuentra bajo su protección. (14:40)

(14:53) Y el sagrado lienzo es expuesto de nuevo a la veneración pública. Pero el azaroso peregrinaje de la Síndone no ha terminado. Unos sesenta años más tarde, en 1415, Margarita de Charny, nieta de Godofredo y casada con el señor de Saint Hippolyte-Sur-Le-Doubs, retira la Sábana de la Colegiata de Lirey; tiene miedo a los pillajes que ha generado la Guerra de los Cien Años, y el lienzo es trasladado al Castillo de Saint Hippolyte. Al enviudar, la pésima situación económica de Margarita le obliga a exponer la Sábana, obteniendo así algunos dineros. (15:37)

(16:02) Las penurias económicas de Margarita de Charny se agudizan y finalmente se ve obligada a ceder el lienzo a la casa de Saboya. El 22 de marzo de 1453 se firma en Ginebra el contrato de cesión. A partir de ese momento, y hasta 1983, la Síndone sería propiedad de los Saboya. El 18 de marzo de ese año los herederos de Humberto II de Saboya, ex rey de Italia, entregarían la Sábana Santa al Vaticano. (16:41)

(16:44) Y el lienzo, como si de una maldición se tratase, continuó peregrinando de castillo en castillo. Por fin, en 1502, reposaría temporalmente en Chambery. Fue en esta capilla la noche del 3 al 4 de diciembre de 1532 donde la Sábana Santa estuvo a punto de ser destruida. Se declara un pavoroso incendio, provocado al parecer por los calvinistas, y la urna de plata que contiene la reliquia, regalo de Margarita de Austria en 1509, es retirada en el último momento. El fuego alcanza la urna y varias gotas de plata fundida queman y traspasan los 48 pliegues en que se hallaba doblado el lienzo. También el agua empleada para sofocar el incendio impregna parte de la Sábana, formando rombos que se repiten simétricamente a lo largo de la imagen. Y la monjas clarisas de Chambery remiendan los desperfectos y cosen un forro en la parte posterior del lienzo. (18:00)

(18:34) La Sábana Santa se salva milagrosamente. Y la imagen vuelve a ser expuesta ahora mágicamente centrada entre las líneas paralelas que dejó el fuego. (18:44)

(19:21) Y el peregrinaje de la Síndone toca a su fin. En 1578 se declara una epidemia de peste en Milán. San Carlos Borromeo, entonces cardenal de la ciudad italiana, hace una solemne promesa: si desaparece la peste, caminará hasta Chambery arrodillándose ante la Síndone. La epidemia remite y el cardenal se dirige a Francia. Pero la casa de Saboya, propietaria de la reliquia, se apiada de Carlos Borromeo, y para evitar que cruce los Alpes traslada la Sábana Santa a mitad de camino entre Milán y Chambery. Y el 8 de octubre de  ese histórico 1578 el lienzo ingresa en la catedral de Turín. Un siglo después, en 1694, pasaría a la capilla diseñada por Guarini. Y allí ha permanecido hasta nuestros días. (20:22)

Antes de entrar en materia, Benítez nos marea con poco más de QUINCE minutos de historia. En ese tiempo de espera, el periodista español nos dice cómo fue que la Síndone viajó de Oriente Medio a Europa, según las leyendas y fuentes documentales de la época, según sea el caso. No me detendré a revisar las afirmaciones (que en sí no tienen irregularidades, según veo), pero no estaría de más que hiciera algunos apuntes menores que son de interés.

Durante siglos se ha hablado de la Sábana Santa, pero a nivel historiográfico no tenemos descripciones documentales detalladas sino desde el siglo XV. Es en el siglo XIV cuando se tienen los primeros registros certeros de esta reliquia, y no es sino hacia el año 1390 cuando se menciona su presencia en Lirey (Francia); curiosamente, es el obispo Pierre d’Arcis quien lo hace a manera de denuncia, pues sostenía que era una falsificación. Haremos caso omiso de su testimonio, puesto que su opinión puede ser un sesgo iconoclasta de su parte, por lo que nos remitiremos sencillamente a la lógica y a las pruebas científicas.

En lo que sí he de hacer hincapié es en el contexto del Sudario de Turín. Antes del siglo XIV no se hablaba con precisión de la Sábana pero sí del mandylion, el cual era una tela que mostraba la cara de Jesús y no su cuerpo completo, como se ve en la Imagen de Edessa; idéntico en apariencia era el Santo Rostro (el “paño de la Verónica”, o Volto Santo como le dicen los italianos). Tanto el mandylion como el Santo Rostro están en la familia de las reliquias del cristianismo que, como cualquier otra religión, se vale de objetos asociados a milagros o poderes sobrenaturales.

Los objetos en cuestión perpetúan el culto religioso. En el cristianismo ―mejor dicho, en el catolicismo apostólico romano, porque es el enfoque de esta entrada― no es ningún secreto que con ellos se atraen millones de peregrinos al año y que una iglesia adquiere más prestigio, dinero y favores del clero si tiene alguno en su poder. Las reliquias, pues, son símbolos de estatus eclesiástico, por lo que su posesión es trascendental y la defensa de su autenticidad es vital para la fe, incluso sabiendo que éstas son fraudes intencionales o autoengaños resultantes de la pareidolia.

Por aquellos años era bien fácil mentir en este sentido. Cualquiera con conocimientos de pintura podía dibujar la cara o el cuerpo de Jesús en una superficie determinada, decir que tuvo una experiencia mística y timar a la iglesia en el acto. ¿Investigar objetivamente el objeto milagroso para ver si era auténtico? Ni hablar, eso es cosa del pensamiento moderno; en el año de la pera el testimonio, la tradición y la fe bastaban para demostrar sus poderes mágicos. La ciencia no tenía nada que ver ahí. Por aquel entonces, más de uno aseguraba tener de Cristo un trozo de la cruz en la que fue clavado, la lanza de Longino, la corona de espinas, unas gotas de su sangre, unos mechones de su cabello, el cáliz sagrado o su prepucio.

Si a estas alturas del siglo XXI todavía tenemos gente ingenua que ve a Cristo aparecido hasta en el pan tostado, ¿qué no habrían visto o creído a pies juntillas las personas del siglo XIV? En efecto, la Edad Media se prestaba para esta clase de patrañas fabricadas a propósito con el fin de restaurar la fe perdida de la feligresía y así incrementar el orden público mediante una iglesia que demuestre quién es el que manda. Y no es para menos, porque el obispo d’Arcis emite su protesta por el Sudario a menos de 50 años de haberse concluido el Papado de Aviñón (1309-1377) y cuando el Cisma de Occidente (1378-1417) estaba en pleno desarrollo.

No en vano se dice que Clemente VII presuntamente emitió una bula el 9 de enero de 1390 autorizando la exhibición de la Sábana Santa, mas no sin advertir que ésta no contenía la imagen real de Jesús sino una imitación de la misma. Sin embargo, la evidencia documental que respalda estas declaraciones es discutible y cuestionable, si a ello sumamos que Clemente VII era un antipapa y que como tal sus decisiones debían favorecer al clero francés de Aviñón, a fin de debilitar la posición eclesiástica de Roma, la cual muchos años después tuvo a Julio II como defensor de la autenticidad del Sudario y del poder político-religioso ejercido por el Vaticano en Europa.

Margarita de Charny no era ajena a estos acontecimientos porque ella estaba en las clases más elevadas. Su propia familia siguió de cerca las querellas de su tiempo y también se codeaba con el clero y la nobleza europea. En un momento de tantas turbulencias causadas por las diferencias en la doctrina cristiana, los pleitos por la supremacía del papado y las pugnas entre los monarcas y los sumos pontífices (dígase en plural, porque no se incluyen en la cuenta a los antipapas), los Charny estaban obligados a sobrevivir como sea. La Guerra de los Cien Años estaba lejos de culminar y la pobreza minaba la economía de la población. Ni el patriciado estaba libre de esta precaria situación.

Tenemos de este modo que el trasfondo histórico del Sudario de Turín está generalmente sujeto a fuerzas políticas, religiosas y económicas. Cuando la Síndone está en posesión de Madame Charny es para aliviar su ruina; lo que facilita el cobro por verla es el hecho de ser una reliquia “genuina” aprobada por la iglesia romana. Fuera de eso, en siglos precedentes y hasta el siglo XVI la Sábana Santa tuvo efectos devastadores en sus poseedores porque los hizo blanco de matanzas, plagas, saqueos, enfermedades, epidemias y mucha carestía.

La cosita esa, para el trato sacro que le daban, estuvo por años comportándose como un objeto maldito. La Síndone pudo evitar el fascismo italiano, el absolutismo francés y la peste bubónica, pero no; prefirió curarle la lepra a un rey y quitarle la peste a Milán siempre que un clérigo pagara promesa. Y más nada.

Ya para finalizar este segmento, quiero apuntar tres peculiaridades en esa historia de la Síndone narrada por Benítez.

  • El guardián de la Sábana Santa en 1307. Me parece extraño y poco creíble que ese señor la haya protegido poniéndosela como si fuera una ruana. No sé; eso es como tallar los maderos de la cruz para que se asemejen a las patas de una mesa y así evitar su incautación por parte de los centinelas. Eso es ingenioso, ¿pero no es acaso un sacrilegio, un acto de profanación? Digo yo, no sé…
  • Los portadores del Sudario de Turín. Personas acaudaladas, nobles de cuna, militares al servicio de Cristo, familias con abolengo, clérigos influyentes y por supuesto el Vaticano. ¿Y qué hay de los pobres, de la gente humilde? Na-nay, na-nay. Dios ama a los ricos y quiere proteger su patrimonio financiero.
  • Salvación milagrosa de la Síndone. Ni tanto. Si Dios es omnipotente, ¿por qué no la regeneró con su hálito divino en vez de encomendarle el trabajo a las monjas? Así no tendría el Sudario el menor rastro de quemaduras, ni de plata fundida, ni de daño alguno provocado por el sabotaje ocurrido en 1532.

Prosigamos.

(20:43) Evidentemente, a la vista de estos testimonios históricos, nadie debería dudar de la autenticidad de la Sábana Santa. Aún así, en septiembre de 1988 una noticia conmocionó al mundo. El Carbono 14 arrojó una datación sorprendente. El tejido analizado, según dijeron, era medieval. Y los científicos situaron la época de su elaboración entre los años 1260 y 1390. Esto, de ser cierto, significa sencillamente que la imagen del hombre muerto es una falsificación. (21:28)

(21:30) Y los medios de comunicación, con una lamentable falta de rigor, propagaron el suceso. De inmediato, otros científicos reaccionaron, poniendo en tela de juicio la bondad del Carbono 14. Poco a poco salieron a la luz hasta veintiséis irregularidades en los procesos de datación efectuados por los tres laboratorios. Y se habló incluso de complot. Pero la prensa ignoró esta segunda parte. (22:01)

(22:02) Naturalmente, las fechas obtenidas por el Carbono 14 indignaron a historiadores y científicos que llevaban más de veinte años dedicados al estudio de la Síndone. Repasemos algunas de estas investigaciones. (22:16)

El Sudario de Turín es un fraude. Al 100%. El Carbono 14 es apenitas una de las pruebas que certifican este engaño, porque las incongruencias en los argumentos de los defensores del Sudario hacen el resto del trabajo. Es interesante ver cómo los sindonólogos han intentado desmentir la datación química desde diferentes perspectivas y con evidencias de diversa índole, pero la única que no se atreven a utilizar es el Carbono 14 mismo, mas no atacando sus resultados, sino empleando varios estudios que den de manera unánime una fecha aproximada del siglo I de nuestra era.

Me explico, y para ir dando aviso a los legos en este tema: los sindonólogos tienen la manía de criticar el Carbono 14 mediante falsos análisis variopintos que verán en los minutos que restan de este seudodocumental. Ninguno de esos pretendidos especialistas ha querido irse por lo más obvio, que sería tomar más trocitos de la Sábana Santa y hallar que según las huellas del Carbono 14 la reliquia cristiana es de la Edad Antigua y no de la Edad Media. Con esto reitero la idea del párrafo anterior; que si la Síndone fuera auténtica, la datación química sería la primera prueba que concordaría con las demás que dicen tener los “himbeztigadorez” de mortajas.

Acusar a la prensa de irresponsable por darle cobertura al debunking “carbonológico” del Sudario es un sinsentido. Incluso los medios abordan la Sábana Santa desde una mirada hipermagufa; ni la BBC se ha escapado de la regla. Todos están de acuerdo en linchar la prueba sólo por el hecho de haber disgustado la cerrada mentalidad de los “eruditos” que estuvieron por siglos creyendo que esa tela fue la que envolvió a Jesús cuando murió en la cruz. A ellos les importa un comino que las investigaciones realizadas en condiciones de laboratorio fueron extremadamente rigurosas, libres de contaminantes, revisadas por pares, publicadas en Nature ―una revista científica arbitrada de talla académica internacional, dicho sea de paso― y contrastadas con muestras de control.

Lo que les interesa es que nada contradiga la teología cristiana. Y a tal efecto tienen su lista precocinada de objeciones contra el Carbono 14, como las que doy a continuación:

  • Falibilidad. Todo es falible, hasta el Carbono 14. Pero una cosa es poderse equivocar y otra muy diferente es estar equivocado. En este caso, la datación química de la Sábana Santa está exenta de errores.
  • Origen de las muestras. Para los defensores de la Síndone, los laboratorios NO debieron tomarlas de las zonas remendadas por las monjas. ¡Y esas áreas fueron exactamente las que NO utilizaron los investigadores!
  • Incendio de 1532. La Universidad de Oxford anunció en el 2008 que los resultados de las dataciones de la Sábana Santa efectuadas en los años 80 son concluyentes y en suma descartó la hipótesis en la cual ésta habría sufrido alteraciones que habrían comprometido los análisis en el laboratorio.
  • Ausencia de investigaciones independientes. Que yo sepa, sí las hubo. Ninguna vinculada al Carbono 14 afirmó que la Sábana Santa tuviera 2.000 años de antigüedad.

Con lo anterior se añadiría una plétora más numerosa de falacias, calumnias y mentiras en contra de los equipos de investigadores que de verdad dieron en el clavo con la datación de la Sábana Santa, pero no vale pararse a chequearlas por separado, puesto que unas son más absurdas que otras y además plantean argumentos que no están contenidos en este filme de Benítez. Por tanto, será mejor limitarnos a lo que él dice.

Argumento denegado.

(22:25) El fotógrafo turinés Secondo Pia recibe el encargo de la casa de Saboya de tomar varias imágenes de la Sábana Santa. Son las primeras fotos de la Síndone. Al revelar las enormes placas, el fotógrafo queda perplejo: los negativos en realidad son un positivo. Y el mundo contempla por primera vez el auténtico rostro y la imagen real del hombre muerto. La Síndone, por tanto, es un negativo fotográfico. ¿Había fotógrafos en los siglos XIII y XIV?  (22:55)

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No. Eso no es cierto. Para empezar por algo básico, de preescolar: las imágenes en negativo no contienen los colores reales de la imagen revelada ni son policromáticas. Sin embargo, la Sábana Santa tiene tonalidades de rojo y de ocre, con trazas de negro (¿o marrón oscuro, quizás?) para el pelo de la barba y del cabello. Es decir, el Sudario se ve así:

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Al capturarse el Sudario con la cámara, los colores se invierten en la película fotográfica; se obtiene de esta forma el negativo propiamente dicho, el verdadero. Si fuera el “positivo” aducido por Benítez, Cristo se vería como un anciano canoso de 80 años y no aquel hombre treintañero al que se refiere la tradición cristiana.

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En el cuarto oscuro se procede al revelado. Pero como en mayo de 1898 no existía aún la fotografía a color, se realiza el procedimiento a la usanza de la época, en blanco y negro. Al igual que en el negativo, tanto la barba como la cabellera lucen blancas en la Síndone.

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Vamos a sincerarnos. Todo esto de la Síndone como un negativo fotográfico de Jesús no es más que una patraña boba. No me costó mucho esfuerzo darme cuenta de su falsedad porque me bastó con abrir la imagen de la Sábana Santa con GIMP, invertir sus colores y de ahí pasarla a blanco y negro. El resultado fue prácticamente el mismo que si hubiera sido procesada por Secondo Pia.

Como cereza del pastel magufo de la sindonología, tenemos aquí que no era precisa la existencia de la fotografía para que los artistas medievales dibujaran como si hubieran tenido una cámara consigo. En el siglo XIV y hasta su etapa cumbre en el siglo XVI, la grisalla era una técnica utilizada en Europa que fue conocida en Francia, Italia e Inglaterra; en ella se podían alcanzar efectos de luces y sombras que a nosotros en la actualidad nos daría la impresión de crear el negativo de una imagen real, como si ésta hubiera sido esculpida. Por ser monocromática, la grisalla era fácil y rápida de pintar, lo que además hacía que la obra fuera más barata que una versión a todo color, la cual requería más tiempo, destreza y experiencia en su ejecución.

Dudo mucho que el artesano que hizo esta farsa de Síndone la haya pintado mediante grisalla, pero es muy probable que haya sabido de esta técnica y que intentó imitarla. O bien, tal vez no tenía idea de lo que era la grisalla, pero sí quiso hacer un contraste entre dos o tres colores afines que se notan en la Sábana Santa: uno de tonos rojizos y otro de tonos ocres, como de amarillo o marrón oscurecido. Sea lo que fuere, y a razón de los razonamientos que expondré más tarde, todo indica que el autor de la Sábana Santa fue la mano de un humano bisoño en arte y no las energías cósmicas de Dios.

Argumento denegado.

(22:58) Un primer grupo de expertos examina la Síndone y toma muestras de los hilos de lino; nuevas sorpresas. No hay pintura, tintes ni pigmentos. Nadie se explica la formación de la imagen. El profesor Raes, del Instituto de Tecnología Textil de Gante, analiza estos hilillos y descubre con el microscopio la presencia de fibras de algodón. En Europa no se tejió el algodón hasta finales del siglo XV; la Síndone además fue tejida a mano y con una textura denominada “espina de pescado”, una modalidad que llegaría al Viejo Continente en ese mismo siglo XV. El lienzo, en definitiva, según Gilbert Raes, es idéntico a los confeccionados en el Medio Oriente en el siglo I. Y surge otra inevitable pregunta: ¿cómo se las ingenió el falsificador de los siglos XIII o XIV para introducir en la urdimbre unas fibras de algodón todavía desconocidas en Europa? (24:17)

Planteamiento astuto, pero engañoso. Según he leído, las muestras de Raes no estaban en buen estado. Además, ¿qué hace el algodón en un tejido… de lino? ¿No habrá sido que esas fibras algodonadas penetraron por accidente el Sudario a causa de aquellos que lo tocaron siglos atrás, como cuando intentaron salvar el lienzo del incendio ocurrido en 1532?

Sea cual fuere la circunstancia, el argumento de Raes es endeble. El algodón y el método de tejido no pueden desmentir el Carbono 14 porque por sí mismos no prueban cuándo se hizo la Síndone; a lo sumo sólo nos dice de dónde pudo provenir y qué tipo de herramientas se usaron en su fabricación. Un falsificador occidental puede comprar telas importadas de Oriente Medio, o bien un artesano de Asia Menor hace la pintura por encargo de un cliente europeo que paga el trabajo, la mano de obra y el flete.

En relación a la “espina de pescado”: eso me parece un razonamiento algo forzado, pues si en el siglo XXI tenemos personas que hacen chinchorros con telares del siglo XVIII, ¿me van a decir, pues, que en el siglo XIV no se podía hacer un Sudario con métodos todavía más anticuados?

Ahora vamos con el principal motivo por el cual el Sudario de Turín es un fraude. Al contrario de lo que dice Benítez, la Síndone SÍ tiene rastros inequívocos de pintura; de acuerdo a Walter McCrone, se hallaron tintes de ocre rojo y bermellón, pigmentos que fueron muy utilizados en el Medioevo. McCrone da inclusive un arriesgado año tentativo en el que se hizo la Sábana Santa, es decir en 1355, y señala que ningún test forense encontró rastro alguno de sangre. Asimismo, McCrone sostiene que la datación radiocarbónica corrobora sus resultados y que la imagen de Jesucristo se pintó a dos capas, la primera con ocre rojo y la segunda con bermellón. La témpera al colágeno hizo el resto de la labor artística.

Los sindonólogos, empero, son tercos y prefieren desconocer a lo bestia esos análisis del investigador estadounidense. ¿Qué pruebas tienen en contra de las señaladas por McCrone? Ninguna en realidad. Cuando mucho dicen que la Síndone tiene hierro oxidado a través del tiempo, lo que conduce a la existencia de hemoglobina y por tanto de sangre; otros dicen que el indicio más claro está en las porfirinas, las cuales tienen ADN (en la lógica magufa cristianófila, ADN = humano = Jesucristo). No obstante, estas proposiciones caen por peso propio, porque:

  • El hierro no es exclusivo de la hemoglobina; está en la naturaleza como tal. De hecho, el óxido ferroso tiene múltiples usos prácticos, entre ellos está su empleo como pigmento para las pinturas. Cabe destacar que su coloración se asemeja al bermellón, al rojo oscuro, al marrón oscuro y al ocre rojo.
  • Con las porfirinas, ni hablar. Desde luego, están en la hemoglobina, aunque también están presentes en la clorofila que al descomponerse hace que las hojas secas de las plantas tomen una coloración ocre y marrón. De esta forma, un artesano tendría en el patio de su casa la necesaria materia prima vegetal para la pintura.
  • Jamás abordan los charlatanes del Sudario el hallazgo directo de sangre, porque no la hay. No se ha encontrado. Aún así, estos falsos especialistas optan por seguir especulando al decir que puede haberla debido al óxido ferroso y las porfirinas. Sin embargo, esa no es una deducción. Es una tergiversación.
  • La sangre pierde su brillantez al secarse. Por eso se ve como de un marrón muy oscuro y se ennegrece con el paso del tiempo. Del siglo I hasta hoy ya contamos unos dos milenios desde que Cristo murió, por lo que el Sudario debió decolorarse mucho. En la Síndone, empero, no se observan en lo absoluto estos cambios. Su rojez aún permanece, supongo que debido al colágeno de la pintura utilizada.

Argumento denegado.

(24:20) Médicos y antropólogos examinan también la figura del hombre muerto. Lo que ven les llena de admiración. Aquel varón, de claro perfil caucásico, fue un atleta. Altura: 1,81 metros. Perímetro de la caja torácica: 99 centímetros. Longitud en las piernas: 94 centímetros. Extremidades superiores: 82 centímetros. Altura de los hombros medida entre los puntos acromiales: 45 centímetros. Perímetro máximo de las rodillas: 42 centímetros. Peso total: alrededor de 80 kilos. Peso aproximado del cerebro: 1.492 gramos. Rostro: estrecho, con rasgos semíticos. Raza blanca. En suma, un ejemplar casi perfecto de una extraordinaria belleza. (25:39)

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Mas bien es al contrario: el finado de la Sábana Santa está lejos de ser el modelo “ideal” de la belleza humana. Primero, porque el dibujo con el que el filme recrea la apariencia de Jesús le da retoques arbitrarios al Jesús de la Síndone; ambos Mesías no se corresponden entre sí. Segundo, el Cristo de Benítez se muestra como un Arnold Schwarzenegger de la Antigüedad, entrenado en el gimnasio de Richard Linares, con el cuerpo depilado (salvo en la cabeza) y tan esbelto que él mantenía su hermosa figura con la dieta de Sascha Fitness. Yo te aviso, Chirulí.

Uno no necesita papers para probar lo que es obvio a la vista. Indistintamente de lo que digan las medidas del Mesías, su imagen en el Sudario compagina con sus contemporáneas medievales en el sentido de haberlo presentado en el lienzo como un adulto buen mozo, aunque paradójicamente luce flacuchento, desnutrido, famélico y esquelético, sin una tonificada masa muscular. Exceptuando el Cristo de Fernando Botero que está pasado de kilos, la iconografía de Jesús en siglos posteriores es prácticamente la misma y en casi nada se diferencia de la que está en la Síndone.

Tenemos por tanto que el Jesús de la Sábana Santa responde a los cánones de la belleza cristiana, la cual a veces se da el lujo de pintarlo con un poco más de carne para que no se vea tan delgaducho. Después de todo, se trata del Señor que sufre en la Pasión, en el sacrificio de la cruz que nos libra del pecado, no de un soldado demostrando su fuerza hercúlea ante el enemigo ni de un atleta en los juegos olímpicos. La evidencia está por añadidura en los genitales de Jesús, siempre cubiertos con las manos o con un trapo, en contraste con las cuantiosas estatuas de romanos (semi)desnudos con poses varoniles; Cristo, en cambio, no cede ante el pudor exigido por la iglesia en la pintura evangelizadora.

En estas circunstancias, pasa a un segundo plano el apego por la faceta física que Jesucristo pudo haber tenido, lo que explica por qué la Síndone no se esfuerza siquiera en representar al Mesías a semejanza del hombre semita promedio del siglo I de nuestra era, que por aquella época ni tenía la cara estrecha, ni la nariz perfilada, ni la nívea blancura en la tez de la piel. Pese a las contradicciones de las Sagradas Escrituras sobre si era feo o bello (Is. 53:2 vs. Is. 52:14 y Sal. 45:2; Cfr. Ap. 1:14-15), la Biblia zanja el asunto al sostener que Jesús “debía ser en todo semejante a sus hermanos” (Hb. 2:17); “en todo”, hasta en sus rasgos étnicos, si lo ponemos en el contexto cultural.

La pintura de Jesús en el Sudario de Turín es, pues, una burla a la inteligencia que está desfasada de la realidad, ya que se defiende la “perfección” del Cristo de la Síndone en base a criterios morfológicos que sospechosamente encajan con modelos eurocéntricos. De esta manera, la sindonología tiene tintes racistas y pasa por alto hechos anatómicos que no están en la Sábana Santa, como la falta de vello en el pecho, en sus extremidades y en su ingle tan característico en los hombres a raíz de la pubertad. Esta y otras omisiones son típicas en los pintores del Cristo fallecido que se enfocan en dibujar heridas y sangre derramada, mas no detalles minimales del cuerpo humano que sí deberían estar “fotografiados” en la Síndone.

Si esto es lo mejor que puede hacer Dios, lo está haciendo mal.

Argumento denegado.

(25:53) Los científicos tratan de imitar la imagen de la Sábana Santa y utilizan toda clase de procedimientos. Pintura, soluciones acuosas, calcos sobre cadáveres e impresión al fuego. Los resultados, como es fácil apreciar en estas copias, son decepcionantes. Ninguna de las imágenes obtenidas presenta la belleza, serenidad y perfección del hombre muerto. La duda sigue en el aire; ¿cómo se las ingenió el supuesto falsificador para plasmar una figura tan precisa y delicada? (26:36)

De todas las réplicas de la Sábana Santa, la de Luigi Garlaschelli es la que mejor se le aproxima en su apariencia, la cual a decir verdad no es mediocre. Ciertamente, el Sudario de Garlaschelli puede no ser 100% igual al de Turín, pero me gustaría que ustedes observen algo muy particular: en la Sábana del investigador italiano, los dedos de las mano izquierda de Jesús sí tienen proporciones racionales, pues al cubrir los genitales no abarcan todo el muslo derecho.

No obstante, en la Síndone original los dedos de la mano izquierda se extienden por completo en la anchura del muslo derecho, lo que es im-po-si-ble. No me crea, haga usted mismo la prueba en cuatro pasos, sabrá que no le miento:

  1. Póngase en la misma posición de Jesús en la Sábana Santa, tumbado boca arriba en el suelo o erguido de pie, pero sin dejar que los codos toquen el suelo o la pared.
  2. Con la mano derecha haga una “pinza” con el pulgar y el índice para agarrar la muñeca de la mano izquierda.
  3. Tape su ingle lo más que pueda con sus manos sin que se extiendan sus brazos y manos.
  4. Vea ahora que su posición no es distinta a la del voluntario que estuvo en el experimento de Garlaschelli.

En el Sudario de Turín, Jesús es tan irreal que ahora ya sé como hizo el artesano para falsificar su imagen “precisa” y “delicada”. A fin de proteger la decencia del lienzo, el pintor alargó los brazos, las manos y sobre todo los dedos dejando de lado su tamaño natural; los estiró a lo largo y a lo ancho hasta cubrir por completo los genitales, pues las taparas de Cristo son sagradas y nadie puede verlas. Desde luego, el resultado cumple con los requisitos artísticos de la iconografía cristiana tradicional, aunque en detrimento de los ineludibles detalles de la anatomía. A causa de esto, el Mesías de la Sábana Santa no se parece al hijo de Dios, sino al de un chimpancé.

Argumento denegado.

(26:37) Pero sigamos. Las sorpresas de los científicos apenas habían comenzado. En la noche del 23 de noviembre de 1973, Max Frei, palinólogo y experto en criminalística, tiene acceso a la Sábana Santa. Toma muestras del polvo adherido al lino y las analiza al microscopio electrónico. Entre los hilos del tejido fueron apareciendo ejemplares de polen de plantas típicamente palestinas. La asuera fue una de las primeras. Después llegaron otros pólenes de la flora halofita que creció en el Negev y en los estratos sedimentarios del Lago de Genezaret hace 2.000 años. Plantas hoy extinguidas cuyos pólenes fueron arrastrados por los vientos hasta la ciudad de Jerusalén. Y allí quedaron prisioneros entre los hilos de la Síndone. (27:36)

(27:44) Después descubrió el polen del Linum mucronatum, una planta exclusiva de Turquía, otros nueve pólenes de la región de Anatolia y doce especies que crecen en Francia e Italia. En total, veintidós pólenes que certificaban el peregrinaje de la Sábana Santa por Israel, Edessa, Constantinopla, Francia e Italia. En otras palabras, lo que ya sabíamos por la historia. Y vuelvo a preguntarme: si la Síndone hace 2.000 años recibió el polen de plantas de Israel, ¿cómo se las arregló el falsificador de los siglos XIII o XIV para obtener un polen ya extinguido? ¿Cómo pudo seleccionarlos si el microscopio no estaba inventado? (28:17)

El ufólogo español trata nuevamente de marearnos con cifras asombrosas de los pólenes hallados por Max Frei y la única variedad que menciona es el Linum mucronatum como ejemplo representativo de la “extinta” flora palestina. Esta afirmación es tonta y falsa de narices porque esa planta no solamente sigue existiendo ahorita, sino que otras especies esgrimidas por los defensores de la Síndone aún perduran en la actualidad. Algunas son: Glebionis coronaria, Zygophyllum dumosum, Paliurus spina-christi, Cistus creticus, Gundelia tournefortii, Hyoscyamus reticulatus y Scabiosa prolifera.

Vale decir que varias de estas plantas son oriundas de Israel y que florecen entre marzo y mayo, aunque nada de esto desmiente la datación con Carbono 14 realizada en la década de los 80 ni prueba que la Síndone tiene 2.000 años de edad; como mucho demuestra dónde y en qué época del año se pudo haber exhibido. Por la presunta predominancia de pólenes procedentes de Oriente Medio, el Sudario pudo haber sido tejido en Tierra Santa y después expuesto en diversos lugares hasta su parada final en Turín. Pero para creerse eso habría que darle crédito a la leyenda de la Síndone, la cual carece de un sólido sustento historiográfico hasta bien entrada la Edad Media.

No obstante, lo anterior es para tomárselo con extrema cautela. La polinización nos enseña que el polen con el que se reproducen las plantas viaja largas distancias a través del viento y los animales. Un insecto podría haber recorrido en cualquier siglo montones de kilómetros, recoger el néctar de una flor y volar de un lugar a otro del mapa, haciendo escalas, hasta posarse en el Sudario, dejando allí las microscópicas simientes vegetales con sus patas. Y un sindonólogo, ignorante de la biología más elemental, viviría creyendo que la Sábana Santa fue revelada en lugares del mundo en los que con toda seguridad nunca estuvo.

Antes de continuar haré un último apunte. Que yo sepa, Max Frei era criminalista por cuenta propia y no era palinólogo titulado. La reputación de ese señor se puso en duda durante su examen del Sudario de Turín por razones como las ya explicadas, aunque se terminó de ir abajo cuando en 1982 sostuvo que los “Diarios de Hitler” eran auténticos. ¿Sabían ustedes que esos “Diarios” fueron burdas falsificaciones y que Frei ni siquiera era experto en el análisis documental de los archivos del Tercer Reich? ¿No? Bueno, ahora están al tanto de la clase de “intelectual” que tenemos ante nosotros.

Ja, ja, ja… Qué bolas tienes, Benítez, qué bolas tienes…

Argumento denegado.

(28:24) Los descubrimientos de Max Frei, en efecto, hablan por sí mismos. La presencia del polen debería haber sido más que suficiente para silenciar a cuantos negaban la autenticidad de la Síndone. Pero el Carbono 14 siguió eclipsando estos aplastantes hallazgos científicos. Tampoco era de extrañar al tratarse de la supuesta imagen de un dios. Si la Síndone hubiera contenido la imagen de Napoleón o de Ramsés II, el enigma se habría zanjado rápidamente. (29:00)

Véase lo anterior. Esto es una estupidez. Argumento denegado.

(29:03) También en 1973 se llegaron a otras no menos interesantes conclusiones. En la Sábana Santa no hay un solo indicio de putrefacción. ¿Cómo era posible? Si la imagen era el resultado de la aplicación a la tela de moléculas orgánicas, bien de origen natural o artificial, ¿cómo explicar que el intenso calor generado por el incendio de Chambery no hubiera modificado su color? Incluso las zonas que estuvieron en contacto con las gotas de plata fundida conservan la misma tonalidad y densidad que el resto. De haber sido una falsificación, esas regiones aparecerían claramente alteradas y descoloridas. (29:46)

Véanse las refutaciones anteriores sobre el uso de la pintura en el Sudario de Turín; no hay putrefacción porque no enterraron a nadie con él. Y hay que estar bien miope como para no darse cuenta que la Sábana sí tiene sutiles variaciones de color en las partes que fueron tocadas por la plata fundida; decir lo contrario es recurrir a explicaciones mágicas. Si la Síndone fuera un milagro de Dios omnipotente, ni habría ocurrido el incendio que casi la quemó.

Argumento denegado.

(29:49) Y la ciencia prosiguió su espectacular avance. En octubre de 1978, un nutrido grupo de científicos tuvo acceso a la Síndone. Era el Proyecto STURP, la mayor parte perteneciente a la NASA. Y la Sábana Santa fue sometida a una minuciosa y amplísima batería de experimentos científicos. Los resultados, una vez más, impresionaron a los especialistas. Veamos algunos de ellos. (30:15)

Por lo que hemos visto antes, esa “batería” radiocarbónica dejó al Sudario como a Sebastopol en 1855: vuelto leña. Sin embargo, a los sindonólogos les desagradó saber que la Síndone es un objeto mundano sin pena ni gloria, de modo que optaron por jugar sucio al monopolizar el acceso a la reliquia “sagrada” y al echar con insultos al científico más capacitado que tenían, es decir, a Walter McCrone, de quien ya hice mención. Cuando McCrone salió ―mejor dicho, fue expulsado― del Shroud of Turin Research Project (STURP), el equipo de especialistas se convirtió en un aquelarre.

Ese aquelarre no tenía en su “mayor parte” a personal de la NASA. ¡Si hasta lo reconoció un cristiano de la iglesia episcopal que le da cuerda al Sudario de Turín! La verdad es que sólo dos miembros de STURP ―Jackson y Jumper, el “dúo dinámico” de Benítez que veremos minutos más adelante― trabajaron en el Jet Propulsion Laboratory (JPL), una de las instalaciones de la NASA (ajá, la agencia aeroespacial a la que Benítez lanzará escupitajos verbales en el penúltimo filme de su Planeta encantado). La NASA, que nunca tuvo interés en el estudio de la Síndone, reportó en julio de 1977 una llamada telefónica en la que un sujeto de la Hermandad Cristiana le pidió el análisis de la imagen del lienzo. La solicitud fue aceptada y esos dos empleados del JPL realizaron el estudio.

STURP, por cierto, no podía rebatir en 1978 la datación química del Carbono 14 que no se hizo sino en 1987; por tanto, la anacronía es descomunal, a menos que quiera explicarse con la máquina del tiempo del Dr. Emmett Brown. No obstante, esta pifia cronológica es apenas el comienzo de una serie de sofismas manidos que se escudan en investigaciones cuyas conclusiones son altamente cuestionables. Además, esos trabajos de STURP, como veremos luego, contradicen por completo la tradición cristiana del catolicismo romano al que se pretende validar.

Argumento denegado.

(30:27) En la imagen del hombre muerto se observan numerosos coágulos, manchas y reguerillos de sangre. Pues bien, nadie logró explicar por qué esos coágulos aparecen intactos y con los bordes perfectamente definidos. Si aceptaban la hipótesis del robo del cadáver, dichas manchas tendrían que haber sufrido la lógicas roturas y desflecados. Al introducir un escáner entre el lienzo y el forro cosido por las monjas clarisas de Chambery, se observó que la sangre había penetrado también en el reverso del lienzo. Aquella sangre era del grupo AB, muy común entre los judíos. Las diferentes analíticas y pruebas hematoscópicas demostraron la presencia en la imagen de sangre venosa y arterial, así como de la albúmina del suero sanguíneo. Y el veredicto del Carbono 14 quedó nuevamente en ridículo. (31:09)

En las investigaciones de 1978, STURP supuso que había sangre en el Sudario por el tipo de manchas esparcidas en la tela, pero los posteriores tests forenses resultaron negativos. Por tanto, eso del grupo AB (¿AB qué? ¿AB+ o AB-? Doh, genius!) es una afirmación de relleno que no encaja en lo más remoto con las estadísticas actuales de Israel, país comprendido por judíos en un 74% pero cuya distribución de grupos sanguíneos dice que sólo el 8% de la población total es del grupo AB (7% del AB+ y 1% del AB- vs. 35% del O, 38% del A y 19% del B).

No le cuadran, pues, las cuentas a Benítez, porque lo que dice de los judíos es matemática y estadísticamente falso. Como falso o altamente improbable es que el suero sanguíneo sea prueba de Jesús. Hasta donde he visto y leído, los apologistas de la Síndone dan como evidencia el hallazgo de la albúmina, pero repiten el correlato facilón del hierro oxidado: la albúmina compone la sangre, ergo es Cristo. Quizás no se percatan estos señores de la milagrología que esta proteína no es única del plasma de la sangre; está también en las plantas, el tejido animal, la leche y la clara de huevo que se usa en la témpera al colágeno.

Todo esto es basura anticientífica, así que ni sangre, ni robo de cadáver, ni nada. STURP miente, se inventa información que no existe. Y en el supuesto caso de incurrir yo en error, ¿qué? ¿Eso es prueba inequívoca de la resurrección? No. Es como mucho una evidencia de unas gotas de sangre que podrían ser de cualquiera, como las monjas que al remendar el lienzo no podían evitar, en los gajes de su oficio, pincharse los dedos con las agujas.

Argumento denegado.

[Nota personal: antes de pasar al próximo segmento de esta entrada es preciso que aclare una cosa en relación al judaísmo y a los grupos sanguíneos. Se ha creído que los judíos están unidos por el grupo AB, dizque porque es más frecuente en ellos. Pero como hemos observado con estas cifras, ese concepto es erróneo e insostenible, por lo que es un mito. He visto con mucha preocupación que esta equivocada idea es ampliamente difundida por personas afectas al racismo “científico”, las cuales militan con los sectores más fanáticos del nacionalismo sionista o, peor todavía, del antisemitismo. Los primeros quieren legitimar su chauvinismo con un linaje imaginario que se remonta a sus ancestros hebreos de la Antigüedad, mientras que los segundos usan esta falacia para mantener la brecha “objetiva” que hay entre los judíos y la “raza aria”.]

(31:10) ¿Qué falsificador de los siglos XIII o XIV tenía la capacidad para aislar y distinguir el grupo AB o la sangre venosa de la arterial? Como es sabido, mucho después en el siglo XVI, el español Miguel Servet fue condenado a la hoguera por asegurar, entre otras cosas, que la sangre circulaba. Y los científicos volvieron a comprobar lo que ya se sabía. Ni rastro de pintura, ni de pigmentación alguna. Aquel supuesto falsificador, efectivamente, tuvo que ser un genio. (31:32)

Mentira cochina. Véanse las refutaciones anteriores. Argumento denegado.

(31:34) Otra de las sorpresas llegó al explorar los hilos. En este tipo de tejido, cada hilillo está integrado por unas doscientas fibras. Vistas al microscopio, parecen cañas de bambú. Pues bien, de esas doscientas, sólo dos o tres, las más superficiales, aparecían chamuscadas. Sólo dos o tres eran las responsables de la formación de la imagen. En un primer momento, los científicos atribuyeron el abrasamiento de las hebras superficiales a una misteriosa y desconocida radiación. Una energía intensa y brevísima. Sólo así podía explicarse una imagen tan superficial. Después, al examinar las fibras con el microscopio de contraste de fases, se percataron de algo mucho más sutil. Las hebras, en realidad, no estaban quemadas. Las fibras habían sido deshidratadas, es decir, envejecidas y oxidadas en centésimas de segundo. En suma, se habían vuelto amarillas exactamente igual que amarillea el lino con el paso del tiempo. El resto de las fibras, sin embargo, conservaba la frescura y el color más claro, propios de un lino no envejecido artificialmente. (32:53)

Violación flagrante de todas las leyes de la física y apelación idiota al pensamiento mágico. Para liberar tanta energía en tan poco tiempo haría falta una reacción atómica autosostenida que no acabe en una explosión nuclear. Incluso en condiciones controladas, la radiación en todo este proceso sindonológico sería tal que habría contaminado Jerusalén, convirtiendo a esta ciudad en la Chernóbil de Oriente Medio. Por tanto, la Sábana Santa sería un objeto cancerígeno que no debería estar dentro de un cofre de vidrio antibalas sino en un ataúd de plomo, sepultado a sopotocientos metros de profundidad con toneladas de concreto encima. Quien haya tocado el Sudario o lo haya visto de cerca debería estar en el hospital haciéndose chequeos médicos.

Argumento denegado.

(32:58) Lo que los ojos aprecian en la Síndone, por tanto, no es otra cosa que un cambio de tonalidad en las referidas fibras superficiales. Increíble, sí. La imagen del hombre muerto, según los científicos, tiene su origen en un singular mecanismo de envejecimiento. Dos de los científicos del Proyecto STURP, los entonces capitanes de las Fuerzas Aéreas Norteamericanas Jackson y Jumper, serían los descubridores de otra de las singularidades de la imagen de la Sábana Santa de Turín. Al detectar aquella anomalía, sus esquemas mentales se vinieron abajo definitivamente. Trabajando con las computadoras se percataron de algo aparentemente imposible. La imagen era tridimensional. Al contrario de lo que sucede con una fotografía normal y corriente, la imagen del hombre muerto conservaba una información subterránea sólo detectable con los ordenadores. Aquella no era una imagen plana. La intensidad luminosa de cada punto era distinta y dependía de la distancia del cuerpo al lienzo. El hallazgo fue tan asombroso que los capitanes repitieron el experimento una y otra vez utilizando incluso voluntarios envueltos en sábanas. El microdensímetro  escandidor y el VP-8, la computadora utilizada para la recepción y recomposición de los millones de dígitos, arrojaron siempre el mismo resultado. Las zonas del lienzo que tocaban el cadáver (la nariz, por ejemplo) disfrutaban de una luminosidad superior a las que se hallaban más alejadas del cuerpo. Nuevo mazazo al Carbono 14. Que se sepa sólo en el siglo XX, y con dificultades, fue posible la maravilla de la tridimensionalidad. (34:20)

Mentira total, absoluta y absurda. Tridimensional fue la susodicha reconstrucción facial del hebreo promedio del siglo I, no ese cuerpucho de la Sábana Santa, el cual mas bien muestra que las diferencias en el relieve anatómico cumplen con el perfil propio de una gran tabla (¿de madera?) tallada a la que se le aplicó pintura para luego ponerse encima del lienzo, lo que sugiere un posible trabajo de xilografía en tela. Las diferencias de “luminosidad” (que por cierto se observan sin necesidad de computadoras) de esta manera no serían más que matices de colores aplicados capa por capa.

Argumento denegado.

(43:22) En el transcurso de estos experimentos, Jackson y Jumper fueron a descubrir otro singular detalle. Al examinar las espaldas del hombre muerto comprobaron que los músculos dorsales y deltoides aparecían extrañamente abombados. Esto llevó a los científicos a la siguiente deducción: durante el proceso de formación de la imagen, el cadáver tuvo que permanecer inmóvil e ingrávido, es decir, en el aire. (34:49)

Más apelaciones estúpidas al pensamiento mágico. Al igual que la falacia radiactiva de la Síndone, este planteamiento es como mínimo una idiotez con “I” mayúscula, una ridiculez épica en la cual se ignora que sería preciso estar en el espacio para que el cuerpo sufra importantes cambios debido a la ingravidez y que la Biblia siempre dice que fue enterrado en la Tierra, no más allá. ¿Entonces, vale? ¿Quién se equivoca aquí? ¿Cómo resolver esta contradicción, en la que las Sagradas Escrituras tienen más peso que las palabras del hombre? ¿Cómo llegar a un razonamiento coherente al respecto sin recurrir a las aburridas exégesis, al abusivo “interpretacionismo” de la teología?

No hay modo de salir de este laberinto sin la ciencia. Al cuerno con las “interpretaciones” bíblicas que no son sino tergiversaciones y mentiras intencionales, que además son bastante bobas. En condiciones de ingravidez, un cuerpo muerto como el de Jesús sufriría efectos afines a los de un cuerpo vivo tales como atrofia muscular, deterioro de los huesos, producción reducida de glóbulos rojos y redistribución de los fluidos corporales, entre otros. La Sábana Santa, empero, sólo indica ―según sus defensores, desde luego― abombamiento en los músculos señalados por Benítez, sin ningún signo adicional típico de esta exposición a entornos sin gravedad. Esto de por sí motiva a sospechar que las argucias gravitacionales de los sindonólogos no tienen sentido y que ellos hablan de lo que no saben.

El Sudario, por tanto, no refleja en lo absoluto que Cristo flotó después de morir; a lo sumo, que Benítez y los sindonólogos están en la Luna.

Argumento denegado.

(34:52) Y a Jackson y Jumper les corresponde también el descubrimiento de la primera pista de un hallazgo que me atrevo a calificar de definitivo, y que fija la fecha de la aparición de la imagen. Ocurrió mientras trabajaban con la tridimensionalidad. De pronto, sobre los ojos descubrieron dos círculos. ¿Se trataba de monedas? Esa justamente era la costumbre judía los enterramientos próximos al sábado. Los párpados del difunto eran cerrados y sobre ellos se depositaban sendas monedas. Al poco, el padre Filas, jesuita norteamericano, redondeó el descubrimiento. Sus pesquisas entre los más destacados numismáticos dieron fruto. Las letras que se leen en uno de los círculos (UCAI) eran idénticas a las que presentan los leptones, unas pequeñas monedas de bronce 2 gramos de peso y 15 milímetros de diámetro. Unas monedas acuñadas por Poncio en la provincia romana de la Judea entre los años 29 al 32. UCAI era parte de la leyenda Tiberium caesaris, es decir, de Tiberio César, el emperador que gobernaba en el año 30, fecha de la muerte de Jesús de Nazaret. (36:13)

Hasta donde yo sé, ni los judíos solían enterrar a sus muertos poniéndoles encima de los ojos unas moneditas de bronce, ni hay sólidas evidencias o investigaciones arqueológicas que respalden esta afirmación. Esa más que razonable duda la expuso el historiador Antonio Lombatti en un megadebate por correspondencia con los sindonólogos, en el cual los “sabanasantólogos” siempre buscan salirse con la suya mediante falacias cada vez más tontas e indemostrables. Una de ellas pasa por alto que la inscripción en el anverso de la moneda dice “TIBEPIOY KAICAPOC”, no “TIBEPIOU CAICAPOC”, y la del reverso dice “IOYLIA KAICAPOC”, en referencia a la madre del emperador Tiberio.

Las letras por tanto no dirían “UCAI” sino “YKAI”. En este sentido no sirve de nada apelar a un presunto error ortográfico en la acuñación del leptón, puesto que una moneda con fallos en su escritura carece en lo absoluto de valor económico. Si hoy en día nadie acepta un billete de cien dólares que diga Dolarz en lugar de Dollars, en la Edad Antigua ni el más codicioso de los comerciantes habría querido tener un pseudo-leptón en su bolsa, ya que eso sería la bancarrota… o la cárcel por delito de falsificación.

De este modo, un falso leptón vale para las finanzas lo mismo que para los sepelios: un comino. Y para hombres como el Mesías, eso sería un sacrilegio por partida doble. Primero, porque se dice que Cristo aborrecía el dinero, y segundo, porque aún si a él le hubiera gustado tener plata se habría enfurecido al saber que fue sepultado con un par de monedas de mentira. Por consiguiente, lo único que han logrado los sindonólogos con esta argucia es hacer que Jesús se revuelque de la ira en su tumba ―mejor dicho, en el cielo― y probar, sin proponérselo, que el fraude medieval posee más elementos en su contra.

Argumento denegado.

(36:24) Como hemos visto, hay argumentos y pruebas científicas que demuestran sobradamente la autenticidad de la Sábana Santa. Alguien, hace 2.000 años, en aquel sepulcro, manipuló el tiempo e hizo desaparecer el cadáver. Una medida tan respetuosa como inteligente. ¿Imagina usted lo que habría sucedido si la humanidad hubiera conservado los huesos de Jesús de Nazaret? Y esa fuerza desconocida y poderosa que aceleró la descomposición del cadáver, envejeciendo la Sábana, nos regaló también una fotografía única en la historia. Una imagen que recuerda el horror padecido por aquel hombre. Sígame y se lo mostraré. ¡Ah! Y una advertencia: quizá lo que se dispone a ver y escuchar no sea de su agrado. Pero esa fue la verdad. (37:16)

Al revés: esa fue la mentira.

(37:27) Cercana la medianoche del jueves al viernes, aquel hombre se retiró a lo más frondoso del olivar. Y una profunda angustia lo clavó a tierra. El fortísimo estrés, y quizá el miedo, provocaron un singular fenómeno en su piel: la hematidrosis, un sudor sanguíneo que empezó a debilitarlo. Las manchas de sangre, en efecto, cubren toda la imagen. (37:59)

La escena completa está descrita en Lucas 22:39-46 y la hora del suceso lo saca Benítez del Libro de Urantia, en el pasaje (1963.1) 182:0.1 correspondiente al documento 182. En relación a la hematidrosis, es algo que ocurre con extrema rareza, y hasta lo daría por válido en el Nazareno, pero no es convincente el enlace que hace Benítez entre esas manchas sanguíneas y este trastorno. Esto incluso puede ser fruto de un sesgo de confirmación dado por los sindonólogos a la Biblia, pues si hallan sangre por toda la Síndone, entonces las Escrituras están en lo cierto, ¿o no?

Pues no necesariamente. En sí, de Lucas 22:44 se puede suponer lo que sea. En condiciones de estrés elevado, Jesús pudo sudar sangre, sí; pero ese pasaje, leído de otra forma, puede indicar también que no lo hizo, que lo que ocurrió en verdad fue que el sudor de Cristo se mezcló con su sangre porque mientras estaba él en el éxtasis de su oración ―como sabemos, el Mesías era un religioso devoto al que le encantaban los retiros espirituales― se flageló el cuerpo hasta acabar chorreado de rojo.

O bien, que Jesús se dio rejazos en el cuerpo hasta cubrirlo de sangre, como si la hubiera sudado.

Cualquier interpretación es posible, pero insatisfactoria. Los sindonólogos y cristianos convencidos, desde luego, se decantan por aquella que más les conviene, desechando todas las demás por comodidad; no en vano el Internet está lleno de webs que hablan de la hematidrosis desde una perspectiva apologética, no científica. Y ya con esto paro, porque es meterse en berenjenales teológicos que conducen a callejones sin salida.

Argumento interesante, pero denegado.

(38:06) Y al estudiar el rostro, los médicos descubrieron otro detalle aterrador. Durante el interrogatorio en la casa de Anás, Jesús no recibió una bofetada como reza la tradición, sino un violento bastonazo propinado por uno de los esbirros del ex sumo sacerdote. El palo de unos 5 centímetros de diámetro hundió la nariz y provocó un gran hematoma en el pómulo derecho; así quedó reflejado en la Síndone. (38:40)

Sé que la fecha dada por el ufólogo español viene de (1987.1) 185:0.1 en el documento 185 del Libro de Urantia y que la tortura de Jesús, como la describe Benítez, está en (1984.2) 184:4.1 del documento 184, pero se especifica que los guardias del templo “lo golpeaban con un palo en la cara”. Lo segundo difiere mucho de la versión manipulada en este seudodocumental, porque muy a diferencia del susodicho vago pasaje del Evangelio de Lucas sobre la hematidrosis de Cristo, el citado en Urantia es bastante explícito y hasta gráfico.

De lo mencionado en el texto urantista se entiende con sobrada claridad que a Jesús no lo golpeó un guardia sino varios, y se infiere que cada uno de ellos se turnaba para darle una paliza con el palo (su diámetro no lo sabemos, eso es a todas luces un invento de Benítez). Por contexto se sobreentiende que la cara de Cristo recibió más de un golpe y que ésta debió tener chichones y hematomas en más de un lugar, aparte de la nariz. En efecto, esto está en oposición con lo que dice el Libro de Urantia, porque en (1979.4) 184:1.6 de ese documento 184 se habla de una bofetada dada por el mayordomo de Anás, escena que de hecho sale en la Biblia (Jn. 18:22-23).

Consulté unas cuatro traducciones diferentes de dicho pasaje de Juan y todas coinciden en el uso del término “bofetada”. Ninguna prefiere hablar de “golpe” o “bastonazo”, por lo que considero que si eso es así es porque el texto original de ese evangelio quizás se refiere a un golpe dado en la cara ―específicamente en las mejillas, no en la nariz― con la mano abierta y no con el puño cerrado ni con algún objeto contundente. Esto contradice completamente al Sudario de Turín, de ahí que los sindonólogos están entre la espada y la pared: o les toca admitir que el hematoma en el pómulo derecho es creación del artesano que pintó la Síndone contraviniendo la Biblia sólo para añadirle más dramatismo a su Sábana, o las Sagradas Escrituras están equivocadas.

Ya me imagino a los apologistas cristianos buscando una vía de escape para salir del paso con esto que planteo. Dirán que la “bofetada” a Jesús concuerda con ese hematoma de la Sábana Santa, puesto que esa palabra tiene un sentido “profundo” que depende de la traducción. Pero eso es caer en la aburrida charla exegética y escolástica en la que se debate un sinnúmero de factibles interpretaciones bíblicas que no nos conducen a ninguna solución del problema, debido a que cada una de ellas siempre arrima la brasa a su sardina. Hemos visto arriba cómo la sindonología ha hecho un esfuerzo por hacer que Lucas 22:44 signifique lo que más le interesa al catolicismo apostólico romano.

Argumento astuto, pero denegado.

(38:44) Pero lo peor estaba por llegar. Al examinar las imágenes frontal y dorsal, patólogos y forenses palidecieron. Aquel hombre había sido flagelado brutalmente. Algunos expertos han contado 120 golpes; otros creen que recibió alrededor de 200. Golpes secos, potentísimos, que afectaron incluso a los testículos y el coxis. Golpes diabólicamente estudiados que no afectaron a la zona del corazón, evitando así la muerte prematura del reo. El mapa de los azotes no precisa de mayores comentarios. Los médicos no se explican cómo pudo sobrevivir. (39:36)

Eso no tiene por qué ser un enigma. En la época de la esclavitud, un negro aguantaba por años cientos de latigazos, pero vivía para contarlo. Eso sí, quedaba débil y con el cuerpo molido por el castigo, aunque lo más triste del asunto es que apenas se repusiera de sus heridas debía irse de nuevo a pasar trabajo. Algo idéntico tenemos con los prisioneros que iban a morir en Gólgota; todos ellos eran torturados y se les dejaban con vida antes de sufrir su último suplicio. Aquí el Mesías no tiene nada de extraordinario.

Argumento admisible, pero que requiere de la aclaratoria que les acabo de dar.

(39:41) Coronación de espinas. La soldadesca de la Fortaleza Antonia fabricó un casco con la Poterium spinosum, una zarza muy abundante en Palestina. Un matorral armado de púas rectas y en forma de pico de loro de hasta 6 centímetros de longitud. Y el yelmo fue encajado sin piedad en la cabeza del hombre afectando a nuca, cuero cabelludo y frente. (40:05)

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La información cronológica es inventada. No tiene ninguna referencia que la acredite. Tampoco sale en la Biblia (si bien sólo dice que los acontecimientos finales de la Pasión ocurrieron en la mañana) y en el Libro de Urantia hay horas distintas a las señaladas por Benítez.

En relación a la corona de espinas, es una escena verosímil. Si los generales, políticos y literatos romanos solían ser galardonados con una corona de olivos para que se notara su gloria en el imperio, es creíble que una con púas haya sido hecha para humillar al Mesías. Sin embargo, es preciso decir que el Poterium spinosum abunda en el Mediterráneo oriental, no sólo en Palestina, y que sus espinas tienen una longitud máxima de 3 centímetros, no de 6.

Dios debería ponerse a estudiar botánica, porque hizo una pésima labor al representar la flora de Oriente Medio en la Síndone. En este aspecto del Sudario de Turín, cabe decir que este es uno de los típicos cabos sueltos en los que no se observa ningún rastro de poderes sobrenaturales, sino los errores del artesano, quien debió tener conocimientos muy superficiales de plantas.

Argumento interesante, pero denegado.

(40:18) La hemorragia y el dolor fueron igualmente intensísimos. Minutos después, maltrecho, debilitado y febril, el reo se vería obligado a cargar sobre los hombros el madero transversal de la cruz, el Patibulum; un tronco áspero y agresivo de unos 35 o 40 kilos de peso. (40:47)

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Como en el caso anterior, la hora del evento debió ser inventada por Benítez y carece de fuentes fiables que la corroboren. Lo demás es creíble, tomando en cuenta que el método con el cual fue ejecutado Jesús era común en la Roma del siglo I de nuestra era.

Argumento plausible.

(40:56) Fue amarrado con una cuerda que, a su vez, tras rodear el tobillo, lo vinculó a los dos terroristas que lo acompañaban hasta el lugar de ejecución. (41:04)

Normalmente se dice ―en realidad, eso es lo que dicen los cuatro evangelios; véase Mt. 27:38, Mr. 15:27, Lc. 23:33 y Jn. 19:18― que eran ladrones, malhechores y/o delincuentes; en fin, personas muy malas que debieron haber hecho algo muy grave como para haber sido condenados a perecer en la cruz, al menos desde el punto de vista de la justicia romana. Lo de los dos “terroristas” es invento de Benítez, pero eso ya lo hablé en el capítulo 4 cuando se trajo a colación el tema de los zelotes. El resto es creíble, pero no necesariamente tiene que ser la verdad.

Argumento plausible, quitando las tergiversaciones de Benítez.

(41:11) Y en esos 500 o 600 metros, la tortura de las caídas, los violentos impactos del rostro contra las piedras, las rodillas destrozadas, los dientes quebrados y los mechones de barba arrancados por los soldados al intentar aventarlo. La imagen de la Sábana Santa es fría y certera. (41:27)

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Una vez más, la hora del evento es imaginación del ufólogo español. Lo único verosímil es el montón de lesiones músculo-esqueléticas en su camino al Gólgota, porque en cuanto a la barba nos referimos me parece que está muy íntegra como para decir que los soldados romanos le hicieron algo a sus pelos. Más sentido tiene que lo hubieran agarrado del cabello, en la cabeza, aunque allí tampoco veo daño capilar; hasta luce muy peinado para un hombre que antes de morir fue tratado con mucha crueldad.

Claro, a menos que José de Arimatea le haya hecho “latonería y pintura”, pero él no habría tenido cómo reponer el cabello perdido, el cual de paso no se ve nada desaliñado, como ya dije. Por tanto, o al artesano se le olvidó desarreglar el pelo a Cristo (de ese modo su cuerpo fenecido habría tenido un look más realista en el lienzo), o la sindonología está tan ciega que es incapaz de ver lo que no encaja en la Sábana Santa.

Para muestra un botón: si Jesús hubiera tenido los dientes rotos por el sufrimiento en la vía al Gólgota, como mínimo tendría la mandíbula abultada o torcida a raíz de las fracturas en la quijada o por la pérdida de piezas dentales, lo que además trae como consecuencia el sangrado en la boca mezclado con saliva y una evidente hinchazón de los labios, pues Jesús debió caer de bruces en el suelo. ¿El Sudario de Turín refleja una, varias o todas estas señales? Para la tamaña tunda que le dieron, no.

Argumento denegado.

(41:43) Sí; algo falló. Según los médicos, el largo clavo de hierro de unos 20 o 25 centímetros utilizado para clavar una de las muñecas debió tropezar con un nudo. Y fue retirado y martilleado de nuevo. (41:56)

(42:05) El hombre de la Sábana fue atravesado no por las palmas de las manos, sino por las muñecas, bien por el llamado Punto de Destot o bien por la articulación radiocubital inferior. Los clavos rozaron el nervio mediano y provocaron la contracción de los dedos pulgares; por eso no aparecen en la Síndone. (42:22)

(42:43) Con el tercer clavo, según los médicos, no hubo problemas. Entró limpiamente cosiendo ambos pies al madero vertical. Y la pierna izquierda permaneció flexionada. Así aparece en la imagen de la Síndone como consecuencia del Rigor mortis. (43:00)

Cada vez que busco información acerca de este aspecto de la cruz-y-ficción de Cristo me topo con páginas apologistas cristianas que no hacen ningún análisis científico del asunto, o si lo hace el autor se vale de frases rebuscadas para sustentar lo que dice. Sin embargo, en términos técnicos el espacio de Destot no tiene lagunas porque es algo que se sabe en anatomía, lo que hace viable que la muerte de Jesús haya acaecido de una manera muy distinta a como aparece en la iconografía clásica del Mesías, la cual toma literalmente lo que está escrito en Juan 20:25.

Lo que sí vale matizar es que este método de matar reos no se destinaba a ciertas personas en particular. La crucifixión podía aplicarse a cualquiera, bien se autoproclamase hijo de Dios o no, y ya se practicaba desde antaño (los que participaron en la rebelión de Espartaco, por ejemplo, dan fe de ello, y de qué forma). Además, los romanos tenían por hábito amarrarle los brazos a sus víctimas, por lo que el uso de los clavos era opcional y se prefería más en los pies, que se clavaban en paralelo, atravesando los tobillos.

Si esto se hacía con las manos, éstas se amarraban y se ponía el clavo entre el radio y el cúbito, ya que brinda una posición estable. Por el espacio de Destot también se puede, aunque resulta muy doloroso y mata muy rápido al condenado, lo que se opone claramente a la mentalidad de los verdugos romanos, quienes gustaban de prolongar la agonía de sus prisioneros, la cual sería mayor dependiendo del lugar del cuerpo humano que sea afectado.

Por consiguiente, lo que no cuadra del Sudario es que no se ven los signos de las ataduras de las manos y de los pies, que por cierto parecen estar clavados en el medio y no a la altura del tobillo. Para tratarse del retrato exacto de Cristo, se contradice con las costumbres macabras de los romanos y con la “infalible” Biblia. Si la Síndone es auténtica en base a esas observaciones anatómicas, habría que desechar las Escrituras como punto de referencia (lo cual invalidaría la materia prima del cristianismo); si es al contrario, lo que estaría mal sería la Sábana Santa.

He aquí la pregunta del millón. Se la dejo de tarea a los sindonólogos, exégetas y teólogos para que la resuelvan, si es que pueden.

Argumento admisible y debatible siempre que se excluya la Sábana Santa como prueba, dados los razonamientos anteriormente expuestos.

(43:03) El final se acerca. Y el suplicio va alcanzando unos límites difíciles de imaginar. El reo necesita respirar. Para ello dispone sólo de un sistema: apoyarse en el clavo de los pies y alzarse a pulso milímetro a milímetro con la ayuda de los clavos que perforan las muñecas. El corazón bombea desesperadamente alcanzando hasta 180 pulsaciones por minuto. A los diez o doce minutos pérdida de conocimiento, pero el hombre se recupera. Nueva lucha para obtener un poco de oxígeno. La penalización gana la batalla. Las piernas quedan inutilizadas. Ahora sólo puede alzarse con el auxilio de las muñecas y músculos de los hombros. El cataclismo es generalizado. Finalmente el corazón se rompe. La agonía se ha prolongado durante hora y media. La medicina, perpleja, sigue muda. (44:02)

Otra vez, la hora de los acontecimientos es un nuevo invento de Benítez.

Y la manipulación es la misma. Eso que describe el ufólogo español es lo que le pasaba a los que morían por crucifixión, no solamente a Jesucristo. Estando atado ―y clavado― a la cruz, el condenado se movía como podía para respirar, sin saber que cada contorsión de su cuerpo le acortaba la poca vida que le quedaba. En esa posición estirada no se podía respirar bien y paulatinamente su ritmo cardíaco entraría en un desorden tal que su sistema circulatorio acabaría colapsado.

Argumento admisible, pero que precisa de los matices que acabo de describir.

(44:12) Pero el espanto y la humillación no han concluido. Uno de los soldados alancea el costado derecho del crucificado. Los médicos exploran la Síndone y se muestran de acuerdo: al recibir la lanzada el hombre ya estaba muerto. La lanza resbaló por encima de la sexta costilla, atravesó pulmón y corazón, y abrió la aurícula derecha. Y manó sangre y agua. Sangre de la vena cava superior. Agua o líquido seroso del pulmón. Después, en el descendimiento o en el traslado al sepulcro, por efecto de la gravedad, la vena cava inferior se vació igualmente, y ese reguero aparece también en la cintura el hombre muerto. (45:10)

Mmmm… interesante… al fin un buen argumento, lástima que tendré que desecharlo por una razón fundamental. Aunque ustedes no lo crean, es muy probable que ese lanzazo jamás haya ocurrido.

En serio. Lo digo sin mamadera de gallo. Dejen que les explique por qué.

La escena del lanzazo que remata a Cristo está en Juan 19:31-37. Hasta ahí todo bien, porque en las ejecuciones los verdugos siempre se cercioraraban de que el condenado estuviera bien muerto; por eso es que le rompían las piernas. Sin embargo, la excepción que hacen con el Mesías es razón suficiente para entrar en sospechas, pues este evangelio dice que se da cumplimiento a lo que está en Salmos 34:20 y Zacarías 12:10. Con eso tendríamos que quien haya escrito este libro de la Biblia no necesariamente estaba haciendo una descripción fiel de los hechos, sino que los estaba acomodando para que se ajustaran a las prédicas del Antiguo Testamento.

Por tanto, el artesano que pintó la Síndone no hizo sino seguirle la corriente al Evangelio de Juan, ignorando que Jesucristo pudo haber tenido las piernas rotas como los otros dos condenados que lo acompañaron al cadalso del Gólgota. Si esto es así, entonces a Jesús no le dieron ningún trato especial porque murió como los demás. Lo del lanzazo sería por tanto una fabulación del apóstol Juan, como lo es de hecho el nombre del centurión Longino, el cual es el resultado de tradiciones medievales tardías.

Señoras y señores, a ver, a ver: o la Biblia miente, o los mentirosos son los sindonólogos. Porque para lo católicos que son, parece ser que las Sagradas Escrituras les tienen sin cuidado, como si no estuvieran ahí.

Argumento genial, pero denegado.

(45:15) Y llegamos a una de las preguntas clave. ¿Quién era este hombre? ¿Se trataba de Jesús de Nazaret? Los especialistas en cálculo de probabilidad matemática han sido rotundos. Según Paule de Gail, ingeniero y jesuita francés, la posibilidad de que no fuera Jesús es de 1 contra 225 mil millones. En palabras del médico italiano Tino Ceuri, esta probabilidad es la misma que tiene una piedra de convertirse en pájaro y salir volando. (45:34)

Argumento dudoso e inadmisible. Eso hiede a falacia de pensamiento ilusorio. Pudo haber sido desde un humilde campesino hasta un temido homicida condenado a pena de muerte. Probabilidad no es realidad, por remota o por mucha que ésta sea.

(45:42) Efectivamente, esta imagen sólo puede ser la del hombre que fue torturado y crucificado en Palestina hace dos mil años: Jesús de Nazaret. Y ahí surge una nueva y escalofriante posibilidad. Algún día a no tardar la ciencia estará en condiciones de extraer de la sangre de la Sábana Santa una muestra de ADN. Entonces el mundo podría asistir a la clonación de aquel hombre muerto. La clonación de Jesús de Nazaret. Decenas o cientos de cuerpos físicamente idénticos al del Maestro. (46:11)

La única forma de tener certeza de esto es comparando el ADN de esa sangre (que no es tal, es pintura) con el de algún pariente cercano. Sin embargo, ¿el de quién? Cristo tuvo mamá, abuelos, tíos y especulan que hasta hermanos y primos, pero de ese gentío no tenemos ni una osamenta que nos sirva para establecer una comparación fiable. Por tanto, sostengo que esa puede ser la “sangre” de cualquiera y que si alguien la clonara podría llevarse un chasco muy grande.

Además, ¿no es peculiar que cuando se habla de ADN en el Sudario de Turín siempre se mencione la sangre? Porque que yo sepa, este ácido nucleico también está presente en otros tejidos orgánicos del cuerpo humano que debieron quedar impregnados en la Síndone: piel, cabello y excretas, por ejemplo. Los sindonólogos dicen a viva voz lo de la sangre, como si un cuerpo envuelto en una tela no pudiera dejar trazas microscópicas de pelos, uñas o epidermis, que de hecho no hacen acto de presencia por ningún lado.

Si esa reliquia fuera auténtica, tendríamos restos orgánicos que no serían exclusivamente aquellos de los fluidos sanguíneos: un cabello, unas gotas de sudor, fibras de tejidos blandos desparramados o residuos de piel que surgen mediante el contacto habido con la tela. En este sentido no tenemos ni un microfósil; sólo la presunta “sangre” que pudo haber sido la de un señor común y corriente. Por eso es que este sería, entonces, el cabo suelto que pasó por alto al artesano que hizo la Síndone; se ocupó de pintar el lienzo de lino, pero no le metió cosas que normalmente sí se ven en genuinos cuerpos “ensabanados”.

Oigan, y hablando como los locos; ¿qué tal si sometemos a esa supuesta sangre a un análisis de datación por Carbono 14 para luego cotejar esa muestra con las tomadas en la tela de la Sábana? ¿Es mucho pedir, o es que no quieren ser agobiados por más evidencias de su farsa sindonológica?

(46:17) Y desde algunos sectores de la iglesia se han alzado voces de advertencia. Atención: mañana el mundo podría comerciar con el cuerpo del galileo. ¿Será esa la razón por la que algunos tratar de destruir la Sábana Santa o de reducirla a una falsificación de la Edad Media? (46:39)

Quien quiera destruir la Síndone lo hará por iconoclasta.

Quien quiera decir que es un fraude (que lo es, dejen las babosadas, cristianófilos, no sigan vendiendo la polémica a lo loco) usará las evidencias que se han obtenido con la ciencia, como lo he hecho yo.

Y quien quiera obtener dinero con ella ya lo ha hecho por siglos y lo está haciendo en este preciso instante, pues el Museo de la Sábana Santa cobra de 3 a 5 euros por cabeza, sin incluir las publicaciones y la mercadería que se pueden adquirir en su librería. Eso sin contar el billete que se mueve por el turismo religioso de los creyentes que van desde otras ciudades italianas y del extranjero sólo para ver el Sudario alojado en la Catedral de Turín. Ahí gastan en transporte, hospedaje, comida y visitas guiadas.

Lo que gasta un peregrino cuando se va de Maracaibo a Guanare para ver la basílica de la Virgen de Coromoto.

Allí, por cierto, se conserva una reliquia; una recién restaurada miniatura de la Virgen tan bien pintada que a ésta se la da por milagrosa, pues mucha gente devota cree que una imagen tan minimal (i.e., 2,5 x 2 cm) y a la vez con tanto detalle no pudo haber sido hecha por una mano humana, sino por intervención divina. Si un equipo de expertos diera con las causas naturales y racionales del por qué el ícono de la Virgen se salvó en contra de las bajas expectativas que se tenían en un principio, y si también dijera cómo se pintó sin recurrir a la mariología, lo más seguro es que pocas personas presten atención a estas explicaciones. A lo sumo, asentirían y seguirían rezando como de costumbre.

Traducido al español: lo que es con la reliquia de la Virgen de Coromoto lo es con el Sudario de Turín. En general, al creyente promedio le da igual que sea un fraude, una pintura hecha por un artesano muy bueno o no. Sentir la experiencia religiosa de ver esos objetos sagrados es una cuestión de fe, no de autenticidad material. Lo que digan o desdigan los científicos al respecto es algo secundario, que no prescindible. Esto lo saben los propios “científicos” cristianos que defienden la Síndone, porque de no ser por esa tela el atractivo religioso al que se presta Turín no sería igual; los devotos no irían a la catedral salvo para mirarla más por fuera que por dentro.

Resumamos ya la lista de camelos habidos en el Sudario de Turín, a fin de cerrar este segmento y pasar a uno nuevo que se referirá también a las Sagradas Escrituras.

  • Pruebas documentales: ninguna fiable hasta bien entrado el siglo XIV en el que fue datado científicamente el Sudario.
  • Carbono 14: pese a las críticas, la datación radiocarbónica resistió el escrutinio científico y probó sin dudas que la Sábana Santa es una creación medieval.
  • Iconografía: propia del arte cristiano occidental de la Edad Media, con semejanzas a reliquias conocidas que también son tomadas por auténticas según dictamen oficial de la iglesia católica (i.e., mandylion, Imagen de Edessa, Rostro Santo). Aún no se conoce con precisión la técnica de pintura, pero queda claro que la Síndone fue obra humana.
  • STURP: este equipo de “expertos” es incapaz de contestar el Carbono 14 con el Carbono 14. De ahí que se valen de argumentos rebuscados nada relacionados a la datación química.
  • Polen: no sirve para datar la Síndone. Contrario a lo que dicen sus defensores, las especies florales de las que proceden las variaciones de este polen aún existen.
  • ¿Negativo fotográfico?: no.
  • ¿Rastros de sangre?: tampoco.
  • ¿Perfección en el cuerpo del Mesías?: ni por asomo. Más perfecto era el hombre de Neandertal.
  • ¿Hubo pintura en la Sábana Santa?: sí. Se usó en la Edad Media.
  • ¿Sangre AB?: sin sangre, no hay grupo sanguíneo. Eso es especulación. Además, las estadísticas desmienten las afirmaciones de Benítez.
  • ¿ADN?: si lo hay, podría ser de cualquier ser vivo, incluso de Barrabás.
  • Investigación de la NASA: mentira.
  • Radiación: falso. A menos que Jerusalén haya sido la Fukushima de Israel.
  • Ingravidez: ¡ni que Jesús hubiera estado en Star Trek!
  • Tridimensionalidad: tridimensional va a quedar la cara del ufólogo español después que Cristo le dé unos carajazos por las burradas que ha estado diciendo.
  • Leptón: las supuestas marcas del sudario corresponden a monedas falsas sin valor económico ni espiritual.
  • La Pasión: algunos planteamientos son interesantes, aunque deben tomarse con extrema cautela en su mayoría.
  • Biblia: este libro dice cosas de la muerte de Jesús que no están contempladas en la Síndone. De hecho, la Sábana Santa tiene varios aspectos que contradicen las Sagradas Escrituras y el Libro de Urantia, lo que induce a creer que esta farsa se intenta estirar por todos los medios posibles mediante un doble-pensar orwelliano.
  • Urantia: en este filme hay por doquier referencias a este libro sacro, las cuales por cierto contradicen la Biblia, el Sudario de Turín y pasajes de las “revelaciones” urantistas. Por tanto, este dizque documental es una campaña oculta de proselitismo religioso ufovangélico.

Nos queda clara ahora la diferencia abismal entre la ciencia y la religión, así como por qué es absurdo equiparar lo primero con lo segundo. La clave fundamental para entenderla radica en ver sus espacios culturales. Cuando uno va a un museo de ciencias y llega a la sección de la evolución, no se verán nunca farsas desmentidas hasta la saciedad como la del infame Hombre de Piltdown. No hay científico que se atreva a defender la evolución con ese montaje porque sería el descrédito de su carrera. Ningún catálogo serio de fósiles lo mostraría como evidencia porque eso sería una mancha a su reputación paleontológica.

En fin, nadie pondría las manos en el fuego por el Hombre de Piltdown porque saldría quemado y trasquilado. La evolución tiene demasiadas evidencias a su favor como para andar mintiendo por ella.

La religión, en contraste, hace todo lo opuesto. Inclusive considera como patrimonios sus mentiras, entre ellas el Sudario de Turín. A sabiendas que la Sábana Santa es una falsificación hecha en la Edad Media, el cristianismo ha preferido desestimar las pruebas reales e inventarse unas ficticias mediante numerosos ardides retóricos que chocan con las creencias bíblicas que dicen proteger. Y Benítez, ufovangélico convencido, en vez de hacer una enérgica denuncia de este engaño, le da cobijo y se suma al eco de las voces del catolicismo romano al que una vez él expresó su completo desdén debido a su carácter capitalista.

Cristo es, pues, un producto del mercado, es decir, una mercancía. La fe, después de todo, sí que mueve montañas, pero de dinero. La mejor demostración de ello está en el Sudario de Turín, una reliquia en la que se nos muestra que Dios no es sólo un tracalero; es un timador de profesión al que le importa el lucro. En el capítulo 4 observamos que Dios es un farsante chiflado al que le faltó un tornillo cuando mandó a la Tierra a su Mesías. En éste que leen, Dios es tramposo, ladrón, truhán y estafador sin escrúpulos. Y en el próximo que publicaré, Dios será el más despiadado de todos los asesinos y genocidas habidos en el mundo imaginario de las divinidades.

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Capítulo 1 – ¿Cuál huella?

Capítulo 2 – La isla bonita

Capítulo 3 – Hache dos o

Capítulo 4 – Yisus Craist

Capítulo 5 – Secreto de uno, de ninguno

Capítulo 7 – Una “cajita feliz”

Capítulo 8 – Palito-Cerito-Palito

Capítulo 9 – Sahara vivo

Capítulo 10 – Sahara muerto

Capítulo 11 – Locademia de arqueología

Capítulo 12 – Mirlo fantasma

Capítulo 13 – Las metras alienígenas

Capítulo 14 – ¿De dónde vino el fraude?

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2 comentarios en “Planeta desencantado. Capítulo 6 – Dios es tracalero

  1. Lo que mas me llamó la atención y que casi me ha dejado perplejo fue el asunto de la mano izquierda sobre el muslo, veo las imagenes una y otra vez, y me llama la atencion lo deformes que se ven los dedos, sobretodo los dedos indice y medio que parecieran del mismo tamaño y que van en orden creciente desde el casi imperceptible dedo meñique hasta los ultimos señalados. ¡Nada de proporciones!. Osea, ¿Nadie se habia tomado la molestia de fijarse en ellos?, porque respecto a este tema yo he visto 2 programas documentales; uno mas o menos serio pero que no llegaba a ninguna conclusion coherente, y otro mas bien magufo donde abordaban las mismas ideas magufas de JJ «Dib» benitez aqui revisadas, ignorando ambos completamente los datos de la anatomia y por sobretodo no haberle mirado bien los dedos, y la forma en que este jesus se tapa el bulto. ¡Incluso en el primero especulaban la posibilidad de que alguien fuera crucificado en plena edad media… ¡Para hacer la imagen!!! Ridiculo. Debieron hecharle una miradita a las manos, cosa que Benitez, como todos no se fija… ni se va a fijar jamás.

    Junto con la prueba de carbono 14, la mano izquierda constituyen la evidencia mas contundente de que la sabana es un fraude. otra cosa; si el sujeto fue completamente tapado con la sabana ¿Por que hay una gran separacion entre la parte posterior de la imagen, con la parte de arriba si deberia haber una continuacion? Digo esto tomando en cuenta esta imagen https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/7/77/OntstaanLijkwade_GiovanniBattista.png donde muestra como posiblemente fue envuelto con la sabana. Si asi fue envuelto, hubiese quedado impreso todo el perfil de su cuerpo; la parte posterior de la cabeza y la de arriba hubiera hecho un continuo hasta llegar a la frente y el rostro, y en vez de eso hay un gran segmento vacio en medio de la sabana que divide entre arriba y abajo del cuerpo. Pareciera que autor de esto le interezaba exaltar detalles que hicieran reconocer a cristo, en vez de preparar una prenda funeraria.

    Otro dato sospecho es que si jesus no fue la unica persona en padecer el suplicio de la crucificcion, y que quizas otros como él hayan tenido un arreglo postumo similar al él… ¿Por que no aparecen otras sabanas iguales a la del mesias con la figura de otro que le haya pasado lo mismo que a él? ¿Que paso con el resto de cientos o miles de estas unidades de telas si esto ocurrio asi?

    Saludos

    • Hola Ricardo, gracias por comentar.

      Concuerdo con tu comentario, y respecto a una de tus últimas preguntas, sucede que sí hay otro sudario, que es el de Oviedo. Pero la imagen de ese sudario dista mucho de la Síndone que está en Turín. Es decir, ambos íconos tienen caras diferentes del mismo Mesías, lo que es otra evidencia más del fraude. Si el rostro de Jesús en el Sudario turinés es genuino, el de Oviedo por fuerza es una falsificación, y viceversa. Es imposible sostener que ambos sudarios tienen la misma validez.

      Saludos.

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