Indudablemente, la expansión de la fe no tiene utilidad si no se logran mantener a los creyentes anclados a sus preceptos, ya sea por medios pacíficos o violentos, por lo cual se hace necesaria la aplicación de diversos métodos que puedan persuadir a los fieles a quedarse en sus posiciones o disuadirlos de abandonar su religión actual para cambiarla por otra. En pleno siglo XXI, en el que la globalización es un fenómeno mundial, las cosas han cambiado muchísimo en la manera de acercar los mensajes de las congregaciones, aunque no sus intenciones e ideas de trasfondo que se transmiten con mayor sutileza sin rozar el umbral de la pasividad.
El impulso vertiginoso del Internet ha permitido el flujo veloz de la información, pero una fracción de la misma, al no tener fundamento, puede generar ignorancia e histeria al ritmo de su difusión. De todos los medios digitales, el correo electrónico ha sido uno de los que han tenido más éxito en distribuir bulos, pues viaja más rápido a medida que se envía a una lista de contactos; esto es lo que se conoce como una cadena de email. Pequeña y peligrosa, la cadena de email, con sus versiones inyectadas con esteroides de las redes sociales, le ha dado rienda suelta a la prédica del fanatismo religioso con la pasmosa frecuencia suficiente como para impulsarse en la consolidación de los objetivos de su proselitismo.
Durante años, la desaparecida página web Rompecadenas.com y la comunidad de Intermaníacos han estudiado cientas de cadenas de email de temática religiosa con sus cuasi interminables variantes. Si bien hay una cantidad enorme de estos mensajes, éstos tienen la misma estructura típica de todas las cadenas de email: piden el reenvío del mensaje a una cantidad “equis” de personas (o a todas en nuestra libreta de direcciones) so pena de pasarnos algo malo en caso de no hacerlo y nos intentan convencer con recompensas en caso de reenviarlo. Los hay con oraciones, los hay sin ellas. También pueden incluir testimonios o promesas de milagros, avistamientos de santos, de Jesucristo o incluso de Dios, pudiéndose mezclar con las ya conocidas cadenas de la suerte o de la amistad. Nada para sorprenderse.
Hay que tomar en cuenta que las cadenas religiosas del Internet pueden desmentirse sin hacer esfuerzos titánicos, ya que como el resto de los tipos de hoaxes casi nunca tienen sustento científico, histórico o documental, y utilizan relatos novelescos que en su gran mayoría son tergiversaciones de hechos reales o simplemente son inventos del creador de esos relatos fantasiosos de la red. Además, no ha habido un solo defensor de estas cadenas que haya podido demostrar cómo funciona, y ninguno lo hará porque saben que es absolutamente imposible que se puedan recibir castigos o premios por por enviarlas o cortarlas.
Las oraciones y alusiones a los avistamientos de santos, de Jesucristo o de Dios no hacen que estas cadenas sean verdades incuestionables ni las justifican, ni hacen que los rezos curen enfermedades del mismo modo en que no prueban la veracidad de los testimonios de seres divinos, los cuales nunca van más allá de la anécdota. Si estas creencias no han tenido validez en el mundo real, ¿por qué habrían de tenerla en el mundo digital? ¿Por qué habrían de poseer algún efecto perceptible si de narices se ve que lo único que quieren es mantener viva la conciencia religiosa de quien la profesa y, en no pocas ocasiones, convertir al incrédulo? Porque no se basan en la lógica, sino en habladurías.
En palabras más específicas, las cadenas religiosas de email se centran al retórica de quinta categoría que recurren, entre montones de argucias posibles, a la narración de falsas profecías, al sentimiento de culpabilidad, a la sensación de superioridad moral por tener en su corazón a un Dios determinado, a las consecuencias de contradecir la voluntad de ese Dios y al desgastado cliché del descreído que terminó creyendo (o escarmentado) por insólitas circunstancias que suelen ser de lo más melodramáticas o trágicas. Husmeando en la red se pueden encontrar algunos ejemplares: en uno de ellos se dice que un ateo asesinó a su esposa y luego se suicidó, dejando huérfana a su hija que, habiéndose hecho cristiana por influencia de su madre adoptiva, vio a Jesús de Nazareth cuando fallecieron sus padres.
Añadiéndose a la susodicha historia terrorífica del homicidio-suicidio, en la que se hace implícitamente una falaz asociación del ateísmo con la proclividad al crimen, otra cadena religiosa nos dice que Dios es benevolente, piadoso, misericordioso… vale, que Dios es amor, a menos que tengas la osadía de retarlo con tus risas, de burlarte de él o sus superpoderes. Dios es, así, el ente que aparte de no tener sentido del humor ha preparado las llamas del sempiterno fuego infernal para aquellos que no lo adoren incondicionalmente o que ofendan su existencia.
Lo que se sostiene en estas cadenas religiosas del Internet es, como sucedería asimismo si se tratara de algún otro tema, difundido a plenitud en blogs, páginas web, videos de YouTube, redes sociales y, cómo no, por correo electrónico (si bien ha decaído esta última vía con el paso de los años). Dada su capacidad para resumir una larga cantidad de información no verificable en poquísimas páginas/diapositivas sin dar fuentes y sin estimular la investigación de lo que se afirma, esta clase de material es de muy fácil distribución, haciéndose por tanto viral. Si a esto se le suma un público creyente en Dios con tendencias (ultra)conservadoras, donde son fuertes los repulsivos estereotipos hacia el ateísmo y la intolerancia a las bromas blasfemas, los pregones de fe pueden proliferar infinidad de veces.
Desde luego, no estoy sugiriendo que los mensajes religiosos no sean expresados, pero resulta bastante molesto que esos hoaxes circulen sin crítica por la web. Considero que estas cadenas se deben romper, y que si alguien va a reenviar un mensaje de estos por email que borre los destinatarios en la lista de CC o CCO para evitar que spammers inescrupulosos recolecten las listas de emails y, por consiguiente, atiborre nuestras bandejas de entrada con spam. Además, se debería editar el mensaje antes, eliminando de éste cualquier frase relacionada con su reenvío o la ira divina; esta es una recomendación encarecida que a menudo le doy a ciertos creyentes para que su prédica tenga un lenguaje más amable.
Si se busca un Internet o un mundo mejor, lo mejor que se puede hacer es permitirle a las personas la libre elección de aceptar la religión si así lo desea, incluso en línea, y lo peor es ponerse necios e irritantes como los Testigos de Jehová que tocan de puerta en puerta para ver si uno tiene un minuto para Jesús. Si yo lo tuviera, lo aprovecharía para decirles a esos creyentes evangelizadores que su discurso fideísta está tan mal elaborado que su inexistente Dios sería el primero en avergonzarse de leerlo, más aún si viene con errores ortográficos, tiene un diseño amateur o se pasea como burro sin mecate en Facebook con el pensamiento descolocado en el que un “me gusta” o un clic en el botón “compartir” sanará milagrosamente a los enfermos y los conducirá a la salvación eterna.
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