Indudablemente, la expansión de la fe no tiene utilidad si no se logran mantener a los creyentes anclados a sus preceptos, ya sea por medios pacíficos o violentos, por lo cual se hace necesaria la aplicación de diversos métodos que puedan persuadir a los fieles a quedarse en sus posiciones o disuadirlos de abandonar su religión actual para cambiarla por otra. En pleno siglo XXI, en el que la globalización es un fenómeno mundial, las cosas han cambiado muchísimo en la manera de acercar los mensajes de las congregaciones, aunque no sus intenciones e ideas de trasfondo que se transmiten con mayor sutileza sin rozar el umbral de la pasividad.
El impulso vertiginoso del Internet ha permitido el flujo veloz de la información, pero una fracción de la misma, al no tener fundamento, puede generar ignorancia e histeria al ritmo de su difusión. De todos los medios digitales, el correo electrónico ha sido uno de los que han tenido más éxito en distribuir bulos, pues viaja más rápido a medida que se envía a una lista de contactos; esto es lo que se conoce como una cadena de email. Pequeña y peligrosa, la cadena de email, con sus versiones inyectadas con esteroides de las redes sociales, le ha dado rienda suelta a la prédica del fanatismo religioso con la pasmosa frecuencia suficiente como para impulsarse en la consolidación de los objetivos de su proselitismo. Sigue leyendo
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