Preludio
A su debido tiempo, probablemente en la tercera entrega de esta serie indefinida de entradas, haré mis críticas hacia la oposición venezolana y los partidos políticos que la componen (aunque el chavismo no sale indemne de este caos politiquero), pero he tenido compromisos que me han absorbido el tiempo que normalmente dedico a investigar para los propósitos de este blog en el cual tengo la costumbre de utilizar enlaces y no pocas citas textuales. Por ello, aquí me centraré en poner en tela de juicio las presuntuosas virtudes criollas que, aunadas a varios defectos, conforman la masa deforme patriotera que se regocija en su incesante pedantería tricolor.
Efectivamente, es menester un cuestionamiento crítico y una condena de los cimientos socioculturales del bananerismo venezolano además de la venezolanidad en sí misma, los cuales sólo contribuyen a generar una visión de la nacionalidad que en realidad es un espejismo de estereotipos autoimpuestos. Las supuestas bondades de la “Pequeña Venecia” encierran paradojas, contradicciones y falacias cubiertas con engaños autocomplacientes respecto a su futuro, su presente y su pasado. La idiosincrasia criolla todavía fantasea con los mitos acerca del terruño en una caverna platónica llena de apariencias.
Conviene, pues, un desafío severo de la identidad nacional de Venezuela y una crítica a quienes la promueven con irresponsable ignorancia o de mala fe. Así, lo que nos hace venezolanos debe ser, de ahora en adelante, no un motivo de orgullo irracional colectivo sino un estímulo indetenible de crudas reflexiones que contienen las verdades que a muchos les resultan muy incómodas. Ya basta de mentiras piadosas para demostrar que el venezolano es “chévere” porque sí. Estoy harto de eso. Sigue leyendo
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