En las religiones, las contradicciones en su percepción de la moral no me repugnan más que el incesante proselitismo con el cual bombardean a la población, haciéndole creer sus dogmas con tal de satisfacer los intereses de un grupo con poder, en vez de los de la razón, que es el deber ser. Aunque la divulgación de las falacias fideístas puede hacerse a través de los medios de comunicación masivos, hay un método más simple, pero no por ello menos eficiente para ello: se trata de la distribución de prospectos en las calles, los cuales llevan escritos sus bocadillos de fe, es decir, sus versiones miniaturizadas de discursos religiosos que suelen ser más largos durante los sermones.
Los prospectos proselitistas religiosos son diferentes entre sí en su apariencia física, pero todos tienen en común el hecho de dar mensajes de esperanza sobre un mundo mejor en el que buscan atraer a la gente para que pertenezca a sus filas teístas mientras realizan un ataque contra aquello que no concuerde con su dogma. Además, esos prospectos suelen hablar de cuestiones o entidades malignas imaginarias como los demonios y el pecado original a la vez que ofrecen información de contacto para poder unirse a su club de gente bendecida. Algo así he visto en un papelito del Libro de Urantia, el cual me dieron hace unos años atrás mientras caminaba por la calle, y dice así:
¿¿¿Cuál es su religión???
Cuando me preguntan esto, expreso que Dios no tiene una religión preferida. Ante los ojos de Dios solo existen dos grupos de seres: los que desean hacer su Voluntad y los que no lo desean. No es necesario cambiar de religión, sino cambiar de vida. La verdadera religión no es cierta agrupación de creyentes, la religión auténtica es una relación muy personal (muy individual) con Dios, que se comparte con los semejantes. Esto se lo aclaró Jesús de Nazaret a la samaritana cuando le dijo que, para adorar al Padre, no tendría que ir al Templo de Jerusalén ni al de Samaria, sino que le adorarían en espíritu y en verdad, es decir, dentro del corazón (individual) de cada creyente, y en todo lugar. Las religiones generan divisiones porque se basan en interpretaciones de sus Libros considerados sagrados. Pues, si un miembro (sincero y con virtudes) rechaza ciertas creencias de su iglesia o grupo, es expulsado o excluido por sus creencias, sin importar su fe y sus virtudes. Por ello, la Unidad Espiritual de la Humanidad, sólo la genera cada creyente (individual) cuando se entrega a la Guía interior del Espíritu de Dios, que le irá impregnando de una mayor verdad, rectitud, justicia y amor, en todos sus pensamientos, palabras y acciones; y le irá impulsando a valorar la fe y las virtudes de sus semejantes, sin rechazarles por diferencias de creencias. La Hermandad Espiritual no se da por pertenecer o bautizarse en cierto grupo de creyentes, sino porque en nuestra mente Vive una Divina Chispa del Padre, que nos diferencia de los animales, y nos hace (a todos y todas) hijos e hijas de Dios por la fe. Cuando nuestra mente obedece a lo que dicho Espíritu Divino nos impulsa en la conciencia, estamos cooperando para construir nuestra alma. Y cuando alguien rechaza (persistentemente) lo que Dios le dicta en su conciencia, podría llegar a destruir su alma, y moriría eternamente. Jamás se reencontraría con sus familiares y amigos fallecidos, y jamás vería a los Ángeles, ni al hijo creador, ni a Dios. Pero si ―al morir físicamente― tenemos alma, entonces nos reencontraremos con muchos otros creyentes fallecidos (y algún día llegaremos a donde está Dios) en otros Mundos Gloriosos que nos esperan luego de este mundo. Estas y muchísimas otras Verdades fueron Reveladas ―a principios del siglo veinte― por un grupo de Seres Angelicales, quienes afirman que nuestro mundo es conocido ―por todas las civilizaciones del gran Universo― con el nombre de URANTIA.
Marcelino Ramírez (mensajero de La Verdad Ampliada en la Gran Revelación dada por Seres Celestiales en EL LIBRO DE URANTIA).
Este pequeño folleto urantista, como todos los papeluchos religiosos, es tan seductor como falaz. Cuando lo recibí, vi que eran apenas dos páginas de contenido religioso que cabe en el bolsillo, o bien, doblado dentro de la billetera. Desde luego, eran dos páginas de incoherencias en las cuales unas me parecían más descabelladas que otras. Obsérvese que Marcelino Ramírez acusa a las demás religiones de ser divisionistas porque éstas se basan en interpretaciones de sus libros considerados sagrados, lo cual genera el rechazo a las personas con creencias diferentes o que deciden llevar su fe de un modo distinto a la tradición; el eterno juego sucio del “ellos” versus “nosotros”.
Por supuesto, Ramírez está en lo correcto, aunque se le olvidó que cuando dice en su folleto que “Ante los ojos de Dios solo existen dos grupos de seres: los que desean hacer su Voluntad y los que no lo desean”, está mostrando el carácter segregacionista (vayan a saber Uds. si ha sido sin querer o si es una intención subliminal) del dogma urantista: se divide a la humanidad entre las personas que deciden obedecer la voluntad divina, es decir, “nosotros”, y quienes no desean hacerlo, es decir, “ellos”, como es típico en todas las religiones de las que tengo noticia. Por cosas simples de la lógica se puede ver que los urantistas sacan sus argumentos e interpretaciones del Libro de Urantia, un libro cuyo valor es tan sagrado como el de la Biblia, el Corán o el Libro de Mormón. Ergo, considero que el señor Ramírez, cuando quiera atacar a religiones que no sean la suya, debería hacerlo bien, evitando caer en estas payasadas ridículas como la contradicción que acabo de señalar.
No sé por qué las religiones siguen tan obstinadas con la absurda idea del “esta religión/mi religión es la verdadera”, o su variante: “la verdadera religión es…”. Urantistas como Ramírez también se unen a la lista de los fanfarrones que pretenden establecer teorías alocadas sobre esto. En efecto, Ramírez plantea en su prospecto mediante la típica falacia del verdadero escocés que “La verdadera religión no es cierta agrupación de creyentes, la religión auténtica es una relación muy personal (muy individual) con Dios, que se comparte con los semejantes”. Inmediatamente después aparece una referencia bíblica (está, de hecho, en Juan 4: 21, 23, 24), la cual es usada como argumento de autoridad para demostrar que la religión genuina es un estrecho vínculo entre un individuo con su deidad, la cual se comparte con quienes tienen las mismas ideas. No hay nada nuevo bajo el sol.
Es más: el hecho de tener una simple creencia en Dios no significa que se pertenezca a una religión, o que se haya creado una en el acto. Eso mas bien sería deísmo a secas, nada más. Si un conjunto de personas creen en una misma deidad, la adoran del mismo modo, acatan los mismos preceptos que rigen esta creencia, siguen un mismo libro sagrado o a sus líderes y se reúnen regularmente en grupos para reafirmar la fe, entonces estamos ante la presencia de una religión formalmente instituida o en su defecto de una secta religiosa. A juzgar por lo que dice el señor Ramírez, el urantismo se comporta del mismo modo en que lo hacen las demás religiones organizadas; si eso no fuera así, entonces sus ideas tendrían pinta de todo, menos de religión, y ni siquiera necesitarían un texto sacro para predicarlas.
Hay además dos frases bastante extrañas en el prospecto. Una de ellas dice que “Dios no tiene una religión preferida”, en la cual se sostiene que todas las religiones son “hijas” del mismo ser, o bien, que el mismísimo Dios creó todas estas religiones, aunque no todas se hayan ido por el buen camino. En cualquier caso, la idea de que un dios no tenga una ideología preferida da la impresión de que a esta deidad le valen madre las religiones institucionalizadas; simplemente le importa ver cumplida su voluntad a nivel personal, aunque lastimosamente dicha voluntad sea divulgada con frecuencia por un grupúsculo de elegidos que siempre creen tener la razón. Sin embargo, si Dios no se decanta por religión alguna sino que se conforma con que le adoren, ¿por qué haría falta entonces meterse en las aguas del urantismo cuando podría perfectamente rendirle pleitesía a Dios cuando, como y donde se me antoje? El sinsentido es evidente. El urantismo de Ramírez, que tiene carácter colectivo, niega el individualismo de la fe que dice valorar.
La segunda frase, por su parte, dice que “No es necesario cambiar de religión, sino cambiar de vida”. Si la miramos bien veremos que se asemeja mucho a esas sugerencias vistas en los libros de autoayuda y crecimiento personal, al mejor estilo de Wayne Dyer. La inserción de una frasecilla de este tipo en medio del folleto de Ramírez se debería al hecho de que se puede convencer mejor a la gente de adoptar una ideología específica si se le convence sobre el respeto que recibirán las que ya tenían consigo. A mi juicio, creo que eso tiene más viabilidad en la teoría que en la práctica porque muchas ideas del urantismo no son compartidas por otras religiones, lo cual terminará forzando a sus miembros a abandonar sus antiguas creencias, y por tanto, a convertirse. Créanlo o no, es sólo cuestión de tiempo que esto ocurra, salvo que por obra y gracia del sincretismo el Libro de Urantia permita la hibridación de confesiones religiosas disímiles entre sí. Pero eso ya no sería urantismo. Sería un pasticho ideológico.
Las recompensas y castigos urantistas, por supuesto, no podían faltar, pues sin eso el prospecto sería como una arepa sin relleno. De todas las recompensas, las mencionadas en el folleto son la adquisición de virtudes de todo tipo como el amor, el impulso formidable de la fe y las virtudes de sus semejantes, el hecho de hacernos hijos de Dios por la fe, la construcción de nuestra alma e ir a otros “Mundos Gloriosos” donde nos reencontraremos con creyentes fallecidos y algún día con Dios. Claro, para obtener premios semejantes es necesario entregarnos a la “Guía interior del Espíritu de Dios”, aceptar la existencia de la “Divina Chispa del Padre”, y obedecer al “Espíritu Divino”. La mayor penalidad causada por no cumplir estos requerimientos mandados por la fe urantista se muestra muy claramente en el folleto que se cimenta con un implícito ad terrorem; el miedo a la muerte eterna.
De por sí, las ofertas dadas por el dogma al que Ramírez está adscrito son tan comunes (de hecho, las demás religiones ofrecen casi lo mismo, incluso más) que probablemente no encontrará mucha gente deseosa de pertenecer al urantismo, salvo aquellas personas lo bastante sugestionables como para aceptar a pies juntillas cualquier creencia que se les atraviese. Al igual que los demás dogmas religiosos, su sistema de estímulo-recompensa/castigo fortalece el divisionismo anteriormente analizado (puesto que “ellos” no gozarán de la gloria eterna), además de ser bastante injusto para quienes en el pasado nunca tuvieron la menor idea de lo que era Libro de Urantia. Desde luego, no veo en ese texto sagrado nada que no haya visto antes en el cristianismo, con la excepción de obvias diferencias doctrinales que no vienen al caso aquí.
Además, la obediencia a lo dicho por el tal “Espíritu Divino” es una idea bastante peligrosa en su dogma. ¿Qué pasaría si un día un urantista, poseído por delirios propios de un lunático, dice que el Espíritu Divino le ordenó que debía hacer conversiones por la fuerza en el nombre de la “Divina Chispa del Padre”? El resultado es predecible. Afortunadamente, hasta donde sé no ha habido nadie que haya cometido delitos por Urantia, aunque hay que estar loco de remate o muy embelesado por la fe como para escuchar voces provenientes del cielo. En cualquiera de ambas circunstancias el raciocinio es suplantado por la necesidad de creer en algo.
De hecho, hay un disparate en la tesis de la creación y la destrucción del alma mostrada en el folleto. Según lo muestra Ramírez, el alma nace “Cuando nuestra mente obedece a lo que dicho Espíritu Divino nos impulsa en la conciencia”, y se muere si “alguien rechaza (persistentemente) lo que Dios le dicta en su conciencia”. La lógica de esta idea se desploman cuando vemos lo absurdo que resulta para un Dios urantista la creación, como si se construyera un templo sin pilares, de un ser humano sin alma; es decir, que el alma no es innata sino que se obtiene mediante la aceptación de la autoridad de Dios, suponiendo que él no ponga más trabas en su “burocracia” celestial. Por el contrario, la destrucción del alma tendría algo de sentido para quien ya la había construido, pero ¿qué sucede con quienes nunca tuvieron una y decidieron ignorar el mandato del Espíritu Divino porque sencillamente no creen en él? ¿Acabarían con su alma igualmente? Por supuesto que no. ¿Cómo puede una persona sin alma desintegrar lo que nunca tuvo? Este problema se pudo haber evitado si los inventores del Libro de Urantia hubieran imaginado un Dios que al menos se tomó la molestia de hacer las cosas completamente, sin piezas faltantes. Eso al menos habría dado más verosimilitud a ese texto.
Añádase que lo de la “Divina Chispa del Padre” es un cuento chino muy similar al creacionismo. En el folleto se lee que “en nuestra mente Vive una Divina Chispa del Padre, que nos diferencia de los animales, y nos hace (a todos y todas) hijos e hijas de Dios por la fe”. Me gustaría saber si el señor Ramírez considera que Dios se empeñó en crear a los seres vivos para explotarlos indiscriminadamente, puesto que veo en ese pasaje el habitual antropocentrismo chauvinista en el que el ser humano es especial porque Dios lo quiso así. Contemplo a las abejas que nos dan miel, a las vacas que nos dan carne y leche, a los perros y los gatos que nos dan compañía… y noto que bajo esa perspectiva ninguno conocerá a Dios porque tuvieron la desdicha de no haber nacido como nosotros y, por ende, de no tener la Divina Chispa. En ese folleto urantista de Ramírez, el Homo sapiens tiene todos los privilegios, mientras que los demás seres vivos apenas gozan de una piadosa pizca de vida. ¡Cónchale, qué idea tan fascinante!
Hasta ahora, el único acierto que ha tenido Ramírez en su prospecto es la época en la cual aparecieron las presuntas “revelaciones” de la “verdad” en el Libro de Urantia. Efectivamente, y hasta donde tengo entendido, el libro apareció publicado por primera vez en 1955, siendo escrito más o menos entre 1922 y 1939. Este libro, al igual que cualquier texto considerado como sagrado por las religiones, fue escrito en su totalidad por seres humanos, no por seres angelicales y mucho menos por “príncipes planetarios”, o sus correligionarios. En efecto, no están aún claras las circunstancias en las cuales aparecieron las revelaciones del Libro de Urantia, aunque todo apunta a que dichas “confidencias” paranormales recayeron en los dudosos testimonios de unas pocas personas, las cuales en realidad fueron sus autores.
Como se ha dicho antes, el Libro de Urantia ya estaba tomando forma desde la década de 1920. Si tomamos en cuenta que las “entidades superiores” (e.g. ángeles, extraterrestres, o lo que sea) deberían llevarnos millones de años de ventaja evolutiva, eso significa que las revelaciones a las cuales hacen referencia los urantistas fueron escritas mucho tiempo antes, en otro lugar del universo y, por supuesto, en un idioma no humano, en el cual lógicamente se debió haber escrito el libro original. Por supuesto, la tesis urantista se echa abajo porque la versión original del Libro de Urantia está en inglés, porque la antigüedad de dicha versión se ubica en las primeras tres décadas del siglo XX, y porque la presencia de referencias bíblicas delata el completo carácter humano del urantismo.
Aunado a lo anterior, en el Libro de Urantia la hipotética suprema inteligencia de los seres dizque angelicales debería ser lo suficientemente alta como para saber que la difusión de mensajes importantes, del estilo de las “revelaciones”, puede hacerse de manera masiva, sin necesidad de intermediarios especiales o de “elegidos”. Además, estos seres “superiores”, suponiendo que tuvieran superpoderes, son capaces de difundir el mensaje por sí mismos, dándose a conocer explícitamente ante la sociedad humana, en vez de mantenerse ocultos como seres invisibles de los que no hay la menor evidencia. Curiosamente, los emisarios religiosos son las únicas personas capaces de contactarlos, lo cual genera aún más mi escepticismo acerca de la intervención divina en la elaboración de esas escrituras “sagradas”.
La última falacia del prospecto es la más tonta de las que he examinado previamente, y se desploma por su propio peso; en ella, el señor Ramírez habló de “un grupo de Seres Angelicales, quienes afirman que nuestro mundo es conocido ―por todas las civilizaciones del gran Universo― con el nombre de URANTIA”. Como lo leen, dichos “seres angelicales” afirman que nuestra Tierra es llamada “por todas las civilizaciones” del cosmos como Urantia. No sé si lo habrá notado Ramírez, pero las posibilidades de que al menos dos civilizaciones extraterrestres designen a la Tierra con el nombre de Urantia son muy, pero muy reducidas, pues cada civilización alienígena tendría un idioma muy distinto al nuestro, y cada una tendría una manera única de definir las cosas, incluyendo nuestro planeta, si es que acaso saben de su existencia.
Se puede resumir que este folleto del Libro de Urantia (libro del cual me encargaré en otra ocasión) es un puñado de sinsentidos, errores, falacias, mentiras e inventos, el cual busca con dulces palabras enamorar a los incautos con un dogma que, como todos los dogmas irracionales e intransigentes, promete lo que nunca llegará a cumplir: el sueño utópico de llegar a la cima del cielo, el de llegar hasta donde viven los “cabezas redondas” de J.J. Benítez, quien por cierto se ha tomado la delicadeza ―mas bien, la desfachatez― de habérselo flipado ―mas bien, de habérselo plagiado― en Caballo de Troya y en su serie de trece seudodocumentales titulados como Planeta encantado. Por consiguiente, las creencias de la fe y la seudociencia, si hallan la verbosidad apropiada, pueden ir de la mano para meter gato por liebre. Las religiovnis siempre encuentran el modo de salirse con la suya mientras fingen que aportan algo al librepensamiento.
Señorito Yimer Aranda: La diferencia entre un creyente de cualquier religión y un ateo es empiricamernte inexistente…Las únicas diferencias apreciables son …El objeto y el objetivo tanto del uno como del otro, a pesar de lo que crean o consideren…, funcionan a nivel cerebral al mismo nivel: premisa…dogma…creencia…
Unos, los creyentes, creen en un objeto: Dios…Otros, los ateos, creen en otro objeto: el Dios-hombre, o en el Dios-Naturaleza, o en el Dios-Ciencia, o en la Diosa-Racionalidad…, pero curiosamente, el mecanismo neurológico y el proceso de sintesis psicológico por el que se llega a esas creencias…es el mismo tanto en creyentes como en ateos…
Nada más, solo queria dejar en claro que un creyente y un ateo ( a pesar de lo que se nos ha vendido hasta ahora) juegan en el mismo equipo…(tienen la misma mente y las mismas reacciones), aunque si es cierto que como en todo equipo hay delanteros atacantes (ateos) y defensas a ultranza (creyentes)…
Por lo demás…, uno se cansa un poquito ya de tantos y tantos creyentes y ateos que se creen la Ultima Coca-Cola del desierto, cuando en realidad llevan todos la misma etiqueta…, solo que unos tienen azucar en su composición y otros son Light…
¿Arrogantes? NO…GRACIAS…
Hola Kuako, agradezco su comentario, no su estupidez. Prácticamente casi todo lo que me está diciendo se parece a una hilera de tonterías expuestas en Quinto Día y que tuve ocasión de refutar.
En fin, dos puntos clave:
1.- Similitud neurológica y psicológica no es similitud ideológica. Creer en Dios es aceptarlo sin pruebas, ídem con los milagros y fenómenos paranormales asociados. Negar su existencia es como que un católico niegue la existencia de los unicornios.
2.- Religiones como el urantismo y el ateísmo no son ni serán nunca lo mismo. Hay ateos de comportamiento sectario con camarillas de amigotes que los rodean, pero esa no es la norma. Pero urantistas de ese calibre los hay de sobra e incluso te venden proselitismo religioso bajo caretas pseudocientíficas como la ufología (véase el caso de ese farsante que es J.J. Benítez).
Así que no: arrogante nada. De hecho, presumir de modesto también es una forma de arrogancia.
Estimado Ylmer, veo que no conoces el libro de urantia y que has interpretado mal las palabras que nos has mostrado, el libro de urantia motiva al ser humano a un encuentro personal con el.creador, sin intermediarios, solo tu y el, dios no necesita a nadie para encontrarnos, por otro lado no motiva a seguir ninguna religion, sino que unifica a todos en la busqueda espiritual de Dios, sin tener lideres religiosos, entre muchas otras cosas. Te invito a que busques dentro de ti a Dios, a esa energia.divina que nos mueve cada dia, probablemente si haces esto, el te permita que lo conozcas y puedas crecer espiritualmente.
Gracias, Flor, por tu comentario.
El problema es que si voy a conocer al Dios urantista para acabar escribiendo con tan mala ortografía, mejor me quedo ateo.
Y, por cierto, conozco el Libro de Urantia, no a profundidad pero sí lo suficiente para saber que se usa con fines proselitistas y seudocientíficos. Véase el capítulo 4 de Planeta desencantado que publiqué en este mismo blog.
Hasta la fecha no conocía nada del tal librete ese de Urantia. Bueno, uno más para sumar a la colección de estupideces humanas escritas como las R.L.Hubbard, et al. :)
Un caluroso abrazo amigo Ylmer.
Hola Carlos, gracias nuevamente por comentar. Inicialmente creí que ese librejo era una tontería hasta que supe de sus vínculos con J.J. Benítez. Jamás imaginé que por este post recibiría ciertos emails amistosos de la comunidad urantista :)
Saludos amigo ;)