Cuando aparece la estampa de Bolívar, la primera asociación que surge es la de un estadista garante de una república democrática y libre, amante del pluralismo y acérrimo enemigo de la tiranía. Su pensamiento político es puesto en la cúspide de un pedestal como el baluarte de los más preciados principios revolucionarios, como un conjunto de ideas tan sólidas que no admiten la menor refutación. No obstante, esta imagen del Libertador es más fruto del mito que de la realidad, la cual no debe ser sobresimplificada si queremos resolver las interrogantes que la acechan con no pocas controversias. Por eso es que las diversas piezas que armaron el rompecabezas del Bolívar como jefe de Estado, tanto en su composición como en su interacción, atañen a esta faceta del Libertador, en la cual es menester detenerse a examinar de dónde vino, cómo evolucionó, cuáles fueron sus aspectos, sus delimitaciones y sus proyecciones.
A diferencia de lo sostenido por el culto a Bolívar, las verdaderas ideas políticas del Libertador se acercaron a la democracia tanto como Plutón se acerca al Sol. Por importante que haya sido, y pese a sus similitudes, el pensamiento político de Bolívar tuvo varios perfiles que se contradijeron no sólo consigo mismos sino con nuestras propias concepciones políticas en la actualidad. Como se demostrará aquí, el prócer mantuano caraqueño tuvo, aparte de no pocos contrasentidos ideológicos, un sueño cuyo auge y caída tuvo una influencia más allá de su época; Bolívar tuvo un impacto en el cual sus conceptos del Estado y la independencia han sido la musa de mucha gente que en realidad los desconoce, los deforma o los falsifica. Sigue leyendo
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