Buenas, buenas, estimados lectores, ¿cómo han estado? Espero que la hayan pasado de maravilla últimamente. Ya sé que más de un visitante de este blog ha estado ansioso de ver una nueva entrega de Planeta desencantado en la cual una vez más he de destripar las ufológicas locuras de J.J. Benítez, quien en Los señores del agua no escatima sus palabras para llenarnos el pasado con extraterrestres en culturas ancestrales que apenas daba sus primeros pasos en sus avances tecnológicos y científicos. De esta manera, lo que están a punto de ver no es sino la regurgitación de las mismas patrañas aplicadas a otros grupos humanos, en otras lenguas y en otras épocas históricas.
Mis expectativas en encontrar algo de raciocinio en Benítez han sido erróneas por completo porque no las he hallado en lo absoluto. En la tercera parte de su Planeta encantado (leer transcripción aquí) Benítez nos traslada al continente africano en el cual la etnia dogon, de Mali, parece albergar más conocimiento del que aparenta tener; por tanto, Benítez indaga en este pueblo para decirnos que los miembros de esta cultura sabían, desde hace muchísimos años y gracias a los alienígenas, cosas que nadie más pudo descubrir sino hasta el siglo XX, lo cual supuestamente hace que nuestra sociedad moderna no sea sino una soberana ridiculez.
Antes de entrar en materia, he de avisarles que algunas de mis fuentes están en francés; como no sé ni jota de eso, he traído conmigo la ayuda de Ana Zerpa para entender esos textos. Ana es una queridísima amiga y también colaboradora a la lluvia de ideas de este blog; además, ella estudió la misma carrera universitaria que yo pero se especializó profesionalmente en el área de la traducción.
Por ende, todas las traducciones del francés son de Ana, mientras que las del inglés son mías. Muchas gracias por tu paciencia y esfuerzo en esta labor, Ana. Te debo una.
(3:08) En los montes Hombori y en la Gran Falla de Bandiagara tuve la fortuna de conocer a los dogon, una de las tres etnias dominantes de Mali. Allí Griaule fue informado de una historia oficialmente imposible. El pueblo dogon le hizo partícipe de su mayor y más íntimo secreto. Aquellas primitivas gentes analfabetas y prácticamente aisladas en el África Subtropical sabían de la estrella Sirio y sabían desde tiempos remotos de algo mucho más espectacular; conocían a la compañera de Sirio, lo que hoy llamamos Sirio B, y le proporcionaron detalles sobre órbitas, densidades y características de las mismas. Griaule, fascinado, se hizo la gran pregunta: si los dogon carecían de telescopios e instrumentos ópticos, ¿cómo podían saber de la existencia de Sirio B, una estrella invisible a los ojos humanos? (4:12)
(4:18) A su regreso a Francia, Marcel Griaule indagó sobre Sirio. Los resultados lo confundieron definitivamente. (4:26)
De narices que esa historia es imposible. Para una etnia como la dogon, la única forma de estar al corriente de conocimientos tan adelantados a su tiempo es que éstos les fueran transmitidos desde una cultura más avanzada que la suya. Una cultura que, como se describirá con detenimiento más abajo, era de nuestro planeta.
(4:27) En 1834 el astrónomo Johann Bessel, tras largos períodos de observación, llegó a una conclusión: Sirio tenía una compañera, otra estrella pesada mucho más pequeña e invisible que alteraba la órbita de la reina del firmamento. En 1862, el norteamericano Alvan Clark consiguió distinguir un débil punto luminoso allí donde había señalado Bessel y confirmó la existencia de un segundo astro, Sirio B. (5:09)
(5:10) No se trataba por tanto de una estrella invisible, pero el brillo de Sirio A, de primera magnitud, eclipsaba prácticamente a la recién descubierta Sirio B. Después a partir de 1915 llegaron otros descubrimientos y se supo que Sirio B era una estrella increíblemente caliente con una irradiación tres veces superior a la de nuestro Sol, y se conoció igualmente su diámetro, 42.000 kilómetros, es decir, apenas tres veces el de la Tierra. Se calculó su órbita; unos cincuenta años para dar una vuelta completa alrededor de Sirio A. Pero lo más espectacular fue su densidad: Sirio dispone de tal fuerza de gravedad que un metro cúbico de materia pesa 71.000 toneladas. Si un ser humano pudiera vivir en ella, su estatura no alcanzaría un centímetro. Todo un hermoso ejemplar de lo que en astronomía se denomina enana blanca. (6:13)
(6:20) Años más tarde, en 1970, el astrónomo Irving Lindenblad, del observatorio naval norteamericano en Washington, conseguiría la primera fotografía de Sirio B. En ella la enana blanca aparece como un tímido y casi insignificante punto blanco. A su lado Sirio A, diez mil veces más brillante. (6:43)
Correcto lo de las observaciones de Lindenblad en 1970 y de Alvan Clark en 1862, aunque el primero en deducir la amiga estelar de Sirio no se llamaba Johann Bessel sino Friedrich Wilhelm Bessel (1784-1846), cuyo hallazgo de Sirio B no fue en 1834 sino en 1844. Desde mediados del siglo XIX, Sirio B despertó mucho el interés de los astrónomos, cuyo historial de investigaciones a inicios del siglo XX es resumida magistralmente por Carl Sagan en su libro El cerebro de Broca, en el cual Sagan dice que Sirio B tuvo una importancia tal que cuanto se sabía de esta estrella en ese entonces se extendía más allá del discurso científico entre los especialistas; en las primeras tres décadas del siglo XX se le dio difusión escrita, sobre todo en el ámbito periodístico, por lo que Sirio B pasó a estar dentro de la cultura popular de la época. No era necesario ser un experto para tener en mente que la existencia de Sirio B, con sus aspectos físico-químicos, era un hecho.
La peculiar naturaleza de la compañera de Sirio fue ampliamente difundida en libros, revistas y periódicos. Por ejemplo, leemos en The Nature of the Physical World, de sir Arthur Stanley Eddington: “Las pruebas astronómicas parecen dejar prácticamente fuera de toda duda que en las estrellas denominadas enanas blancas la densidad material sobrepasa con mucho cualquiera de nuestras experiencias terrestres. Por ejemplo, la densidad de la compañera de Sirio es de alrededor de una tonelada por pulgada cúbica. Tan extraordinario valor se debe a que la elevada temperatura que allí existe genera una intensa agitación de los materiales que la integran y rompe (ioniza) las envolturas electrónicas de sus átomos, de manera que los fragmentos resultantes pueden amontonarse en un espacio mucho más reducido”. El libro de Eddington, publicado inicialmente en 1928, conoció diez reimpresiones en lengua inglesa en el breve lapso de un año, y fue traducido de inmediato a otros varios idiomas, entre ellos el francés. La idea de que las enanas blancas estaban compuestas por materia electrónicamente degenerada la postuló R. H. Fowler en 1925, y alcanzaría una inmediata y generalizada aceptación. Por otro lado, y en el período que media entre 1934 y 1937, el astrofísico hindú S. Chandra-Sekhar (sic), afincado en Gran Bretaña, lanzaba la hipótesis de que las enanas blancas estaban formadas por materia ‘‘relativísticamente degenerada’’. La idea fue recibida con substancial escepticismo por los astrónomos que no se habían formado en el marco de la mecánica cuántica, y uno de los que formuló más ardientes reservas fue el propio Eddington. El debate impregnó la prensa científica de la época y pudo seguirlo toda persona medianamente inteligente y cultivada. Todos estos hechos ocurrían poco antes de que Griaule se topara con la leyenda de los dogones sobre la estrella Sirio. (pp. 53-54. Las negritas son mías)
Los datos astronómicos de Benítez, en suma, son más o menos incorrectos; Sirio B sí es más caliente que el Sol y Sirio A, Sirio A sí es más brillante que Sirio B y el Sol, Sirio B sí tarda cincuenta años en darle una vuelta a Sirio A, y Sirio B sí tiene una densidad superior a la Tierra (de hecho, la densidad en los cuerpos celestes es mayor en enanas blancas, estrellas de neutrones y púlsares; ni hablar de su descomunal fuerza de gravedad). Conste que esto no lo digo yo; lo dice el celebérrimo Diagrama de Hertzsprung-Russell (llamado también Diagrama HR) del que pueden aprender más en este enlace, en este otro link y en estas imágenes a continuación:
Sin embargo, la payasada de Benítez se manifestó cuando soltó los “42.000 kilómetros” de diámetro de Sirio B mientras decía que tenía un tamaño inferior al de la Tierra. Esa incoherencia es un error de preescolar; si Sirio B tuviera ese diámetro sería casi tan grande como Urano y Neptuno, no como la Tierra. En efecto, el diámetro correcto de Sirio B es de 12.000 kilómetros, según las mediciones del espectrógrafo instalado en el Telescopio Espacial Hubble que se resumen en la siguiente imagen comparativa entre la mencionada estrella y nuestro planeta natal, cortesía de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés):
Como Sirio A viene acompañada de Sirio B, eso nos indica que tenemos ante nosotros un sistema estelar doble; es decir, una estrella binaria, la cual se rige por las tres leyes de Kepler. Al igual que cualquier estrella binaria, Sirio A y Sirio B tienen características distintas y giran en torno a un centro de masa que las une mediante la fuerza de gravedad. El Diagrama HR señalado arriba muestra que los dos Sirios son totalmente disímiles en temperatura, luminosidad, magnitud, clase espectral y tamaño. A diferencia de Sirio A, Sirio B es una enana blanca invisible al ojo desnudo que, como cualquier estrella de su tipo, fue una gigante roja en una etapa anterior de su vida, la cual a su vez fue una estrella rozagante como el Sol; por tanto, cualquier planeta que hubiese orbitado cerca de Sirio B habría quedado achicharrado en un santiamén, sin sobrevivientes, a causa del cataclismo.
Adicionalmente, Mali está en el hemisferio Norte, razón por la cual Sirio, ubicada en la constelación del Can Mayor, es claramente visible en ese país. Sirio ―de ahora en adelante procuraré simplificar Sirio A y Sirio B a Sirio, salvo que sea estrictamente necesario tratar cada estrella por separado― está a 8,6 años luz de distancia de la Tierra, por lo que una nave espacial tardaría en venir hasta aquí unos 8,6 años si pudiera igualar la velocidad de la luz. Desde 1930 se ha especulado que Sirio podría tener una tercera estrella, aunque un estudio del 2013, realizado por J.M. Bonnet-Bidaud y E. Pantin considera que las posibilidades de hallarla son ínfimas, si es que alguna vez la hubo; de hecho, Bonnet-Bidaud y Pantin sostienen que se habría detectado un planeta extrasolar ―o lo que queda de él― tan lejos de Sirio como lo es Neptuno del Sol. Después de todo, los sistemas binarios con más de dos estrellas son tan raros como inestables.
Sirio, desde luego, ha sido objeto de investigación desde hace mucho tiempo, como señala Noah Brosch en su libro Sirius Matters (Brosch, 2008, pp. 5-33). Ya en la Antigüedad la estrella ha sido motivo de fascinación en Egipto, Grecia, Roma y Mesopotamia, aunque no tanto en China e India; también ha sido vista por los indígenas norteamericanos, los polinesios y varias etnias africanas como los zulúes antes de la colonización europea. En el Medioevo era bien conocida por los árabes, tanto por los astrónomos como por los beduinos, quienes durante siglos le hicieron alusión en el Corán (An-Najm, 53:49). Más tarde, en Occidente, un trabajo del francés Camille Flammarion realizado en 1884 mapeó la trayectoria de Sirio habida desde 1793 hasta la predicha para 1885 (Brosch, 2008, p. 55). Muchos comentaristas, especialmente autores clásicos como Claudio Ptolomeo, han divisado en Sirio un color rojizo, blanquecino o amarillento que también puede verse en otras estrellas (e.g., Antares, Betelgeuse, Mirach), el cual era para los chinos un presagio de la suerte (pp. 35-47) pero que científicamente puede deberse a un fenómeno atmosférico o astrofísico (pp. 48-52).
Lo que ustedes acaban de leer es solamente algo de información básica sobre Sirio, la cual se va a refrescar y a retomar cuando toque discutir las necedades ufológicas de Benítez que se avecinarán más adelante. En palabras breves, el contexto astronómico de Sirio es este: a)se ha visto con frecuencia en el hemisferio Norte; b)ha sido tan observada como estudiada durante más de dos mil años, especialmente en los últimos tres siglos; c)es una estrella binaria de la que no ha habido ninguna prueba sobre una presunta Sirio C; d)tenía en el pasado una “misteriosa” rojez cuyo significado, al no ser explicado racionalmente, tuvo connotaciones culturales y supersticiosas, sobre todo en China.
(7:03) No había duda. En 1931, cuando Griaule supo por primera vez de la increíble cosmogonía dogon, Sirio B ni siquiera había sido fotografiada. Era imposible que aquella etnia africana pudiera estar al corriente de los hallazgos astronómicos de los siglos XIX y XX. (7:23)
(7:31) El impacto fue tal que en 1946 Griaule regresó a Mali, esta vez acompañado por Germaine Dieterlen, etnóloga y secretaria de la Sociedad Africanista del Museo del Hombre de París. Cuatro años después los investigadores franceses publicarían un dossier con sus averiguaciones. Aquel artículo publicado en 1951 bajo el título Un sistema siriano en Sudán pasó casi desapercibido. Veintiún años más tarde, en 1972, el destino puso en mis manos los trabajos de los antropólogos galos, y yo también quedé desconcertado y fascinado. Era preciso investigar de nuevo. Era preciso viajar a Mali. (8:22)
La obra de Griaule y Dieterlen ―de ahora en adelante G&D cuando haga mención a ambos autores― tuvo el mérito de ser la pionera en la antropología francesa aplicada a la idiosincracia africana, pero por otro lado estuvo plagada de defectos, los cuales han sido objeto de fuertes críticas que tienen fundamento si consideramos que sus hallazgos resultaron ser el fruto de una transferencia cultural hecha por ellos mismos y muy probablemente también por sus precursores. Como se puede inferir de un análisis de Fernando Giobellina Brumana en la revista Horizontes Antropológicos (2005), la revelación del “secreto” dogon por Griaule estuvo condicionada por dos factores: el ambiente histórico-académico del momento y la presión del mismo Griaule hacia los nativos para obtener la preciada información de su etnia.
En el primer factor Griaule estuvo rodeado de personas, tanto legos como expertos, que no veían en las tribus africanas subsaharianas algún indicio de cultura. Esto se corrobora al contemplar, en un documental belga de 1984 titulado Sur les traces du renard pâle – Recherches en pays dogon 1931-1983 (i.e., Tras las huellas de El zorro pálido – Investigaciones en el país dogon 1931-1983), que Griaule había comenzado a estudiar a los dogones cuando transcurría el Período de Entreguerras en todo su esplendor; período en el que fueron populares las teorías de la supremacía racial basadas en criterios seudocientíficos etnoantropológicos y biológicos. “El mundo colonial está ciego al pensamiento africano”, sentencia el filme sobre la recepción de la labor de Griaule en Europa y Norteamérica (min. 26:51).
Griaule, quien prosiguió su investigación luego de la pausa forzada ocasionada por la Segunda Guerra Mundial, no solamente había sido bienvenido por los dogones ―aunque uno de ellos dijo que él “fue una persona espantosa”; Sur le traces…, min. 15:43― sino por las facciones de la política malí que estaban ansiosas de reivindicarle al continente africano el puesto en la historia que Europa y Norteamérica les había negado con su segregación racial. Antes de la posguerra, la opinión pública dominante consideraba a los africanos subsaharianos como ineptos intelectuales, como seres inferiores y como ciudadanos de segunda a quienes se les debía ningunear su condición humana mediante la esclavitud o, en su defecto, con el apartheid implementado con puño de hierro en las colonias inglesas. Muchísima gente creía que la África negra no tenía una historia interesante que contar. Griaule, por supuesto, sostenía lo opuesto. Esa fue su virtud, y en eso sí acertó.
En el segundo factor, empero, tenemos que el desempeño metodológico de Griaule dejó mucho que desear, con costuras puestas en evidencia después de su muerte. Por ejemplo, Thierry Lombry (cuyo alias es Luxorion) dice en la web de astrónomos amateur Astrosurf.com que Griaule, además de ser muy subjetivo como Dieterlen, se limitó a recopilar las historias narradas por Ogotemmêli sin interrogarle de dónde venían realmente y sin cuestionarse si tales conocimientos “avanzados” eran demasiado buenos para ser verdad; Griaule no se detuvo a pensar si aquel entorno sociocultural había sido adulterado antes o durante su visita a la aldea malí mientras rescataba del olvido lo que teóricamente era una joya genuina de la tradición oral dogon.
De esa manera Ogotemmêli habría descrito a Griaule nociones de astronomía que sólo un Occidental podría conocer o en todo caso, si los hogones no las aprendieron de un Europeo visitante o de sus ancestros, ellos fueron testigos de un encuentro del tercer tipo… Pero Griaule no estaba allí para ahondar en ello. Era de por sí asombroso que el sabio accediera a contarle esas leyendas sagradas. […]
Para más inri, G&D conocían los idiomas hablados por los dogon, pero no tanto como para hacer observaciones profundas de su folclor según lo recibido a través de sus intérpretes. Giobellina Brumana (2005), en suma, subraya que el intensivo trabajo de Griaule a duras penas le daba tregua a Ogotemmêli, su principal informante, quien a lo largo de treinta y tres días tuvo entre sus deberes cotidianos el de atender a su huésped francés. La labor inquisitiva de Griaule parecía inquisitorial; Ogotemmêli, atosigado por las largas entrevistas, terminó por contestar afirmativamente a no pocas de las supernumerarias dudas de Griaule. Walter van Beek, quien fue un crítico de Griaule, acentuó los autoengaños de Griaule causados por sus propios prejuicios sobre la cultura dogon. Si esto pasó en cuestiones básicas como la taxonomía de los insectos, ¿acaso iba a ser diferente con cosas más complejas como la astronomía?
En su investigación sobre la clasificación de insectos, se recogieron insectos y se presentaron a sus informantes con la explícita expectativa de que tenían que encontrar diferentes nombres para cada uno y para cada especie. Uno de sus informantes me contó: “Pensaba que cada kèkè (grillo) tenía su propio nombre Dogon, y no paró”. Y así es que consiguió un nombre para cada uno y todos los insectos: no sólo un bòjò kèkè (escarabajo de estiércol) con dos variedades, roja y negra (las que en verdad diferencian los Dogon), sino un “escarabajo de estiércol de caballo”, un “escarabajo de estiércol de burro”, y diferentes escarabajos del estiércol de los monos negros, de los elefantes, hienas, tortugas, y – más próximos a los hombres – pollos y cabras. No se puede negar creatividad a estos informantes, que distinguían entre un “escarabajo del estiércol de toro”, “un escarabajo del estiércol del caballo grande” y un escarabajo que sólo se revolcaba en el estiércol de los caballos grises. (van Beek citado por Giobellina Brumana, p. 276. Las negritas son mías)
Como se ha visto, el artilugio de Griaule consistió en sacar de los dogones justamente aquello que esperaba oír, aunque Brosch sugiere (2008, pp. 60-69) que la transferencia cultural pudo haberse producido en una expedición astronómica francesa en Mali en 1893 para observar un eclipse solar que atravesaría el país el 16 de abril de ese año. Además, Brosch dice que según la hija de Griaule su padre, a diferencia de las declaraciones de W. van Beek en 1991, no sabía nada de astronomía y que por ello no supo de Sirio B sino por los dogones. La principal razón para pensar que ella miente con el objeto de encubrir a su progenitor radica en que W. van Beek, cuando visitó a los dogones para investigarlos, se topó con que su versión de la tradición oral no coincidía con la descrita por Griaule sino en rasgos puntuales, lo cual explicaría la reticencia de Griaule en mostrar un texto íntegro de los mitos dogon en su(s) lengua(s) original(es) para contrastarlo con lo escrito en sus libros, en los cuales es difícil distinguir cuándo habla Griaule y cuándo hablan los dogones.
A pesar de sus tropiezos, Griaule sigue siendo una lectura fundamental para conocer los vacilantes primeros pasos de la antropología y de la etnografía francesa en África además de la cosmogonía dogon, mas no es muy útil emplearlo como fuente si no hay un aparato crítico que recurra a las investigaciones más actualizadas como las de W. van Beek que separan el trigo de la paja. Van Beek corrige muchas metidas de pata de Griaule, quien siendo un hombre prolífico resaltó por sus publicaciones Dios del agua: conversaciones con Ogotemmêli (Dieu d’eau: entretiens avec Ogotemmêli, 1948), Un sistema sudanés de Sirio (Un système soudanais de Sirius, 1950, con Dieterlen; no se publicó en 1951 como dice Benítez) y El zorro pálido (Le renard pâle, 1965, con Dieterlen; se usa aquí la edición en inglés de 1986, traducida por Stephen C. Infantino). Me centraré en las dos últimas obras mencionadas, aunque lo haré sucintamente.
Dicho esto, el contexto académico de G&D es este: a)Griaule fue el fundador de una serie de estudios que contribuyeron a la antropología y a la etnología francesa en África; b)dichos estudios favorecieron en Mali el africanismo, en contraposición al europeísmo; c)Griaule escudriñó a fondo a los dogones con Dieterlen, aunque no sin equivocaciones que repercutieron en el folclor de la etnia; d)para saber sobre los dogones, los textos de Griaule son los primeros que se deben consultar y los últimos que se deben tomar por fiables al cien por ciento.
(9:02) No voy a ocultarlo. En Mali muy pocos conocen el secreto de los dogon. Al principio nada más pisar la bulliciosa Bamako e iniciar las pesquisas me sentí decepcionado. Después comprendí; este pueblo multirracial, alegre y hospitalario como pocos, tiene una preocupación más urgente: sobrevivir. De sus casi diez millones de habitantes, dos terceras partes vive en la más extrema pobreza. En las aldeas, el salario medio mensual no llega a 50$; en las ciudades un funcionario puede ganar algo más, alrededor de ochenta mil CFAs, es decir, unos ochenta dólares. El índice de analfabetismo roza el 73%; la mortalidad infantil, especialmente en las aldeas, supera el 60% con una expectativa de vida de 35 a 40 años. La malaria, tuberculosis, meningitis, infecciones intestinales y oculares, entre otras patologías, afectan el 80% de la población. El tracoma, por ejemplo, ha provocado miles de ciego, algo que podría evitarse con unas simples gotas. Pero Mali confía en Alá y en el potencial de su juventud. El 60% de la población tiene menos de veinte años. (10:50)
(11:18) La temporada de lluvias tocaba a su fin, pero no debíamos confiarnos. Los caminos, siempre difíciles en Mali, podían convertirse en torrenteras o cenagales de la noche a la mañana. No importaba, como tampoco importó la dureza de las altas temperaturas, casi 40º C, al amanecer. O la humedad sofocante y estranguladora con picos de un 90%. Ardían deseos de llegar a la Gran Falla de Bandiagara e interrogar a los dogon. Algo me decía que la historia narrada por Griaule era sólo una parte de la verdad. Y el destino, una vez más, fue benevolente con este aventurero. Nuestro singular objetivo exigía un guía no menos especial y capacitado. Y en nuestro camino apareció Lassané Congo, un joven de la tribu de los mossi, un veterano rastreador de leones en su país natal, Burkina Faso, un descendiente de guerreros que a los cuatro años se sometió al gwi, la prueba del dolor, permitiendo que un cuchillo abriera su rostro. (12:29)
(12:41) En las cercanías de las pequeñas aldeas de Bane, Bla y San, Congo quiso mostrarnos algo que forma parte del paisaje de la gran sabana maliense, los termiteros; espectaculares hormigueros de hasta cuatro metros de altura y siete de perímetro, levantados en uno o dos años por millones de enormes hormigas de un centímetro. Hormigas especialmente feroces, de cabeza roja, que deben ser decapitadas si hacen presa. Termiteros en los que todavía hoy son abandonados los bebés que han tenido la mala fortuna de nacer albinos. Termiteros que las etnias de Mali asocian a la ablación o mutilación del clítoris; para ellos, desde la más remota antigüedad, la presencia del clítoris sólo conduce al nacimiento de niños deformes. Más adelante, al hablar con los dogon, aclaramos el por qué de esta superstición. (13:46)
(14:03) Poco después, el territorio Bobo. Otra etnia que suma ciento cincuenta mil individuos. Los grandes especialistas en la cría de perros. Un pueblo caníbal que sigue practicando el ritual de comer carne humana. Congo nos advierte; cada año, en esta zona, desaparecen dos o tres personas. Todo el mundo sabe cuál es su destino. Madú Dembele es el patriarca de M’Be Dougou, un mísero puñado de chozas de barro y paja. Aquí, como en el resto de las aldeas de Mali, no existe agua corriente, teléfono o luz eléctrica. Dembele tiene cuatro mujeres, el máximo permitido por el Corán; algunas no alcanzan los veinte años. En Mali, el 95% de las mujeres están casadas; entre los hombres, en cambio, ese porcentaje no llega al 67%. La desproporción se debe a la poligamia. (15:17)
(15:41) Al principio Madú desconfía y responde a nuestras preguntas con evasivas. Somos blancos, es decir, diablos. Mañana, según él, podemos regresar con soldados y aniquilarlos. Congo sabiamente lo tranquiliza; aprovechamos para aliviar la conjuntivitis de algunos de los niños, y Dembele termina comprendiendo que somos gente de paz, nos muestra la aldea y se despide con una frase sagrada para los Bobo: Alá ki Bombo si yanga ki kusingi yé, “que Dios permita que te crezca la barba.” (16:18)
(16:41) Y al fin, al atardecer, Ségou, una ciudad asomada al Níger, en la que asistiríamos a un espectáculo inconcebible en el siglo XXI. Cuando Congo me explicó sinceramente no le creí; ¿esclavos en el siglo XXI? Así era. Allí en las afueras de Ségou malviven los bellah, los últimos esclavos del planeta, mejor dicho, esclavos recién liberados por sus dueños y señores, los tuaregs. Otros muchos, alrededor de trescientos mil, permanecen en la esclavitud en las zonas desérticas de Mali, en Níger, y en el Sur de Libia y Argelia. Son los parias de los parias, los apestados. No reciben dinero, sólo la comida y el honor de servir a los señores del desierto. Hoy, los bellah libres apenas suman un 3% de la etnia; el resto deambula con los tuareg de pozo en pozo y de oasis en oasis. Al dejar atrás Ségou no pude evitar un profundo sentimiento de tristeza. Aquella era la cruda realidad de Mali. Una realidad ignorada por el mundo. (18:15)
(18:45) Pero la llegada a Djenné, la ciudad más antigua de la África Subsahariana, me hizo olvidar de momento la angustiosa situación de los malienses. Djenné, 2200 años de historia. El punto de reunión por excelencia de la mayor parte de las etnias de Mali. Aquí, cada lunes, en el gran mercado se concentran miles de bambaras, bobos, boyas, songhais, yermas, dogon, peuls, malinkens, mandingas y un interminable etcétera. (19:29)
(19:31) Aquí comercian y se relacionan, aquí se pactan matrimonios. Aquí bajo un viento abrasador se pasean tuaregs con su séquito de esclavos; aquí los maridos permiten que sus mujeres exhiban el oro que los acredita como hombres ricos. Aquí sólo las mujeres que se saben bellas pueden lucir un anillo de oro en la nariz. Aquí se hablan cincuenta dialectos. Aquí en la ciudad que sirvió de inspiración a Julio Verne para su obra Cinco semanas en globo se alza la más famosa mezquita de la nación; una construcción levantada en su totalidad con barro de la sabana enriquecido con estiércol de vaca, paja, espinas de pescado y agua del Bani, afluente del Níger. Un monumento ocre y severo que debe ser remodelado cada año al concluir las lluvias. (20:22)
(20:28) Un templo al dios de los musulmanes al que no tienen acceso los infieles y que naturalmente dispone de dos puertas; una para los ricos y otra para los pobres. Djenné, una ciudad en la que los maestros coránicos enseñan a los niños en plena calle suras sagradas en la mano derecha y una fusta en la izquierda. Djenné, un arcoíris humano; toda la grandeza y oscuridad de Mali en la palma de la mano. (21:09)
(21:44) Y finalmente nuestro objetivo: el País Dogon, un gigantesco acantilado de doscientos kilómetros, una falla de trescientos a seiscientos metros de altura que corre paralela al Níger. Un caos rocoso prácticamente incultivable en el que habitan cuatrocientos cincuenta mil dogon. Una pared abrupta, sembrada de desprendimientos y rodeada por los peuls, los ganaderos nómadas, los agricultores mossi y bobo y los bozo, los viejos pescadores. Un país en miniatura que disfruta de un especial microclima, un país bendecido por las lluvias en el que crecen los majestuosos baobabs, las generosas ceibas y tamarindos, las serenas acacias y los lujuriosos mangos. ¿Por dónde empezar? La Gran Falla reúne setecientas aldeas, y opté por seguir los pasos de Griaule, dedicaría toda mi atención a los poblados más pequeños. (23:09)
(23:13) El aspecto del dogon resulta inconfundible. La etnia se distingue por dos tipos básicos; el alto y musculoso, muy próximo al modelo sudanés, de cabeza y ojos redondos y nariz grande, y el más pequeño y numeroso, el dogon rechoncho de hombros anchos y poderosos, cabello ensortijado, pómulos altos y ojos rasgados y maliciosos. Su ánima es la de un campesino. En ocasiones una perilla acentúa su aspecto mongol, su caminar es tranquilo y regular, algo cansino, pero en las paredes rocosas se mueve con extraordinaria agilidad. Son afables, prudentes, desconfiados a veces y siempre seguros de sí mismos. Las mujeres, la mayoría de menguada estatura, lucen un talle arqueado consecuencia de las permanentes cargas que transportan sobre las cabezas. Son alegres, parlanchinas y siempre sumisas al varón. En nuestra historia, apenas tienen protagonismo. (24:17)
Benítez ha desperdiciado como unos trece minutos en hablar… paja. Sí, eso, en hablar paja. HA-BLAR PA-JA. Ni un segundo es para ir al grano, no; Benítez le da largas al asunto con información que parece importante pero que a decir verdad NO es pertinente a lo que queremos saber exactamente sobre los dogones. Benítez no aborda de una puñetera vez el tema de cómo los dogones supuestamente sabían de Sirio B desde antes del siglo XIX sino que se detiene a explicar, entre otras menudencias como la morfología de esta etnia, lo visto por él en sus increíbles aventuras en medio de la “grandeza” de un país africano en donde él no se atrevería a vivir; si no me creen lean el capítulo precedente en el cual el ufólogo exhibió su repulsivo relativismo cultural al hablar sobre los beneficios del líquido amniótico en la agricultura y en la higiene personal dizque según los rapanui.
Con lo dicho por Benítez queda demostrado que Mali, aún teniendo una alucinante riqueza cultural, es una caldera en la cual se cuece la sopa mafaldiana del infrasubdesarrollo (los indicadores estadísticos del IDH y de la Unicef certifican esta horrenda realidad). Salvo que sean unos misántropos racistas de porquería, los alienígenas deberían tener algo de sensibilidad moral-emocional por la vida terrícola para visitar piadosamente a los dogones con el objeto de abducirlos, sacarlos del país y enseñarles a guiar a su sociedad con el lema Liberté, égalité, fraternité, o su equivalente en idioma extraterrestre.
(24:18) Una de las cuestiones a resolver era clarificar el origen de estas gentes. ¿Son autóctonos, o llegaron quizás de otras latitudes? Y sobre todo, ¿dónde se produjo el espectacular encuentro con esas criaturas del espacio? (24:34)
(24:44) Historiadores y antropólogos no terminan de coincidir. Ni siquiera los dogon lo saben con certeza. La hipótesis más factible apunta hacia el antiguo reino de Ghana; allí hacia el año 1040 la invasión de los almorávides debió propiciar el éxodo de numerosas etnias animistas que no deseaban convertirse al islam. Y los dogon fueron uno de los pueblos que terminó huyendo hacia el Este; la huida debió registrarse entre los siglos XI y XII. En las antiguas leyendas dogon se menciona siempre un enemigo a caballo que los expulsó de las tierras occidentales. Esto en principio fijaba el lugar y la posible fecha del encuentro con los seres del espacio en territorio de Mali no más allá de los referidos siglos XI y XII. (25:37)
(25:41) Lo que sí aparece con nitidez en la tradición dogon, corroborado por las excavaciones e investigaciones arqueológicas es que al llegar a la Gran Falla los fugitivos encontraron el lugar habitado por otro pueblo; los tellem, unos pigmeos que se adornaban con pintura rojas. Los tellem vivían en unas casas singulares construidas en las cornisas de los acantilados. Para acceder ahí se servían de cuerdas que colgaban desde lo alto de la falla y que descendían a su vez hasta la sabana. Los dogon terminaron expulsándolos y utilizaron las casas colgantes como tumbas y graneros. (26:19)
Al fin algo interesante, pero eso es demasiado simplón. Por eso conviene aclarar brevemente el marco histórico, geográfico, cultural y lingüístico de los dogones.
En la línea temporal de Mali se registra que a lo largo y ancho de su historia esta nación cambió de manos en muchas ocasiones. Sus primeros pobladores estuvieron en el Mali meridional desde el año 250 a.C., aunque las primeras civilizaciones no hicieron acto de presencia sino después con el Imperio de Ghana (ca. 300) y el Estado de Songhai (ca. 800). Los tellem se asentaron en el Bandiagara aproximadamente en el siglo XI, por lo cual ese territorio estaba ocupado cuando los dogon emigraron, posiblemente, desde la zona (nor)occidental de África debido a la expansión musulmana en la cual los almorávides, en efecto, comenzaron sus primeras conquistas al socavar los cimientos de la monarquía ghanesa por allá en el año 1054, aunque no fue sino hacia 1076 cuando atacaron su capital.
No pasaron ni tres siglos y la importancia de la África meridional, tanto económica como religiosa, había convertido a la región en un lugar próspero y poderoso. Gracias a esto es que hubo un notable auge político, principalmente en el Imperio de Mali (ca. 1235), cuyo declive a inicios del siglo XVI había estado cediéndole paso al Imperio Songhai desde 1464. Estas turbulencias no han impedido la predominancia, desde el siglo XIII, de tres ciudades vitales: Gao fue el centro político, Djenné fue el centro económico de la ruta comercial con el Sahara y Tombuctú fue el centro intelectual en el que sus manuscritos desarrollaron el interés por la astronomía.
Desde luego, el islam jamás fue relegado a un segundo puesto porque conseguía más fieles para sus mezquitas a medida que se desplazaba más al Sur desde los siglos XIV y XV; el Bandiagara, con sus áreas circunvecinas, estuvo entre sus dominios. Esto tiene sentido si tenemos en mente que la expulsión definitiva de los musulmanes de la Península Ibérica, acaecida tras la Reconquista de España en 1492, obligó a las fuerzas árabes a replegarse, a buscar otro sitio en el que pudieran reiniciar sus aspiraciones dinásticas. Así, los marroquíes invadieron el Norte de Mali (ca. 1600) pero ensancharon aún más sus linderos en los correspondientes al Imperio Songhai, disuelto en 1591. Cuando esto ocurrió, los dogon se asentaron finalmente en el Bandiagara (siglos XV-XVI), los tellem fueron diezmados y las ciudades de Gao, Djenné y Tombuctú perdieron su opulencia metropolitana. Para remate, hubo una fuga masiva de cerebros; los pensadores de Mali que no fueron encarcelados ni asesinados huyeron para sobrevivir ignorados en el exilio, en tierras meridionales ignotas habitadas seguramente por tribus que no conocían nada de ciencia.
El látigo marroquí golpeó hasta la colonización francesa inaugurada en 1855 y concretada en 1898. Desde finales del siglo XIX Mali fue un Estado federal de la África Occidental Francesa que desde su independencia en 1960 hasta hoy ha atravesado montones de peripecias políticas, económicas, sociales, religiosas y sanitarias. Mientras se subordinó las decisiones parisinas e incluso después de su emancipación Mali fue una nación explorada exhaustivamente por aventureros provenientes de Francia y de otros rincones de Europa como el Reino Unido; el primero en retratar a los dogones fue el fotógrafo documental y etnógrafo François-Edmond Fortier (1862-1928), en 1905.
Hasta la presente fecha la única homogeneidad que Mali ha tenido históricamente ha sido la de su fe musulmana; la mayoría de su población cree en Alá (90%), por lo cual las religiones tradicionales africanas (5%), y más aún el cristianismo (5%), conforman una minoría en ese país. Cabe destacar que la etnia dogon es animista por su fijación al culto de los ancestros, si bien ésta, teniendo un dios, ha asimilado rápidamente elementos y costumbres de cultos ajenos con el objeto de incorporarlos a su inventario de creencias. Los dogones, en suma, tienen una sociedad jerarquizada en la cual el hogón es el sacerdote que, siendo el hombre más anciano de la tribu, ejerce la máxima autoridad.
Aunque geográficamente han habitado un sitio de difícil acceso para evadir el influjo de los musulmanes, los dogones no están del todo excluidos del mundo exterior, pues al País Dogon, en el Bandiagara, se le puede llegar desde Djenné al Oeste y desde Tombuctú al Norte; además, la distancia que separa a Djenné y Tombuctú del Bandiagara es mucho menor que la habida entre esta región y Bamako. La hidrografía de Mali abarca lagos en gran parte del país y tiene por río primordial el Níger. Tomando en cuenta que el Bandiagara tiene a su disposición corrientes fluviales ―eso sí, más escasas y de menor envergadura que el Níger―, los dogones tienen los recursos necesarios para cultivar. Al igual que las culturas nasca, paracas y rapanui, los dogones aprecian el agua y por eso es que este líquido es vital en su literatura oral.
Los dogones son esencialmente agricultores, artesanos, herreros y peleteros. Durante generaciones se han dedicado a esos oficios, así como han tenido una lengua aislada de la cual hay seis dialectos identificados, franqueados por una lingua franca hablada exclusivamente por los miembros de la sociedad de máscaras (véase Thierry Lombry, op. cit.), y nueve idiomas circundantes de la familia Congo-Kordofán. Hay en Mali sesenta y seis lenguas activas pero sólo ocho de ellas son oficiales, entre éstas el francés. La diversidad lingüística en los dogones es también étnica (G&D, 1965, p. 31); este hecho aumenta la volubilidad de la tradición oral que, como se ha discutido en el capítulo anterior, crea una ficción verosímil sobre el origen de su cultura. Incluso G&D reconocen en todo el El zorro pálido una multitud de versiones distintas de un mismo episodio acontecido en un mismo personaje. G&D admiten que la cosmogonía dogon está repleta de simbolismos en los cuales lo fantástico y lo real bailan al unísono (p. 59).
Tenemos que el contexto histórico, geográfico, cultural y lingüístico de Mali es este: a)los dogones, aunque han vivido confinados en el Bandiagara, han estado en contacto con otras culturas durante siglos; b)las creencias animistas de los dogones son muy flexibles a la hora de adoptar ideas foráneas por sincretismo; c)para los dogones el agua es fundamental en sus mitos, los cuales se rigen por la tradición oral expresada en su idioma; d)el modus vivendi de los dogones está reflejado en sus relatos folclóricos.
(26:53) Y llegó el gran día. Mi primer contacto con uno de los ancianos y depositario del secreto de los dogon, Pangalé Dolo. Vecino de Sanga y nieto de Ogotemmêli, el cazador ciego que informó durante años a Marcel Griaule. En realidad, mis temores eran infundados. Tanto en los escritos de Griaule como en los relatos de otros especialistas, pude observar cómo los antropólogos hacían especial énfasis en las grandes dificultades a la hora de obtener información por parte de los dogon; todos hablaban de un cerrado secretismo, un conocimiento iniciático que era transmitido después de una minuciosa selección del aspirante. Para mi sorpresa, como digo, tanto el anciano Pangalé como el resto de los sabios con los que conversé, no expresaron contrariedad alguna ante mis deseos de conocer los detalles de aquel misterioso encuentro. Todo lo contrario. Y conforme fui profundizando en la asombrosa historia, aquel viejo presentimiento cobró fuerza. Griaule y Dieterlen sólo contaron una parte de la verdad. (28:05)
Véanse las aclaraciones anteriores. Los tiempos cambian, pero otras cosas se mantienen, como el “secretismo” de la lingua franca dogon que sólo puede ser enseñada por el hogón a los iniciados, quienes a su vez están en la sociedad de máscaras; como G&D no lo eran no tenían derecho a saber una palabra de ese idioma prohibido tanto para los extranjeros como para los dogones no iniciados (véase Thierry Lombry, op. cit.). De hecho, Ogotemmêli pedía autorización a los ancianos de esa sociedad para contar la tradición oral a Griaule, la cual se transmitía a estos iniciados durante la ceremonia del sigui (Sur le traces…, mins. 15:02, 33:34-35:33).
Si G&D no conocían ni jota de esa lingua franca, ¿por qué habría de conocerla Benítez? ¿Por qué Benítez no sale hablando nunca en ese idioma vetado a quienes no están dentro de la élite de esa etnia? ¿Por qué Benítez acusa a G&D de no tener rigor científico ―lo cual de paso es cierto, ojo con eso, ya lo han advertido Giobellina Brumana, W. van Beek et al― y no se toma ni diez minutos en mostrarnos la versión de ambos para luego compararla con la suya?
Porque Benítez tampoco la sabe. Porque él no es un iniciado, ni pertenece a la sociedad de máscaras. Porque si los dogones no vieron en Benítez una amenaza no fue por su dizque extraordinaria habilidad como seudoantropólogo ―en el segundo capítulo demostré que no existe; Benítez mintió cobardemente sobre la tradición oral rapanui en la cual de acuerdo a este periodista se usó el mana para mover los moais por telequinesis―, sino porque se nota a leguas que su intérprete tiene un experimentado trato de confianza con las etnias de Mali; de no ser por eso Benítez habría salido en la primera plana de los periódicos españoles con el titular “Ufólogo hispano fue linchado en M’Be Dougou por islamistas malí”.
Porque Benítez, aunque sale hablando con Pangalé Dolo y otros nativos, no pudo obtener de los dogones sino justamente aquello que NO quería oír. Porque si él tuviera un pelo de honestidad tendría los pantalones de reconocer que su filme usa a Griaule como fuente tanto en las imágenes como en el contenido de la tradición oral dogon, pero con tergiversaciones, omisiones y modificaciones esteroideas con OVNIs sustentadas en un libro magufo de Robert K. G. Temple del que hablaré en el capítulo 14 junto a otros de su especie. Porque ignora o desconoce aposta la crítica de W. van Beek a Griaule y las investigaciones de la astronomía moderna.
Porque Benítez es un far-san-te.
(28:18) He aquí el relato de primera mano y en exclusiva del misterioso encuentro del pueblo dogon con los seres procedentes del sistema de Sirio. Un relato apasionante que he intentado ordenar y que fue obtenido en largas conversaciones en una treintena de aldeas. Como decía, ninguno de los iniciados dogon, y tampoco el afable Pangalé, supieron darme razón sobre la fecha de dicho encuentro. Ocurrió, eso sí, no muy lejos de la falla. La mayoría de mis informadores señaló el lago Débo, al Noroeste de Bandiagara, como el lugar más probable. Al principio y a plena luz del día apareció una estrella; Pangalé la llama ie pelu tolo, “la estrella de la décima luna”. Y añaden que aquella estrella se hallaba rodeada de rayos rojos; y de aquella singular estrella vieron surgir un objeto circular, gigantesco, que giraba sobre sí mismo, pero al llegar al suelo cambió de forma y se transformó en una especie de cesta con una base cuadrada y una abertura circular en lo alto. El arca, al posarse en la tierra del zorro, levantó una gran polvareda, y los animales huyeron. Y también los seres humanos. (29:54)
(30:07) En esos momentos, según mi confidente, ocurrió algo no menos insólito: junto al arca, nadie sabe cómo, apareció un extraño animal. Sujetó el arca con cuerdas y la fue arrastrando hasta una autonave. Después, las lluvias llenaron la elación y el arca flotó como una enorme piragua. Y el caballo de metal desapareció entre las aguas. Después de treinta años en la investigación del fenómeno OVNI, el testimonio de Pangalé resulta fácil de interpretar. Aquel pueblo, hace mil años, fue testigo de la aparición a plena luz del día de una nave que permaneció inmóvil sobre el lugar, lo que hoy llamamos nave nodriza o portadora. Así lo contaron y así lo dibujaron. Y de esa estrella de la décima luna surgió otro vehículo, algo muy común en los avistamientos OVNI. En su primitivo y parco lenguaje, los dogon identificaron un robot con un cuadrúpedo, o caballo de metal. ¿Qué otra cosa podían pensar? (31:16)
No tan rápido, cerebrito, que la primicia no es tuya.
Ie pelu tolo fue mencionado hace años por G&D (1965, p. 334), quienes sostienen que el descenso del arca fue en la noche (p. 468), no “a plena luz del día”. G&D especificaron que el arca “aterrizó” en el lago Débo (p. 487) frente a un santuario, girando sobre su propio eje, suspendida de una cadena y de manera helicoidal según los criterios de los cuatro puntos cardinales que representan las cuatro clavículas de Amma y, asimismo, las “cuatro esquinas” del espacio (pp. 461-467). El arca, según G&D, era una cesta gigante que, simbolizando el rol de un granero, tenía forma de pirámide truncada de base redondeada con un agujero en la parte superior para ser colgado desde los cielos (pp. 456-457; cfr. Sur le traces…, mins. 15:13-15:35).
Después de llegar a la Tierra se añade en El zorro pálido que el arca es también un carro de guerra tirado por un caballo ―un equino de carne y hueso, no “de metal”, señor Benítez― montado por un hombre que representa a la deidad Amma (G&D, 1965, pp. 484-486); acto seguido, el arca se sumergió en el agua con un nomo (pp. 496-497). Por el contexto histórico de Mali se deduce que el corcel es el símbolo del poder militar que, encabezado por el emperador de turno, dominó y le dio retazos de su cultura a los dogones, quienes no eran jinetes ni tenían fama de ser belicosos.
Por cierto; si no hay ningún monstruo en el lago Ness, ¿por qué diablos tendrían que haber extraterrestres en el lago Débo?
Estos dibujos dogones fueron tomados de El zorro pálido de G&D, figuras 9 (p. 104) y 159 (p. 464), respectivamente.
Una observación sobre la rojez de Sirio en los dogones: todo cuerpo celeste como una estrella puede parecer achatado, enrojecido o tener rayos extraños, pero eso no se debe a la acción de una mágica astronave de turistas interestelares, sino principalmente a la extinción y a la refracción en la atmósfera. Ergo, lo único “primitivo y parco” no es el idioma dogon sino el razonamiento del ufólogo español.
(31:25) Pero la llegada del arca originó un primer problema. Según Pangalé, al descender a la Tierra, el fuego quemó plantas, animales y hombres; ese fue el origen de los albinos, la primera voluntad de Dios al visitar la Tierra. Por eso los albinos son criaturas especiales tocadas por la divinidad. Por eso los temen y repudian. Por eso los abandonan al pie de los termiteros nada más nacer. (31:52)
Hasta donde he leído, G&D nunca sostuvieron que la tradición oral dogon haya dicho eso, aunque la discriminación racial en África es un hecho (con que sólo hay racismo en Occidente, ¿eh?). En la África Subsahariana hay un ensañamiento contra aquellos que tienen el albinismo, el cual se debe a un problema genético, no a los deseos macabros de una entidad omnipotente según lo contado dizque por una etnia antiquísima.
Y luego dicen que Dios es amor…
(32:20) Pero sigamos con el relato, un relato que obviamente se vio limitado por la carencia de palabras y conceptos. Aunque resulte increíble, hoy los dogon no tienen conciencia de la llamada carrera espacial, no saben qué es un robot y mucho menos una nave no humana. Pangalé entonces explicó que según sus antepasados, del arca salieron los dioses, en total ocho, aunque algunas versiones hablan de ocho parejas; eran en realidad hombres-peces. La cabeza y el tronco parecidos a los del hombre y el resto de cintura hacia abajo similar a la cola de un gran pez; tenían cuarenta dientes, todos puntiagudos. Carecían de orejas y para escuchar colocaban sus manos palmeadas en forma de bocina sobre unos minúsculos orificios laterales. Los ojos eran rojos, y en el cuello lucían arrugas similares a un collar. Sólo disponían de tres dedos, y los dioses vivían en el agua. Desde entonces estos seres recibían el nombre de o nomo, o el nomo del estanque. Pero por miedo y respeto los dogon decidieron no pronunciar ese nombre, y los designaron como dii dishi, dueño o señor del agua. (33:43)
(33:45) Insistí una y otra vez en el aspecto físico de los nomos, y Pangalé, paciente y firme, replicó siempre con las mismas palabras: hombres-peces. (33:58)
(34:22) Y señaló sus clavículas indicando que los dioses justamente respiraban por ese lugar. A lo largo de aquellos días ganaba la confianza de Pangalé; el anciano fue revelándome otros secretos. Así supe, por ejemplo, que los nomos bajaron a la Tierra para enseñar y de alguna manera evangelizar a los hombres. Convivieron con los dogon y les mostraron cómo cultivar la sabana, cómo fabricar herramientas y cómo fundir metales. (35:17)
Benítez tomó estos dos dibujos dogones de El zorro pálido de G&D, figuras 46 (p. 185) y 45 (p. 183), respectivamente. Ninguno de los dos corresponde con el descenso del arca citado arriba en G&D sino con los mitos de la creación del mundo vinculados a la formación del nommo anagonno, a la multiplicación de este pez en los ocho ancestros y a la obra de Amma en el “segundo mundo” (pp. 165, 177, 184 y ss.).
De acuerdo a G&D, aquellos ocho ancestros proceden de las ocho réplicas del nommo anagonno realizadas por Amma, de las cuales la mitad era masculina y la otra mitad femenina; son ocho en asociación con las ocho semillas germinadas en la Tierra, siendo la más particular emme yá, el “sorgo femenino” (pp. 142-148). G&D dicen que para los dogones el nommo anagonno respiraba con las aletas pectorales (p. 175) y que éste había sido hecho a partir de la clavícula (p. 81), el cual es para esta etnia, junto al cráneo, el sostén del esqueleto y la raíz de la formación de los bebés (pp. 54). Además, G&D señalan que hubo tres arcas anteriores a la descendida en el lago Débo cuya apariencia recordaba a la artesanía local (pp. 210-212, 229, 283-284).
En cualquier circunstancia, los dogones no se toparon con los alienígenas. Nadie cruzaría 8,6 años luz para enseñarle a una paupérrima etnia africana la obsoleta tecnología del Neolítico así como las bárbaras costumbres de la ablación del clítoris y de la circuncisión forzada de los niños. Lo narrado por los dogones encaja en el plano de la antropología de las religiones en las cuales los humanos no tienen un papel creador en sus logros como civilización; por ejemplo, Atenea inventó el arado y el rastrillo, aparte que le enseñó a los griegos a utilizar el yugo en la yunta de bueyes. ¿Hubo extraterrestres en Atenas? No.
(35:51) Pero no todo fue una bendición. Según Pangalé y el resto de mis informadores, aquellos seres capturaban a los humanos y los mataban, y lo hacían de una forma muy peculiar; introducían una lengua bífida por la nariz de la víctima, extrayéndole la sangre. El pánico de los dogon llegó a tal punto que al ver descender las arcas se escondían en bosques y aldeas, no acercándose jamás a ríos o lagos. ¿Extracción de sangre? Aquello me recordó otros sucesos similares acaecidos en nuestros días, pero con animales. Griaule, en efecto, no había contado toda la verdad. Y Pangalé reveló algo que me dejó perplejo: los nomos continuaban bajando a la Tierra, los había visto hace tres lluvias, tenían un cabello largo hasta la cintura y la mitad inferior como la cola de un pez. Se movían sin dificultad, sin tocar el suelo. Otros dogon en otras aldeas me facilitaron idénticos testimonios. (37:05)
Yo te aviso Chirulí… y yo vi a la Virgen de Coromoto en un riachuelo. Digo yo, no sé: si los sirenios alienígenas son hematófagos, ¿por qué no construyen un banco de sangre, producen este fluido corporal en un laboratorio a escala industrial y se alimentan de ella en condiciones higiénicas, sin hacerle daño a nadie y sin correr el peligro de contagiarse de enfermedades como el sida?
(37:40) El encuentro con los hombres-peces desembocaría en algo que ya había sucedido con otros pueblos. De aquel contacto nacería toda una liturgia y toda una nueva concepción de la vida. Y para celebrar la llegada de los nomos los dogon establecieron una fiesta, el sigui, un ritual en el que se baila frenéticamente durante tres o cinco días, en el que se bebe cerveza de mijo y en el que se exhiben hasta veintiocho tipos de máscaras, todas ellas alusivas a los dioses, algunas de hasta tres metros de longitud representan los movimientos del arca en su descenso. Otras, como la kanaga, encierran diferentes interpretaciones según las tribus. Para algunas recuerdan el signo que decía el arca en su panza, un símbolo bien conocido en nuestros días por los investigadores de OVNIs. Para otras, esa hache es el vínculo que une a los vivos con los muertos. (38:48)
Aquel platillo volador que aparece en el seudodocumental de Benítez no tiene nada que ver con los dogones sino que viene de una fotografía tomada en España en 1967:
El símbolo de ese objeto fraudulento dizque alienígena tampoco está relacionado con los dogones, sino con el ummoísmo; es decir, con una religiovni que combina el esoterismo y la ufología en un sistema dogmático de creencias en las cuales somos visitados por seres del inexistente planeta Ummo. La hache del OVNI ummoísta no significa nada en ninguna lengua extraterrestre sino que es una modificación del signo astrológico-astronómico de Urano (♅), el cual deriva del apellido de su descubridor William Herschell (1738-1822).
Por lo demás, es verdad que el sigui es un baile conmemorativo al que los dogones le dan un valor fúnebre, con protagonismo en las máscaras y con un cálculo del tiempo que, aunque es rudimentario, determina el lapso de realización del magno evento así como la de los procesos agrícolas y la elaboración de las cervezas rituales (G&D, 1965, pp. 51-52; Ibídem, 1950, pp. 276-280; Sur le traces…, op. cit.). El conteo de los años se marca detrás de la puerta del santuario hasta completar el ciclo de los sesenta años; cuando este ciclo se completa queda la figura terminada de la kanaga.
Ahora bien, ¿ya pillan de dónde vienen las zoquetadas seudocientíficas de Benítez?
(39:45) El sigui se celebra cada sesenta años, y según Pangalé y otros sabios dogon, viene a recordar también el tiempo que precisa Sirio B para trazar una órbita en torno a Sirio A. Una enseñanza recibida igualmente de los nomos. Y en las secretas tradiciones dogon se habla también de una tercera estrella que gira igualmente en torno a Sirio A; la llaman emme ya, “el sol de las mujeres”. Lo increíble es que emme ya, o Sirio C, fue descubierta por los astrónomos en 1995. (40:24)
Primero, ese par de dibujos de los dogones fue sacado de G&D (1965), figuras 113 (p. 355) y 111 (p. 352), respectivamente; ésta última no guarda relación con Sirio sino con el planeta Júpiter.
Segundo, véanse las refutaciones anteriores sobre Sirio porque eso que dice Benítez es una mentira estúpida. Salvo en la periodicidad del sigui, lo demás es falso, pues ni Sirio B le da una vuelta a Sirio A en sesenta años ―lo hace en cin-cuen-ta años― ni se ha encontrado rastro alguno de Sirio C. De hecho, según G&D en Un sistema sudanés de Sirio (1950) los dogones dicen sobre estrella lo siguiente, en relación a su trayectoria, la cual
[…] simboliza la extirpación y la circuncisión; operación que es representada por el paso de Digitaria por su punto más cercano y más lejano de Sirio. La parte izquierda del óvalo es el prepucio (o el clítoris) y la derecha es el cuchillo (fig. 4).
Este simbolismo es explicado de la misma manera por una figura utilizada por otras 2 representaciones (fig. 5). Sobre un eje vertical que conecta dos círculos S (Sirio) y D (Digitaria) se apoya una figura horizontal cuyo centro es un círculo T, que representa la trayectoria de D. La barra E es el miembro y el gancho B es el prepucio. Dos cuernos que se articulan sobre el círculo y que reproducen de nuevo las dos partes de la trayectoria (compárese con fig. 4) A: es el cuchillo y B es el prepucio. De esa manera el sistema de Sirio está asociado con las prácticas de renovación personal y por consecuencia […] a las ceremonias de renovación del mundo. (pp. 281-282)
En cuanto al lugar de Sirio en el universo, los dogones de G&D están convencidos que en esta estrella se originaron las cosas en un movimiento espiral-cónico de la creación, simbolizando “el huevo del mundo” (p. 284). Para esta etnia,
Digitaria es representada en Wazouba bien sea por un punto o por una carcasa que rodea un círculo concéntrico de 10 puntos (los 8 ancestros Nommo y la pareja inicial de Nommo). Su movimiento continuo produce los seres cuyas almas salen por intervalos de puntos y son dirigidas hacia la estrella Sorgo, que las reenvía a Nommo. Dicho movimiento es imitado por el rombo, que dispersa la creación de Yourougu en el espacio. Alrededor del círculo, como eyectadas de él, están colocadas 6 figuras (fig. 7). (p. 285)
Curioso es que G&D dijeron ante el público el descubrimiento de Sirio B de la etnia dogon, pero que en su libro eso no se afirma ni por asomo. En esta cita del mencionado texto publicado en 1950, Sirio tiene compañía, mas no porque lo hayan sabido por aliens o por tener una tecnología asombrosamente desconocida para nosotros, sino porque en su cultura el sexo establece una jerarquía en la cual la mujer, supeditada al hombre, gira en torno a sus designios, si bien hay una relación de complementariedad entre ambos géneros. Para los dogones, Sirio era como el Adán bíblico que para no estar solo debía tener una Eva. El resto es una tergiversación de G&D, y ni se diga de Benítez.
Sorgo-Femenino se dibuja con tres puntos, que son el símbolo masculino de la autoridad. Estos puntos están rodeados por 7 puntos que son 4 (mujeres) y 3 (hombres) que son el alma masculina y el alma femenina (fig. 9).
El sistema de Sorgho-Femenino está representado en su conjunto por un círculo que contiene una cruz (los cuatro puntos cardinales) cuyo centro está hecho de una mancha redonda (la estrella en sí misma) y cuyas extensiones sirven de receptáculo a las almas masculinas y femeninas de todos los seres. Esta figura, llamada “dibujo de Sorgo-Femenino”, emme ya tônu, ocupa uno de los centros de una elipse llamada “dibujo de los hombres”, anam tônu, hecha de un trazo conocido como “trayecto del cabrero”, enegirin ozu, bordeado con dos líneas puntiagudas cuyo exterior es el camino de las almas masculinas y el interior el de las almas femeninas (fig. 10). (p. 288)
Tenemos ahora el mapa celeste de los dogones en el que describen a Sirio con sus camaradas siderales, juntos, como si estuvieran en la misma constelación. La descripción de los dogones mostrada por G&D no tiene la más mínima pinta de ser un análisis astronómico de la estrella; ni siquiera es un intento, aunque sea mediocre, de estudiar a Sirio con cálculos numéricos y datos objetivos.
Durante la ceremonia de bado que la mujer de mayor edad en la familia dibuja en la puerta principal de la casa el “dibujo del mundo de las mujeres” […] (fig. 12).
Está conformada por un óvalo, es decir, el huevo del mundo, que contiene nueve signos.
Da- Digitaria. La curva abierta a la derecha indica la recepción de todas las sustancias y materias puestas en el ella por el Creador.
Db.- Digitaria en su segunda posición. El óvalo abierto debajo marca la salida de la materia que se expande en el mundo A y B indican igualmente las posiciones extremas de Digitaria con respecto a Sirio.
E.- La estrella Sorgo-Femenino, la réplica de Digitaria. Siendo el “Sol de las mujeres”, ella es dibujada en el centro del huevo, como el sol en el centro del sistema solar. El óvalo está enmarcado dos veces por por dos pequeñas líneas verticales que simbolizan los rayos que envía la estrella.
S.- Sirio. “Estrella del Sigui” o “estrella de Yasigui”. El signo, posicionado de tal manera que el materializa el enlace que opera entre Sirio y las dos estrellas precedentes, está hecho como una especie de X en una ramificación a la derecha ―la hormiga, key― que divide una rama curva cuya parte inferior es Yasigui y la otra parte es el órgano desprendido durante la extirpación. La hormiga, aunque hembra, se representa por un palo derecho, como si fuese un hombre. De esta manera se marca su dominio sobre la feminidad de Yasigui a quien mutila.
R.- El Yourougou. Un gancho compuesto por un arco de círculo y de un segmento de derecha indica la primera caminata de Yougourou descrita como una curva que contorna el cielo, quien no habiendo alcanzado su meta, descendió directamente, como lo marca el segmento derecho que es también el pedazo de placenta oculto.
[…]
N.- La figura de Nommo se hace con un segmento vertical, Nommo en sí mismo, sobre el cual se apoya un poco debajo de su extremidad superior una línea quebrada en tres partes desiguales; la primera es el asentamiento de las almas perdidas por venir, la segunda el asentamiento de las almas muertas y la tercera el asentamiento de las almas vivientes.
Fa.- La estrella de las mujeres, nyân Mo, una iniciación de espirales recuerde que ella es el satélite de Sorgho Femelle.
Fb.- El “símbolo de las mujeres”, nyân tônu, compuesto por una línea oblicua, el hombre, cortado por una línea que termina en una curva convexa, la mujer. El muestra el contacto entre los miembros. El palo está a la derecha con vista a la creación que comenzó por el sistema de las mujeres. La mujer está representada por una línea de perfil, de un vientre pesado, lista a dar a luz.
Fc.- El miembro femenino se figura con un óvalo abierto debajo, mundo-matriz. Listo para procrear, bostezando hacia abajo para propagar los gérmenes. (pp. 290-291)
Para G&D en Un sistema sudanés de Sirio, los dogones creían que Sirio era un astro tan fundamental que sin ella nada se movería ni existiría, que era un granero en el cual se almacenaban todas las cosas del mundo, que estaba hecha de un metal llamado sagala y que su pequeñez era compensada con su peso colosal de 35.000 kg (pp. 286-287). Supongo que si el lector tiene sentido común indagará y se dará cuenta que la ciencia no avala ninguna de esas aseveraciones. ¿Desde cuándo el hidrógeno y el helio ya no son los elementos químicos más abundantes en las estrellas? Desde nunca, que yo tenga memoria. Sostener lo contrario es sinónimo de reprobar en astrofísica para principiantes.
Si lo dicho por la tradición oral dogon es lo que les fue inculcado por los nomos alienígenas, entonces el sistema educativo de esos seres espaciales es el peor del universo. Por eso no me sorprende que Benítez jamás haya citado a G&D; si lo hubiera hecho habría sido molido con rapapolvos argumentativos desde el primer minuto de su filme.
(40:34) Hablar de los nomos es siempre una cuestión solemne para aquellos que guardan la información. Por eso, la mayor parte de nuestras conversaciones tuvo lugar en la toguna, la “casa de la palabra”, una especie de templo en el que se reúnen los hombres, sólo los hombres, para dialogar y tomar decisiones. Una suerte de sala de conferencias inspirada también en aquel remoto encuentro con los hombres-peces. Ocho son sus pilares en recuerdo de los ocho nomos que descendieron por primera vez. Y ocho deben ser las capas de mijo que forman la techumbre, una techumbre levantada a un metro del suelo. Ésta, al parecer, fue la indicación de los seres de Sirio. De esta forma, al no poder incorporarse, las discusiones transcurren en paz. Y fue en la “casa de la palabra” de Ireli, de Amani, de Ende, de Teli, de Yigibombo, de Songho y de Yougo Dogouru, entre otras aldeas, donde fui enriqueciendo la información sobre aquellos seres del espacio. (41:41)
Vale, Benítez, no se entusiasme, ya sé que usted obtuvo sus conocimientos sobre los dogones a través del señor Griaule y de la señora Dieterlen.
(41:45) Los ancianos, complacidos por el interés de aquel extranjero, respondieron sin reservas a todas mis cuestiones. Y quedé nuevamente desconcertado ante la sabiduría de aquel pueblo. Los nomos al parecer les enseñaron otras muchas cosas. Les enseñaron que hay otros mundos también habitados. Nosotros por ejemplo nos hallamos en la cuarta Tierra; en la tercera viven los hombres con cuernos. En la quinta los hombres con cola; en la sexta Tierra, los hombres alados. Los dogon conocen la estructura en espiral de la Vía Láctea, y hablan de mil millones de sistemas solares semejantes al nuestro, conocen los satélites interiores de Júpiter, me hablaron de Saturno y de sus anillos, dicen que Venus al principio era rojo, describen a la perfección los movimientos de rotación y traslación de la Tierra; los nomos les enseñaron que la Tierra necesita doce meses para completar esa órbita, y de ahí tomaron su calendario. Saben que el Sol se consume y que la Luna es un cuerpo muerto. Y desde hace mil años tienen conocimiento del aparato circulatorio humano. ¿Cómo podía ser? La circulación de la sangre fue descrita por Miguel Servet en 1546. Y los nomos les hablaron también de Amma, el gran dios, un dios único y sustentador de todo lo creado; algo que choca frontalmente con las religiones animistas que los rodean y que disponen de cientos de dioses. Un dios que la compleja liturgia dogon convierte en responsable de la ablación del clítoris. Según la leyenda, Amma quiso tener hijos con la Tierra, pero la presencia de los termiteros (el clítoris para los dogon), dificultó el acoplamiento y la Tierra parió un zorro. De ahí que el clítoris, según los dogon, deba ser extirpado. (43:53)
Si hay algo asombroso de la visión santurrona de los dogones es su ignorancia, además de la sarta de tonterías de Benítez dichas en menos de cinco minutos. Bueno, mejor dicho, no todos son disparates, pero a menudo son las aserciones de G&D en El zorro pálido, no los hallazgos de este ufólogo.
Los dogones, según G&D, tienen entre sus creencias ―cuyas explicaciones son místico-literarias, no científicas― el carácter espiral de la Vía Láctea (1965, pp. 126-128, 187), el “cuarto mundo” habitado por los humanos de entre los múltiples habitables en el universo (pp. 192-194), la esterilidad de la Luna (p. 509) y los 365 días del año (p. 510). En el libro de G&D se dice (p. 514) que el Sistema Solar de los dogones tiene cinco planetas (la Tierra está implícita): Venus (cuyos movimientos simbolizan la sangre, de allí que le atribuyen su rojez), Marte, Júpiter (que para esta etnia tiene cuatro satélites; fig. 111, p. 352) y Saturno. G&D aseguran que los dogones tienen sus propios paradigmas en áreas del saber como en antropología, biología, geología, anatomía, fisiología, matemáticas, genética y farmacología (p. 57).
Excelente historia, sólo les faltaba a los dogones ser expertos en física cuántica, pero excelente historia. Si tienen dudas miren a Venus, roja como el tomate, tan roja como hace millones de años atrás (de esto no he encontrado pruebas, si erro me avisan).
O miren a Júpiter; ¡pero sí tiene cuatro satélites invisibles sin telescopio! Ah, sí, son los cuatro satélites… Galileanos: Ío, Europa, Ganímedes y Calisto; los satélites internos son Metis, Adrastea, Amaltea y Tebe. Es una lástima que los nomos no hayan encontrado para los dogones los otros sesenta y tres.
O miren el Sistema Solar. ¿Es hermoso, no? Hay cinco fabulosos planetas girando alrededor del Sol, la Tierra entre ellos. Mercurio, Urano y Neptuno están pintados en la pared. La Gran Mancha Roja de Júpiter está pintada en la pared. Los sesenta y dos satélites de Saturno y los dos de Marte están pintados en la pared. El cinturón de asteroides y el de Kuiper están pintados en la pared. Plutón, Caronte, Ceres, Makemake, Haumea y Eris están pintados en la pared. Y hasta el cometa Halley está pintado en la pared.
Los dogones nos dicen en El zorro pálido cómo se desplazan el Sol, la Tierra y la Luna en el espacio. Para ellos “el Sol gira sobre su eje como si estuviera bajo la influencia de un inmenso resorte motor en espiral”; en su folclor “la Luna va alrededor de la Tierra en una espiral cónica” (p. 508. Las negritas son mías). ¡Guao, la astrofísica extraterrestre de los nomos es mejor que la de Star Wars! ¡Esto no lo sabía ni Darth Vader, sólo los dogones!
Ya, en serio, basta de bromas. ¿Ahora vieron por qué Benítez no cita una palabra de G&D? La verdad está ante nuestros ojos; porque si lo hubiera hecho cualquiera descubriría este engaño que se desmiente hasta con un texto escolar infantil de astronomía. A eso se añade que los egipcios, y no los dogones, fueron los pioneros en tener un calendario solar con 365 días y en hablar con más de un milenio de anticipación sobre el sistema circulatorio (Servet y sus sucesores perfeccionaron estos conocimientos para aplicarlos a la medicina). Si esto es lo mejor que han podido hacer los alienígenas de Sirio en Mali, lo han hecho muy mal.
En medio de estas mentiras vulgares al menos hay un acierto. La dantesca escena en la que Amma le amputó el clítoris a la Tierra es correcta (Giobellina Brumana, 2005, pp. 265-266). Sin embargo, lo que sí es mentira es el monoteísmo de los dogones; ya expliqué arriba por qué. No es lo mismo adorar un dios que adorar ese dios mientras se hacen ritos totémicos para rendirle tributo a los ocho ancestros.
(44:16) Tras dos horas de dura ascensión alcanzamos la cumbre del Sinaí dogon. Aquí según la leyenda tuvieron lugar los signos que anunciaban la llegada de los dioses de Sirio. La montaña de pronto se teñía de rojo; era el primer anuncio. Los nomos y sus arcas estaban al llegar, y en la aldea crecían calabazas gigantes que nadie había sembrado. Y aquí, según la tradición se registró la primera muerte de un nomo. No se sabe con certeza cómo ocurrió, aunque los dogon aseguran que aquel nomo fue crucificado, y al poco resucitó, y regresará, dicen, para salvar al mundo. (45:01)
Hay páginas web y seudodocumentales que hablan irresponsablemente de crucifixiones en dioses que no fueron crucificados, como Horus, Thor, Mitra, Krishna, Dionisio y Attis. Cuando Benítez dijo eso de un nomo sabía que él mentía adrede.
En efecto, G&D pudieron haber perdido el Norte en sus investigaciones, pero no tanto como para decir que hubo un nomo crucificado. Esa chifladura no se dice nunca en el libro de G&D sino que Ogo, uno de los nomos, había tenido un comportamiento inmoral ante los ojos de Amma, quien usó la castración y la circuncisión para darle escarmiento (1965, pp. 248-268, 268-283). Amma, al ver que Ogo no había recapacitado, lo transformó en un zorro pálido (Vulpes pallida) para perpetuar su castigo (286-292), pero como ese cánido es un depredador todavía representaba un peligro; por tanto, Amma no tuvo más alternativa que purificar el mundo mediante el sacrificio de Ogo (pp. 307-313) en un ritual en el que él fue colgado y atravesado con un objeto punzo-penetrante que le hizo sangrar hasta morir.
Fallecido Ogo, su cuerpo fue desmembrado en sesenta partes (pp. 316-324) que se dispersaron por doquier (pp. 324-328) para después ser reunidas con el objeto de traerlo de vuelta a la vida en una compleja ceremonia (pp. 329-343). Por obvias razones Ogo no resucitó al tercer día, ni tuvo doce discípulos, ni su madre fue una virgen, ni nació un 25 de diciembre, ni vendrá para redimirnos de nuestros pecados; de hecho, G&D dicen (pp. 539-540) que según los dogones Amma tiene la potestad de destruir el universo cuando se le antoje. Los nomos no son mesiánicos.
(45:05) Tal y como sucediera en el resto de las aldeas, los dogon no terminaban de comprender cómo aquel extranjero había logrado estos dibujos del arca y de los dioses. Discutieron entre ellos. Me observaron con curiosidad y también con cierto temor. Finalmente, tras reconocer que en efecto se trataba de los nomos, sentenciaron: “tú sólo puedes ser un misionero de los dioses, sólo ellos pueden haberte dado sus retratos”. Esta ingenua creencia, no lo niego, me beneficia, y sus corazones se abrieron un poco más, y supe que los nomos al salir del agua tenían el poder de transformarse. Dejaban de ser hombres-peces y aparecían como humanos, pero muy hermosos. Fue así como lograron mezclarse con los dogon, fue así como los adoctrinaron, y fue así como bebieron la sangre de las víctimas. Según estos ancianos el número de asesinatos se contó por cientos; siempre bajaban con las lluvias. Siempre por el arco equis. (46:13)
En otras palabras: Benítez utiliza la ignorancia de los dogones para su provecho personal mientras disfraza su farsa ufológica de investigación científica. Esto es, sinceramente, a-co-jo-nan-te. Así habló Benítez: “me beneficia”, sin escrúpulos, sin ruborizarse, sin sentir un poco de vergüenza, sin reflexionar que es perjudicial mentirle a esa etnia africana frente a la cara de millones de espectadores que vieron su seudodocumental por televisión.
Si usted ha creído que Benítez es un emisario divino de los dogones, le informo que ha sido engañado. Los “dibujos del arca y de los dioses” son de Marcel Griaule y Germaine Dieterlen, como se ha demostrado arriba, los cuales de paso se basaron en los relatos de la tradición oral y también en el arte de la etnia representado en murales como éste:
(46:21) Y cuentan los iniciados que fueron los dioses quienes les enseñaron también a circuncidar, y el pueblo dogon escogió la aldea de Songho para este ceremonial sagrado. (46:32)
(46:47) Al pie de estas mil cien pinturas, cada tres años, grupos de niños de entre diez y doce años sufren el corte del prepucio a manos del herrero de la localidad. Las mujeres no pueden ver estas pinturas sagradas; de hacerlo morirían. Para los dogon la circuncisión así fue establecido por los seres de Sirio es un sacrificio que se ofrece a la Tierra. (47:10)
Cónchale, aprendí hoy algo nuevo: los nomos tienen atracción por el pene humano al mejor estilo del psicoanálisis de Jacques Lacan, y la mejor manera de demostrarla es diciéndole a los dogones que circunciden a sus hijos encima de una piedra sin más personal médico que el herrero. ¿Los nomos les habrán enseñado también el uso de la anestesia local, los primeros auxilios, la asepsia en el material quirúrgico, los antibióticos para las infecciones postoperatorias y la vacuna antitetánica?
Increíble, increíble, me quito el sombrero ante la sapiencia de Benítez, su argumento es irrefutablemente… esperpéntico.
(47:29) Nuestra visita al País Dogon no podía concluir sin una conversación con el hombre santo por excelencia: el hogón, una mezcla de hechicero, médico y guía espiritual. El dogon más respetado y temido. Vive solo, jamás se lava; el aseo corre a cargo de una serpiente que humedece su cuerpo con la lengua bífida. Una joven virgen que no haya alcanzado la menstruación es la encargada de cocinar para él. Sólo baja a la aldea cuando debe tomar grandes decisiones. Es el responsable de las lluvias y de las buenas cosechas. El hogón es otro de los grandes depositarios de la cosmogonía nacida del encuentro con los nomos. Después de múltiples gestiones, Aré Guindo, de setenta y cinco años, accedió a entrevistarse con aquel extranjero. Los rumores sobre el extraño misionero de los dioses que portaba imágenes del arca y de los nomos no tardaron en propagarse por las aldeas, llegando también a oídos del hogón de Ende. Y una tras otra fue confirmando las noticias proporcionadas por el resto de los sabios y ancianos, y añadió algo más: él, como Pangalé Dolo, también había visto a los dioses. Fue antes de las últimas lluvias y en un lago próximo a la aldea de Soninke. Al preguntar por el origen de aquel título, el de hogón, Aré me suministró otra información que tampoco fue reseñada por Griaule. Según él, al descender a la Tierra los nomos seleccionaron a los hombres más sabios y prudentes, y los llevaron al arca. Allí permanecieron tres meses, y al regresar a las aldeas lo hicieron como superhombres. Desde entonces, sólo el que ha visto a un nomo puede ser hogón. (49:22)
Lo del hogón ha sido discutido previamente cuando hablé sobre la religión en Mali y el animismo de los dogones. En líneas generales, Benítez tiene la razón, aunque esto es un acierto minúsculo. Sin embargo, si un novicio dijo haber visto a Dios, ¿eso lo hace candidato digno para ser ordenado sacerdote? ¿Eso demuestra que Dios existe? No. Dejemos la majadería con las “evidencias” centradas en testimonios y anécdotas, por favor.
(49:33) No pude evitarlo. Eché mano de las fotografías de OVNIs que había llevado a Mali, y se las mostré. El hogón las observó perplejo. Sus palabras fueron rotundas: “estas son las arcas de los dioses, si tú las tienes es porque tú eres un hogón”. (49:53)
Las fotos de OVNIs, como las que se ven en la captura de pantalla del seudodocumental, pueden obtenerse de cualquier página web de ufología. Como decía Carl Sagan en el episodio 12 de Cosmos: Un viaje personal, “la mayoría de los informes sobre Objetos Voladores No Identificados resulta ser otra cosa, como la imagen refractada de un planeta brillante o la reentrada de un satélite artificial; algunos son casos de aberraciones psicológicas y otras veces son bulos.”
Entre esos bulos están los de Benítez: la chapucera astronomía de los nomos, la etnoantropología con metodología defectuosa, la apelación a las tradiciones, el empleo de imágenes y texto de otros autores sin darles el crédito (lo cual técnicamente es plagio), la sobresimplificación del contexto histórico de los dogones, las tergiversaciones acerca de la literatura oral dogon y el OVNI ummoísta cuya fotografía tiene amplia difusión en una secta religiosa ufovangélica.
Súmese a esta lista la condición de hogón de Benítez. Independientemente de lo que haya dicho Aré Guindo ―suponiendo que su testimonio no haya sido falseado― Benítez no es ni por asomo un hogón porque este título social sólo puede otorgado al hombre más viejo de la aldea… y ese anciano debe ser de la misma etnia dogon, incluso en términos raciales, por lo cual no se permiten hogones blancos, a menos que Benítez quiera ser el hogón de España. Por tanto, juzgo la expresión facial de Benítez ante la “revelación” de Aré Guindo como una mera treta actoral en la cual finge estupor por una seudoinvestigación cuyos resultados ya conocía mucho antes de empezarla. Al igual que Griaule, Benítez fue a Mali teniendo ideas preconcebidas de los dogones en Mali.
(50:22) Ahora no tengo la menor duda. Hace aproximadamente mil años, aquí, en el corazón del País Dogon, unos seres anfibios que dijeron proceder del sistema de Sirio, descendieron y revelaron a los hombres una información imposible para su tiempo, y prometieron regresar. Eso, según los dogon, ocurrirá cuando aparezca de nuevo la estrella de la décima luna. (50:47)
Voy a hacer tres acotaciones. Uno, el retorno de los dioses dogones (¿no era el de Amma? Digo yo, como son dizque monoteístas…) es mentira. Dos, hasta donde nos lleva la ciencia no hay evidencias de vida alienígena en Sirio por el sencillo hecho de ser una estrella; si la hubiera sería en el posible exoplaneta hecho trizas cerca de Sirio B, en algún planeta orbitando Sirio A que ni se ha encontrado y en el planeta imaginario de Ummo. Tres, el final de este filme es idéntico al desenlace de La huella de los dioses, el primer seudodocumental de Benítez del que me ocupé en el capítulo antepasado.
Amigas y amigos: recapitulen lo precedente, junten las piezas, unan los puntos y, sobre todo, piensen. Puede que los dogones no hayan sido unos cretinos, pero ellos tampoco iban a saber desde antes de la invasión almorávide unos conocimientos que no se desarrollaron hasta bien entrado el siglo XX. Puede que esta etnia haya sabido de Sirio antes de mudarse al Bandiagara, pero ésta no supo más detalles de la estrella sino por influencias extranjeras, principalmente por la expedición de Marcel Griaule. Puede que hayan extraterrestres con sopotocientos años de adelanto al Homo sapiens, pero ninguno de ellos recorrería 8,6 años luz para impartirle a los dogones un conjunto de saberes que son erróneos, falsos, atrasados y hasta contrarios a los derechos humanos. Si el “encuentro cercano del tercer tipo” en las culturas preincaicas es una sandez, ¿no es esto entonces más absurdo aún decir eso acerca del folclor de los dogones?
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Capítulo 5 – Secreto de uno, de ninguno
Capítulo 6 – Dios es tracalero
Capítulo 7 – Una “cajita feliz”
Capítulo 8 – Palito-Cerito-Palito
Capítulo 11 – Locademia de arqueología
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