Al delinear cualquier nación, siempre se corre el riesgo de sumergirnos demasiado en el uso ―en muchas ocasiones enredoso― de las etiquetas. El investigador, por tanto, enfrenta la ardua tarea de sostener un análisis que reconozca sabiamente la realidad de la vox populi sin por ello alejarse de la imparcialidad, y a partir de allí, entablar una crítica. Una aproximación interesante a esta cuestión la tenemos en el académico Benedict Anderson en Comunidades imaginadas: reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo (Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, en inglés), un texto que aquí suscita un interés especial.
El capítulo primero (Introducción) tiene dos segmentos: el propósito del libro y la elaboración de una definición sobria de nación. Los cimientos de sus disertaciones manan, lógicamente, de las deficiencias de teorías que no fueron satisfactorias y, por tanto, en un intento de ofrecer un enfoque alterno: Sigue leyendo
Debe estar conectado para enviar un comentario.