A Perú, como a cualquier otro país portador de riquezas arqueológicas, le sobran los enigmas en cuanto a sus civilizaciones antiguas y oportunistas que se lucran de ellos para comerciar ilegalmente con el patrimonio histórico-cultural, aunque estos oportunistas tampoco tienen escrúpulos para adjudicarse el descubrimiento de supuestas verdades que no existen y que nunca existieron. Machu Picchu y Sacsayhuamán, por ejemplo, son lugares donde las construcciones tienen una magnificencia que para muchos resulta inverosímil su elaboración con tecnología precolombina, lo cual da como consecuencia la repetición incesante del mantra seudocientífico conocido como “los aliens lo hicieron”. Con las celebérrimas Líneas de Nazca esto pasa hasta llegar al paroxismo.
La ciencia, empero, se ha encargado de disolver la ignorancia con evidencias tan numerosas como contundentes que revelan lo infundadas que son las afirmaciones seudocientíficas, específicamente aquellas que giran en torno a los grupos humanos cuyos rastros de su paso en este mundo son escasos o nulos. Por tanto, la ciencia ha realizado un trabajo muy arduo a la hora de desenterrar y reconstruir el pasado de Perú mediante innovaciones que han extraído de su suelo muchos más datos de los que cualquiera hubiera podido imaginar. Las Líneas de Nazca son y serán el epítome de un conjunto de hallazgos que han sido posibles gracias a los recientes avances de la ciencia, así como los de la tecnología, porque ya no serán vistas por los especialistas como simples trazos en el suelo.
Con el fin de divulgar las pruebas que demuestran el carácter netamente humano de las Líneas de Nazca, este artículo centrará su labor en siete publicaciones que se explicarán por separado en sus respectivos segmentos sin descuidar el orden jerárquico del tema discutido, el cual ha de ser debidamente comprendido; las dos primeras ofrecen al lector las novedades metodológicas vislumbradas en las investigaciones correspondientes a las últimas cuatro, las cuales tienen como introducción el segundo paper de la lista. Al final se reúnen las conclusiones de lo que se ha descrito a lo largo de este escrito cuyas traducciones del inglés son de mi completa autoría.
1. Enfoques y métodos cooperativos (I/II)
Markus Reindel y Armin Grün sostienen con acierto que “abundan las hipótesis en relación a los geoglifos, mientras que faltan datos confiables para su explicación en un contexto histórico cultural” (2006c, p. 21); ergo, hay una necesidad imperante de dar respuestas a las cuantiosas preguntas que rondan las culturas antiguas más famosas de la región de Palpa, en la costa Sur de Perú, las cuales son la paracas (800-200 a.C.) y la nazca (200 a.C.-600 d.C.). Desde 1997, el Proyecto Arqueológico Nasca-Palpa ha realizado investigaciones que indagan tanto en los geoglifos como en el contexto en el cual fueron hechos, es decir, en las estructuras situadas en las proximidades de los mismos, aunque también en los asentamientos ubicados en los valles de Río Grande, Río Palpa y Río Viscas.
Las detalladas y sistemáticas investigaciones del Proyecto han tenido una cobertura de unos 300 km2 con un registro de aproximadamente 700 emplazamientos arqueológicos, de los cuales se hallaron “asentamientos, cementerios, geoglifos y sitios de petroglifos” (p. 22). Los yacimientos excavados abarcan distintos períodos culturales y se localizan en lugares clave como Pernil Alto, Jauranga, Los Molinos, La Muña y Pinchango Alto, en donde se encontraron ruinas de edificios, sepulcros, cerámica, arquitectura de adobe, terrazas de cultivo y plataformas ceremoniales en las que se daban ofrendas. Sin embargo, ¿bastó la arqueología para desentrañar los secretos de Palpa? No. Según Reindel y Grün, esta ciencia requiere de otras áreas de estudio para poder brindar soluciones más completas a los problemas científicos planteados.
La arqueología ha producido muchas disquisiciones nuevas en los desarrollos culturales en la región de Palpa, pero también ha dado muchas nuevas interrogantes que no se pueden solventar exclusivamente a través de los métodos arqueológicos. En La Muña, por ejemplo, encontramos evidencia contundente de precipitaciones en épocas prehistóricas. La investigación más profunda de este fenómeno sólo se podría efectuar con especialistas en geomorfología. Los sitios arqueológicos hasta ahora sólo se han identificado mediante evidencias en la superficie. Para la comprobación de áreas sin restos visibles de la superficie necesitamos emplear métodos de prospección geofísica. Muchos de los problemas de datación no se pueden resolver únicamente con el método arqueológico de cronología relativa, sino que se deben sustentar con dataciones numéricas obtenidas por métodos físicos. Asimismo, los hallazgos de residuos de alimentos en las excavaciones de los asentamientos, como conchas marinas, huesos de pescado, huesos de llama y cultivos de frutas que ya no se usan hoy, generaron la formulación de una hipótesis sobre los hábitos nutritivos y el comercio a larga distancia en tiempos remotos. Fue por tanto necesario cooperar con varias disciplinas especializadas con el objeto de llenar los espacios vacíos del registro histórico de las culturas antiguas en la región de Palpa. (p. 23)
Son cinco las “disciplinas especializadas” que intervienen junto con la arqueología en los análisis del Proyecto: geoarqueología, geofísica, cronometría, antropología y fotogrametría. Se describen aquí sucintamente (pp. 23-28, 30).
- Geoarqueología: se ocupa del examen de los geoarchivos a través de peritajes geomorfológicos, estudio de depósitos de loess, análisis del sedimento y datación radiocarbónica y óptica (i.e., mediante Luminiscencia Ópticamente Estimulada; OSL, Optically Stimulated Luminiscence) de los depósitos. Esta combinación de métodos permitió determinar que la región de Palpa comenzó a sufrir un proceso de desertización alrededor del año 1500 a.C., el cual se agudizó progresivamente hasta el 600 d.C., justo cuando desapareció la cultura nazca.
- Geofísica: se encarga de detectar objetos que están por debajo de la superficie a través de la magnetometría, la cual ha encontrado vestigios de estructuras en zonas hasta entonces impensables, como las áreas de los geoglifos y la parte baja de los valles. No obstante, la magnetometría aún debe adaptarse al entorno sudamericano, aunque se puede complementar con inspecciones geoeléctricas para precisar detalles como la profundidad de estos objetos subyacentes.
- Cronometría: se ocupa de la datación cuantitativa de las muestras recolectadas en Palpa con el fin de establecer un sólido soporte cronológico de sus culturas a través de métodos radiocarbónicos y ópticos, con OSL. Este último método es utilizado en ciencias de la Tierra.
- Antropología: se encarga de analizar, a través de la paleogenética y los estudios forenses, los vínculos hereditarios y étnicos de los antiguos pobladores de Palpa, así como de reconstruir sus hábitos alimenticios, migraciones y economía. Por el momento se ha logrado saber que en la época Nazca la gente consumía pescado, conchas marinas y carne de llama.
- Fotogrametría: se ocupa de cartografiar tanto la geografía de Palpa como los geoglifos a través del mapeo fotogramétrico en 3D y del Sistema de Información Geográfica (i.e., GIS, Geographic Information System) con el cual se busca abordar las correlaciones de los geoglifos con su contexto natural-cultural en los asentamientos de Palpa. Las fotografías aéreas de alta resolución sirvieron para generar ortoimágenes y mosaicos de imágenes mediante software especializado.
El trabajo en equipo del Proyecto dio sus frutos, razón por la cual “el considerable esfuerzo combinado incrementó la cantidad y mejoró la calidad de los datos científicos” (p. 31); un esfuerzo que por primera vez en la historia documenta a plenitud los geoglifos de Nazca con la valiosa ayuda de otras disciplinas que, siendo ajenas a la arqueología, se juntaron para multiplicar las contribuciones sobre Palpa que no se habrían logrado con la metodología de una sola especialidad. Además, estos aportes también se deben a prodigios tecnológicos que no estaban disponibles en décadas anteriores.
2. Enfoques y métodos cooperativos (II/II)
Si ciencias como la arqueología dependen de otras para examinar un objeto de estudio, es evidente que los adelantos de la tecnología tampoco están exentos de estar en esta circunstancia ya que las investigaciones interdisciplinarias son, de hecho, investigaciones donde hay más de un tipo de instrumento y técnica de recolección de datos. Esto es justamente lo que se puede ver en el trabajo de Karsten Lambers y sus colaboradores (Lambers et al, 2007) en cuanto al Periodo Intermedio Tardío (LIP, Late Intermediate Period; ca. 1000-1450 d.C.) de las regiones de Nazca y Palpa en la costa sureña de Perú; un periodo del cual se sabe muy poco aunque de éste se hayan registrado 140 sitios durante las excavaciones (p. 1).
Lambers tuvo dos objetivos concretos en su investigación: el primero fue “presentar el sitio LIP de Pinchango Alto en su contexto arqueológico” y el segundo fue “mostrar cómo la tecnología electro-óptica de registro puede contribuir a la flexible y eficiente documentación, modelado y análisis de los sitios arqueológicos” (p. 2, col. 2). Así, Pinchango Alto fue elegido para el estudio por su buen estado de preservación y por ser un lugar prominente del Periodo Intermedio Tardío, el cual se destacó por el repoblamiento de los asentamientos, la mayor humedad en comparación con otras épocas, la presencia de terrazas de cultivo y la estratificación social (p. 3, col. 1).
Por consiguiente, Lambers tuvo metas adicionales: uno, “un análisis espacial del sitio en su contexto topográfico con un énfasis en la accesibilidad, visibilidad y defensibilidad”; dos, “un estudio funcional de la estructura interna del sitio”; y tres, “una documentación de los ejemplares de la arquitectura y la albañilería de piedra del LIP” (p. 3, col. 2). Para la consecución de estos propósitos, Lambers procedió con el escaneo láser, las mediciones GPS y las fotografías aéreas tomadas desde un minihelicóptero con el fin de obtener datos visuales que, procesados con software, se tradujeron en ortoimágenes y de allí en modelos tridimensionales del sitio explorado. Estos procedimientos mencionados quedan desglosados en el siguiente diagrama (p. 4):
He aquí una ortofoto de Pinchango Alto (p. 7):
El ensamble metodológico tuvo resultados de alta calidad, cantidad y precisión que pudieron lograrse en apenas una semana de investigación. Según Lambers (pp. 9, col. 2-10, col. 1), “la combinación de la fotogrametría y del escaneo láser para el modelado en 3D ha probado ser particularmente eficiente y flexible”; por tanto, “estos modelos de Pinchango Alto son un buen punto de partida para un estudio multinivel arquitectónico, estructural y funcional de un típico sitio extenso del Periodo Intermedio Tardío en las regiones de Palpa y Nazca.”
3. Biblioteca de geoglifos
Un motivo fundamental por el cual los geoglifos no han sido fáciles de estudiar es por la escasez de “una documentación adecuada como base para su análisis científico” debido a que éstos “están distribuidos sobre un área muy extensa y de acceso difícil” (Reindel et al, 2007, p. 135); por tanto, los geoglifos de Palpa tienen obstáculos naturales inherentes que, una vez superados, abrieron paso a la ya descrita investigación interdisciplinaria que involucró la participación de métodos como el registro fotográmétrico, la creación de modelos tridimensionales y el empleo del Sistema de Información Geográfica, entre otros.
En el inventario arqueológico “se han documentado más de 1500 geoglifos sobre un terreno de aproximadamente 90 km²”, los cuales solían realizarse mediante dos técnicas que a menudo representaban figuras antropomorfas y zoomorfas: la primera fue por remoción y la segunda por acumulación de piedras en las que hubo un barrido de los contornos (pp. 136-137). En suma, en los geoglifos se observan delimitaciones topográficas, una integración con los edificios vecinos, conexiones con estructuras donde se practicaban ceremonias religiosas (pp. 137, 139, 141) y constantes cambios en el tiempo:
Los resultados del análisis cronológico demuestran que la tradición de crear geoglifos se inició en el periodo Paracas cuando los motivos dibujados sobre rocas (petroglifos) se empezaron a trazar sobre la superficie del terreno. En ese periodo se realizaron principalmente geoglifos figurativos. No obstante, la mayoría de los geoglifos pertenece a la cultura Nasca. En ese tiempo se crearon los grandes complejos de geoglifos en las mesetas. Hasta ahora no hay evidencia de que se crearan geoglifos después de la cultura Nasca. Sin embargo, es posible que los geoglifos existentes se hayan utilizado hasta el comienzo del Horizonte Medio. En resumen, se puede decir con certeza que los geoglifos forman parte de una tradición cultural que duró aproximadamente 1000 años, entre 400 a.C. y 600 d.C. Las investigaciones recientes demuestran que durante ese tiempo, los geoglifos fueron objeto de una actividad continuada de construcción, de remodelación y de recorrido. Casi en todos los conjuntos mayores de geoglifos se observan evidencias de la ampliación y modificación de geoglifos individuales. Por ejemplo, muchos trapecios se ampliaron lateralmente, como se puede reconocer por los restos de los antiguos bordes en el interior de los campos barridos. Además, en varios sitios se ha notado que un solo trapecio fue barrido repetidas veces o que algunas líneas meándricas fueron convertidas en campos barridos en algún momento. Asimismo hay figuras como la orca o la espiral en forma de S invertida que se renovaron varias veces en el mismo lugar. Finalmente y en un proceso continuo, a complejos ya existentes se adicionaron nuevos geoglifos que cortaron o complementaron los geoglifos más antiguos. Además se observaron numerosos geoglifos no terminados, los cuales estaban en proceso de barrido y sobre los cuales se acumularon piedras para su posterior transporte. También hay casos donde solamente se marcaron los contornos de un futuro geoglifo con piedras paradas.
Todas estas evidencias, combinadas con la gran cantidad de geoglifos y la extensión del área ocupada por los geoglifos, dan la impresión de un proceso largo, quizás continuo, de construcción y modificación. (p. 140)
Como acaba de ser señalado por Reindel y sus compañeros, los geoglifos han tenido mutaciones y, por supuesto, han sido objetos de la presencia humana en la región de Palpa durante muchos años. El devenir temporal de los geoglifos se puede mostrar sinópticamente en este cuadro cronológico (p. 147):
La inmensa colección de geoglifos ha sido cartografiada, catalogada y analizada en su mayor parte (p. 138), aunque esto no significa que la investigación del Proyecto esté concluida de antemano sino que dirigirá sus pasos más allá de las figuras en la arena. Por ende, es menester la observación minuciosa del correlato que hay entre los geoglifos de Palpa y las culturas que dedicaron su existencia a elaborarlos, las cuales a su vez tienen una interesante historia que contar.
4. Culturas primigenias meridionales de Perú
Antes de la colonización española, Perú fue regido por grupos humanos, por culturas tempranas sobre las cuales se están dando descubrimientos fascinantes, aunque todavía se necesita más información que ponga en este rincón de Sudamérica las piezas faltantes de este rompecabezas precolombino. A juicio de Markus Reindel y Johny Isla (2006b),
Para entender estos procesos tempranos, sería ideal poder recurrir a fuentes de datos que cumplan dos condiciones: 1) que cubran largas secuencias culturales con evidencias arqueológicas sobre la transición de grupos de cazadores-recolectores hacia las sociedades de carácter sedentario y hacia las primeras formas de sociedades complejas, y 2) que abarquen áreas de estudio en las que se puedan seguir estas etapas culturales en una sola área geográfica bien definida. Lamentablemente, el estado de las investigaciones sobre las etapas tempranas del desarrollo cultural en Sudamérica todavía muestra muchas lagunas, por lo que es importante tener en cuenta que cualquier conclusión formulada sobre esta deficiente base de datos debe ser muy hipotética. Por la misma razón, es muy importante obtener más indicios que permitan el estudio, a largo plazo, de las condiciones que motivaron los diferentes cambios culturales dentro de regiones específicas y de los variados espacios ecológicos que presenta el continente sudamericano. (p. 238)
El idioma queda excluido como fuente de datos sencillamente porque las lenguas nativas de Palpa no tuvieron una escritura que recopilara su saber popular. Por otro lado, ninguna de las referencias consultadas menciona en lo absoluto alguna narración o relato oral sobre este folclor y mucho menos sobre los geoglifos; aunque la literatura local tuviera algo en su repertorio tradicional, eso no tendría mucha utilidad ya que sería como usar Beowulf en una excavación arqueológica en Inglaterra. Esta es la razón implícita por la cual el Proyecto no es una investigación documental sino una investigación de campo.
Metodología aparte, ha de llamar la atención el hecho de que la costa Sur de Perú no estuvo habitada por gente carente de intelecto sino por personas que alcanzaron un nivel de conocimiento y de cultura que, si bien no pudo ser igual al de sus correligionarios septentrionales, demostró una asombrosa complejidad y versatilidad. En términos de Reindel e Isla,
Es interesante observar que en un área de estudio tan bien delimitada se pueda observar un desarrollo cultural continuo cuyo inicio se le puede ubicar en el Periodo Arcaico Medio (3800 a.C.). A diferencia de otros centros de la costa central y norte del Perú, esta zona se caracteriza por la ausencia de arquitectura monumental. Debido a la pequeña extensión de los valles y al consiguiente menor potencial agrícola, la base económica no permitió la concentración de poder y riquezas que dieron lugar a la construcción de grandes obras arquitectónicas. Sin embargo, las evidencias indican que las sociedades asentadas en esta región afrontaron los mismos procesos de adaptación al medio ambiente y tuvieron los mismos logros socioeconómicos que las sociedades de más al norte. Al mismo tiempo, se sabe que las sociedades del sur habían alcanzado un considerable grado de complejidad, aunque los sitios arqueológicos parecen ser más pequeños y menos monumentales. (p. 240)
Acto seguido, Reindel e Isla explican con lujo de detalles los hallazgos del Proyecto en diversos sitios arqueológicos ordenados cronológicamente desde las épocas más recientes (e.g., Paracas Tardío) hasta las más antiguas (e.g., Periodo Arcaico). De la larga exposición realizada por ambos expertos han de destacarse varias peculiaridades, como la cercanía que hay entre los yacimientos y los ríos, además del correlato hidrológico fluvial bastante notorio en las regiones de Palpa y Nazca. Estos dos mapas (pp. 239, 242) hablan por sí solos.
Con los ríos tenemos sociedades sedentarias, prevalentemente agrícolas y lo suficientemente estructuradas como para hacer obras de envergadura que rebasen las de sus ancestros. Es aquí donde se traen a colación los geoglifos, de los cuales vale la pena recordar su técnica de construcción.
La técnica constructiva de los geoglifos paracas fue muy similar a la de los petroglifos, por lo que es de suponer que los geoglifos tenían su origen en la misma tradición. Se hicieron por medio del retiro de las piedras oscuras que forman el pavimento del desierto, de manera que el sedimento fino y de color más claro que se encuentra debajo se hace visible o se expone a la superficie. Además, en el caso de los geoglifos paracas se empleó la técnica de la acumulación de las piedras, con lo que se llegaron a formar figuras en alto y bajorrelieve que resaltan por el contraste más oscuro que presenta el terreno natural. En muchos de ellos, el cuerpo y las cabezas de las figuras zoomorfas y antropomorfas se representaron con áreas y líneas barridas, mientras que los ojos y las bocas se formaron con acumulaciones de piedras. Solo algunas veces se hicieron figuras enteras en bajorrelieve, es decir, con sus contornos formados por la superficie intacta del terreno o, al contrario, figuras en altorrelieve formadas por la acumulación de piedras y que presentan contornos claros. (p. 244)
En efecto, conviene tener en mente que las “líneas” de Nazca y los de Paracas poseen diferencias en todos los aspectos, no solamente en sus Leitmotiv o en las épocas históricas en que fueron hechos. Las culturas paracas y nazca son dos contextos que tuvieron por separado su propia visión y misión creativa en materia de geoglifos.
En contraste con los famosos geoglifos de la cultura Nasca, que se encuentran en su mayoría sobre las mesetas planas entre los valles, los paracas fueron colocados, por lo general, en las laderas de los cerros; de esta manera, resultan visibles desde el terreno mismo o los fondos de los valles. Con extensiones de entre 2 hasta 30 metros, son más pequeños que los nasca. Entre los motivos representados se observan, sobre todo, figuras zoomorfas, en especial aves y felinos, así como figuras antropomorfas. Estas últimas se representan de frente, muchas veces con tocados complicados y con objetos en las manos. Un tipo de figuras antropomorfas corresponde al llamado Ser Oculado, que es considerado como una divinidad importante de la época Paracas Tardío (…). Sobre la base de comparaciones estilísticas, los geoglifos ‘tempranos’ de Palpa se pueden atribuir a las fases Paracas Medio y Paracas Tardío (550-200 a.C.). Durante la transición a la época Nasca cambiaron la ubicación de los geoglifos (mesetas en vez de laderas), técnica de construcción (solo extracción en vez de extracción y acumulación), los motivos (otros motivos, un número mayor de motivos geométricos), así como la función de los geoglifos (campos de actividades en vez de imágenes). (p. 246)
La evolución demográfico-cultural de Palpa pasó por varias etapas (pp. 275-278), arrancando con un Periodo Arcaico (3805-2895 a.C.) cuya estabilidad se mantuvo hasta el inicio de la desertización que obligó a la población a mudarse a zonas más fértiles, con más agua. La actividad humana en los valles y en las inmediaciones de los ríos son patrones de asentamiento que se notan en épocas subsecuentes, como la del Paracas Medio (550-370 a.C.) y la del Paracas Tardío (370-200 a.C.) en las que floreció la cultura paracas con un intenso movimiento urbano, agrícola (con terrazas de cultivo) y artístico (con la cerámica).
Este crecimiento tuvo roces, con luchas territoriales por el control de los recursos naturales, como ocurrió en Pinchango Viejo si miramos sus muros defensivos y su posición estratégicamente fortificada, aunque tampoco se detuvo con la llegada de la cultura nazca cuya transición a una nueva edad dorada fue desde el 120 a.C. hasta el 90 d.C. Rememorando el cuadro cronológico del punto 3 mostrado arriba, el declive de los nazca en el 600 d.C. concuerda con el fin del auge de la construcción de los geoglifos y con la aridez extrema experimentada en Palpa desde el 1500 a.C.
Desde luego, seguir tan de cerca todos estos eventos pretéritos en Palpa respecto a sus culturas primigenias habría sido un caos de no ser por la elaboración de esta tabla (p. 272) que, según la proposición de sus autores, sintetiza la línea de tiempo en la que quedan registradas las sucesiones de los grupos humanos cuyos vestigios fueron fechados con la técnica de datación del radiocarbono.
Indiscutiblemente, la costa meridional de Perú tuvo en los valles de Palpa personas que se organizaron colectivamente para avanzar juntos, con objetivos comunes, en sociedades que aprendieron a sobrevivir en el desierto con gran ingenio. Estas sociedades tan intrigantes (puesto que todavía ignoramos de ellas no pocas cosas) se transformaron, se estratificaron, enterraron a sus muertos de maneras singulares, se hicieron maestros de la cerámica, sembraron dominando el agua y construyeron urbes en un clima hostil en el cual sus geoglifos, que fueron una vez iconográficos, eran centros de ceremonias por aquellas bondades naturales tan preciadas como menguantes, aunque la astronomía juega un pequeño rol allí.
5. Los pioneros de Chincha
En la sección anterior se ha constatado que la cultura nazca no fue ni la primera, ni la única ni la última en edificar los geoglifos, aunque sí fue la más opulenta y prolífica en realizar esta tarea. Asimismo, se ha comprobado que los geoglifos jamás fueron estáticos sino que tuvieron tantas modificaciones como los contextos culturales en los que fueron diseñados; por tanto, es sumamente palmario el correlato entre los geoglifos y los antiguos habitantes de Palpa, quienes durante siglos vivieron adaptándose a un entorno medioambiental que paulatinamente se tornaba cada vez más desfavorable.
Charles Stanish y su equipo (Stanish et al, 2014) examinaron el correlato de una de estas mutaciones en el periodo Paracas Tardío (ca. 400-100 a.C.), añadiendo a la metodología mediciones astronómicas asistidas por software. La investigación de Stanish documentó “71 líneas/segmentos de líneas de geoglifos y 353 rasgos ajenos a los geoglifos (túmulos, círculos y estructuras rectangulares de piedra) en el área de estudio” (p. 7218), además de que halló una distribución convergente de los geoglifos con los montículos de plataforma de la época Paracas.
Adicionalmente, el equipo de Stanish encontró grupos de líneas de geoglifos y montículos que se alinean con los solsticios de verano e invierno. Según, Stanish, estos geoglifos fueron hechos de una manera bastante simple:
La antigua técnica fue la de construir un par de líneas radiales con la forma de una “V” que, al ras del suelo del ápice de las líneas, aparente ser dos líneas rectas debido a la distorsión de la perspectiva de proyección. Esta técnica se utilizó para marcar rasgos culturalmente significativos, específicamente los montículos de plataforma y las puestas de Sol en el solsticio de Junio. (p. 7219)
Sin embargo, hay que ser precavidos con este tipo de aserciones porque se pueden extrapolar erróneamente. Si bien es cierto que en el Paracas Tardío hubo líneas de geoglifos orientadas astronómicamente, eso no autoriza de ningún modo a sostener que éstas conforman un calendario o un mapa gigante del firmamento porque no hay evidencias al respecto (p. 7222, col. 1), aunque esto no quiere decir que los pueblos indígenas de los Andes fueran indiferentes al estudio del cosmos. Por lo pronto ha de constar que el trabajo independiente de Stanish (aún en revisión) tiene aportes coincidentes con los del Proyecto, sobre todo al mostrar los geoglifos como el corazón de las ceremonias de antaño de Palpa en momentos puntuales del año, en asentamientos como los del valle de Chincha y en recintos destinados a las ofrendas en honor a las deidades.
6. Geoglifos y altares
No fue sino hasta finales del siglo XX cuando despegó realmente la labor científica para investigar las Líneas de Nazca. Antes de eso muchos se preguntaban quiénes las habían hecho, pero ahora sabemos que su primer autor material e intelectual fue la cultura paracas. Asimismo, casi nadie tenía una idea, aunque fuera imaginada, de cuándo fueron hechos los geoglifos, pero ahora sabemos que éstos pudieron aparecer más o menos entre el 370 a.C. y el 200 a.C., en el periodo Paracas Tardío. De hecho, también se ignoraba el trasfondo geográfico-geológico de estos “dibujos” en medio del estéril desierto, pero ahora eso también lo sabemos; según Reindel, Isla y Lambers (2006a),
Los geoglifos de Palpa y Nasca, que por su concentración y cantidad son únicos en el mundo, se deben a la combinación de varias particularidades del terreno. Así, las superficies planas de las extensas mesetas ubicadas entre los valles se prestaban como fondos ideales, quasi como grandes pizarras naturales, donde se podían ejecutar variadas líneas, áreas o campos barridos y figuras de grandes dimensiones. La práctica de hacer geoglifos fue facilitada además por el fuerte contraste de color que se produce cuando se remueven las piedras de la superficie, con su color oscuro producido por la oxidación de los minerales y la exposición de la tierra arenosa de color más claro que se encuentra inmediatamente debajo. (pp. 182, col. 2-183, col. 1)
Igualmente se desconocía la evolución y el método de construcción de los geoglifos, aunque ahora eso dejó de ser un misterio impenetrable. La interrogante que nos queda es la más relevante: ¿cuál fue su propósito? Para salir de este enredo es necesario tener en mente que “sin el conocimiento de la cultura, de las formas sociales y de los conceptos religiosos de sus constructores, es evidente que no se puede efectuar una interpretación razonable de los geoglifos” (p. 185, col. 2). Por tanto, las Líneas de Nazca no se pueden estudiar aisladamente porque éstas se encuentran rodeadas de diversos elementos que estructuran su contexto.
Para evitar entrar en digresiones no nos detendremos a revisar los antecedentes de las investigaciones del Proyecto (pp. 184-185, col. 1); mas bien iremos al grano con los hallazgos arqueológicos que condujeron a Reindel y sus colegas a afirmar que las Líneas de Nazca estuvieron vinculadas a ritos religiosos. Veamos lo referente a las construcciones de piedra situadas junto a los geoglifos.
(…) en relación con los geoglifos de Palpa ―como también ocurre en aquellos de Nasca― se han identificado con frecuencia dos tipos de construcciones de piedra: estructuras alargadas y plataformas de planta cuadrada o rectangular, (…). Un tercer tipo se relaciona con unos túmulos de piedra que no conforman estructuras en sí sino simples acumulaciones de piedras. Todo indica que el tamaño y volumen de estas estructuras, en especial el de las estructuras rectangulares, estaba en relación con el tamaño de los geoglifos a los cuales se encontraban asociados, es decir, cuando más grande era el geoglifo más grande era la estructura o viceversa. Lo mismo se puede decir de los pequeños túmulos, los cuales reemplazaban a las estructuras rectangulares en los geoglifos más pequeños. Finalmente, un cuarto tipo pero menos frecuente corresponde a estructuras de planta circular o cuadrangular que al parecer fueron utilizados como recintos de uso temporal, es decir, durante la construcción y los períodos de mantenimiento de los geoglifos. También parece que algunas estructuras de este tipo funcionaron como lugares de observación. (p. 186)
Estas construcciones de piedra, contemporáneas a los geoglifos, demuestran que la zona estuvo transitada regularmente por sus habitantes. Sin embargo, lo llamativo no son las estructuras en sí mismas sino lo que fue enterrado en ellas; las plataformas, por ejemplo, contuvieron objetos valiosos de carácter artesanal y de origen animal, vegetal y mineral.
En el relleno de estas plataformas, colocados en hoyos o en divisiones internas hechas con piedras paradas, se depositaron corontas y mazorcas de maíz, pallares, huesos de cuy y camélidos, valvas de choros, pinzas de cangrejo y camarones, lascas de obsidiana, pedazos de malaquita, así como también conchas de Spondylus enteras y trabajadas (como pendientes y cuentas). Asimismo, en el relleno de contención de algunos de los postes asociados a estas estructuras se han encontrado restos bien conservados de cuyes aparentemente dejados como ofrendas. Los fragmentos de cerámica asociados permitieron determinar la filiación Nasca de los artefactos y de las estructuras mismas. (p. 217, col. 1)
¿Qué pasa si juntamos las plataformas de piedra, los geoglifos, las altas temperaturas en una localidad peruana y conchas Spondylus? Simple: en esta sumatoria de factores, el resultado más lógico es el de una sociedad cuyos miembros tenían las Líneas de Nazca como portales de la espiritualidad. En las magistrales palabras de Reindel, Isla y Lambers,
En este punto es importante hacer referencia al hallazgo de conchas de Spondylus, las cuales hasta el momento sólo se han encontrado en una de las tumbas de élite de La Muña y como ofrendas en Cahuachi, el más grande centro urbano ceremonial de la época Nasca Temprano (…). Al respecto, se debe indicar que estas conchas se encuentran solamente en las aguas cálidas de latitudes tropicales, unos 2000 kilómetros al norte de la región de Palpa-Nasca. La oscilación de esas aguas cálidas hacia el sur se debe a la ocurrencia del llamado fenómeno de El Niño, el cual ocurre a intervalos irregulares de varios años, causando fuertes lluvias sobre todo en la costa norte del Perú. Los hombres del área andina desde hace siglos habían observado una relación entre la aparición de la concha de Spondylus y la ocurrencia de lluvias, con lo cual dicha concha fue incorporada como elemento central en las ceremonias religiosas más importantes y a la vez se convirtió en el símbolo y en la metáfora para hacer referencia al agua y a la fertilidad. Al haberse registrado en muy pocos contextos de la cultura Nasca, es sugerente que tales conchas se hayan encontrado casi exclusivamente en contextos rituales como son las tumbas, las estructuras ceremoniales o las estructuras de piedra asociadas a los geoglifos. (pp. 218, col. 2-219, col. 1)
Las culturas nazca y paracas, a lo largo de varios siglos, hicieron rituales en los geoglifos para obtener formidables cosechas a través del agua que a duras penas pudo regar la frágil agricultura en los valles de Palpa con la tecnología de la época. Esos rituales tuvieron ofrendas depositadas en sitios sagrados en los cuales se puso toda la esperanza de un pueblo cuyas expectativas en torno a la fertilidad de su tierra no se confiaban a seres intergalácticos sino a entes abstractos que, de acuerdo a la idiosincracia nativa, tuvieron el dominio absoluto sobre los fenómenos de la naturaleza que no pudieron comprender.
7. ¿Cómo se observa mejor un geoglifo?

Mapa que muestra los niveles de visibilidad de los geoglifos de Nasca en Cresta de Sacramento (Lambers y Sauerbier, 2006, p. 254).
Al igual que el resto de sus colegas, Lambers y Sauerbier (2006) no han olvidado que los geoglifos de Palpa están adscritos a un contexto cuyos niveles rondan la cultura, la religión, la economía, el medio ambiente, la sociedad y el periodo histórico. Por eso es que ambos especialistas, al presentar su estudio basado en el Sistema de Información Geográfica, (el cual aún debe perfeccionarse; pp. 250-251), expresaron que no sólo se registraron los geoglifos “sino también la topografía del área de investigación”. Partiendo de esta premisa es como se desmantela el bulo de las Líneas de Nazca como geoglifos que fueron hechos para ser contemplados desde las alturas, en el aire.
La noción de que los geoglifos sólo se pueden ver y entender adecuadamente cuando se observan desde arriba se ha arraigado firmemente en la literatura cotidiana. Para los viajeros modernos a la región de Nazca, su primer encuentro con los geoglifos a menudo ocurre al volar sobre ellos en un pequeño avión comenzando desde la pista de aterrizaje de Nazca. El sorprendente contraste entre el impresionante laberinto de geoglifos vistos desde arriba y el minúsculo que se puede reconocer en la pampa desde el suelo ha contribuido fuertemente al mito moderno de las ‘misteriosas’ líneas de Nazca y ha desencadenado muchos intentos muy poco científicos para explicarlas.
La perspectiva aérea, empero, no es ni la única posible ni la más idónea. Los primeros investigadores que informaron sobre las marcas en el desierto cerca a Nazca en la década de 1920 de hecho las divisaron desde el suelo. Por eso no debe desconcertar que en las siguientes décadas aquellos investigadores que conocían los geoglifos por su propio trabajo de campo inicialmente propusieron interpretaciones razonables que no eran puramente especulativas, (…), aunque mas bien sustentadas con firmeza en lo que hoy sabemos de las antiguas culturas de los Andes. Esto obviamente se debe al hecho de que la perspectiva desde el suelo fue compartida por el pueblo que construyó los geoglifos. los geoglifos fueron vistos y percibidos desde el suelo en épocas remotas. (p. 252)
En las mediciones de Lambers y Sauerbier (pp. 254, 256-259) se han realizado análisis que, aunque deben ahondarse para arrojar un veredicto más unánime con datos numéricos a una escala mayor, nos quitan muchas dudas al afirmar que “contrario a la percepción común, la visibilidad del geoglifo, y la intervisibilidad del geoglifo, es mejor en el suelo de lo que a menudo se declara en la literatura” (p. 260). Dicho de otro modo, la creencia de las Líneas de Nazca como señales celestiales está completamente equivocada porque éstas podían observarse sin necesidad de batir las alas. Considerando que hay geoglifos en las laderas de los cerros, y que desde la cima de esos cerros se pueden ver los geoglifos ubicados en las mesetas, no hay motivo alguno para objetar estos cimentados razonamientos científicos.
Conclusiones
La arqueología ha puesto de manifiesto, junto con otras ciencias, su capacidad para desenredar la maraña de hilos desordenados que impedían el tejido del panorama de Palpa no sólo en cuanto a las Líneas de Nazca sino en relación a las culturas que las trazaron en el desierto, las cuales durante más de mil años habitaron sus valles y explotaron sus recursos naturales hasta alcanzar la cúspide de su desarrollo que desembocó en una inevitable caída. En el Perú meridional, Nazca y Paracas son los nombres de dos grupos humanos cuyo trayecto en la historia universal ha sido reconstruido a partir de los restos materiales dispersos que otrora pertenecieron a su identidad como pueblo, hoy desaparecido.
El Proyecto Arqueológico Nasca-Palpa ha de considerarse de ahora en adelante como el paso más importante que se haya dado en el redescubrimiento del pasado de Perú porque ha superado, mediante una sistemática investigación, los impedimentos que en otros tiempos dividieron a la comunidad científica. En lo concerniente a los geoglifos de Nazca, el dictamen de los especialistas fue dispar precisamente porque en ese momento no tenían los conocimientos y la tecnología de los que disponemos en la actualidad. Lamentablemente, la ufología se aprovechó de esta falta de consenso para difundir sus patrañas seudocientíficas mediante ese viejo truco infame de la magufería: el de “enseñar la controversia”.
Como se puede inferir de lo expuesto anteriormente en este artículo, esa “controversia” merece un último adiós. En el futuro, los desacuerdos científicos seguramente apuntarán hacia cuestiones razonables como las cronologías de las antiguas culturas de Palpa, pues ya tenemos plena certeza del rol humano en las Líneas de Nazca y en cada una de sus inmediaciones que van desde los asentamientos hasta las plataformas de piedra en las cuales se colocaban ofrendas durante las ceremonias religiosas. El culto al agua y a la fertilidad surgió como consecuencia de una aridez que al intensificarse puso al límite la agricultura, el cual fue el principal medio de sustento de los nazca y los paracas en su esplendor.
Vale añadir que ningún aporte del Proyecto o de alguna investigación afín ha tenido hallazgos que avalen las ideas ufológicas. No ha habido un solo indicio, prueba o señal, aunque sea en grado ínfimo, que demuestre la supuesta visita de extraterrestres en el territorio de Palpa en ninguna época, en ningún geoglifo y en ningún sitio arqueológico. Reindel, Isla, Lambers y muchos otros especialistas más han sido tan meticulosos en su trabajo que si hubieran encontrado siquiera una evidencia de estos aliens ancestrales la habrían dado sin vacilación; por tanto, acusarlos de carecer de rigor científico es caer en una vulgar mentira y en un acto de mala fe.
Por otro lado, es irrisorio y absurdo el planteamiento de las Líneas de Nazca como pistas de aterrizaje de naves espaciales. Las excavaciones han encontrado recintos variopintos junto a los geoglifos, pero ninguno de ellos se parece a una torre de control, radar o hangar. Ni un milímetro de los geoglifos está impregnado con residuos de combustibles alienígenas y ni uno presenta anormalidades en el terreno a causa de accidentes o cráteres de impacto. No hay nada que no sea la compactación del suelo a raíz del desplazamiento de los transeúntes de Palpa que caminaban allí antes del arribo de Francisco Pizarro a Perú.
La verdadera faceta de las Líneas de Nazca es aquella en la que los pobladores de Palpa fueron los protagonistas de su historia, la cual fue edificada con piedras que engalanaron el desierto con el ícono de su cultura, los geoglifos. Los geoglifos, insondables en un principio, son ejemplos vivos de cómo la ciencia nos libra de los demonios de la ignorancia con el objeto de hacernos apreciar las proezas de nuestra especie en sus auténticas dimensiones. Si Friedrich Nietzsche hubiera sido arqueólogo y hubiera visto un geoglifo, habría dicho estupefacto que eso es humano, demasiado humano.
Bibliografía
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