Simón Bolívar: una visión escéptica. Prólogo e índice de artículos

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La figura de Simón Bolívar suele ser vista como la de un hombre inmaculado de liderazgo indiscutible, lleno de victorias militares épicas, de una moral intachable y de una personalidad ejemplar, en conjunto con un pensamiento sumamente democrático y una inteligencia asombrosa expresada con discursos elocuentes; en sí, eso es lo que repite siempre la Vox populi cuando hay una conversación sobre este caraqueño. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro porque una considerable parte de lo que la gente piensa sobre Bolívar no proviene de una lectura crítica de su biografía o sus escritos, sino de frases aisladas y de un culto incuestionable por tradición a la imagen del Libertador que se ha extendido en Venezuela (que no en otras latitudes de Latinoamérica) a lo largo de los años. Este culto, como cualquier otro, genera una visión errada de la realidad, la cual es cubierta con vendas de leyendas que transforman lo humano en divino, la derrota en victoria, el trabajo de equipo en decisiones individuales, la cobardía en coraje, la ignorancia en sabiduría, la traición en patriotismo, lo inmoral en ejemplar, y el crédito colectivo en gloria unipersonal.

Dicho en otras palabras, la construcción de la imagen de Bolívar como prócer comienza por convertir todos sus defectos en virtudes, lo cual podría llamarse un sesgo cognitivo e incluso más que eso: un engaño basado en un deseo paternalista de creer en alguien que aparentemente guía los destinos del pueblo después de su muerte, en alguien que presuntamente es superior a nosotros en todos los sentidos. Este apego al Libertador, en efecto, es tan fuerte que basta con el sólo hecho de contradecir el dictamen del Bolívar impoluto para que sus fanáticos se nieguen a reconocer que él no creó ninguna doctrina sino que seguía las existentes de su época, ni siempre fue exitoso en sus actividades militares, ni su heroísmo bélico resultó ser tan épico como muchos suelen creer, ni fue democrático, ni opuso resistencia a sus ideas conservadoras, ni tomó en serio el laicismo, ni que su carácter, como el de todo ser humano, estuvo lleno de defectos. Sigue leyendo